Capítulo 14

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Antes de que empecéis a leer, he de decir que los personajes no me pertenecen a mí, sino que son de OUAT ABC, así como algunas de las historias.

Como siempre, me podéis dejar vuestra opinión del capítulo, tanto si es buena como mala, que estaré encantada de leerla.

Sin más dilación, podéis empezar a leer.

Emma llevaba todo el día con el caso de los hermanos huérfanos, y estaba tan enfrascada que ni siquiera comió. Tampoco se dio cuenta de que Regina le había mandado un mensaje. Cuando finalmente lo vio, se dio cuenta de que le había indicado la hora y la fecha de su siguiente reunión municipal... para el almuerzo de aquel día. Miró la hora y descubrió que eran las 7 de la tarde y que ya había anochecido. No quería ni imaginarse la cara de Regina al ver que la había dejado plantada, o el cabreo que tendría en estos momentos.

Se sentía tan mal consigo misma que decidió presentarse en la alcaldía, tragarse el orgullo y pedirle disculpas por su despiste. Además, tenía que preguntarle por unos documentos del caso.

Regina la recibió con cara de pocos amigos. Se quedó mirándola unos instantes antes de dejarla entrar. En el último momento, Emma decidió no tratar nada sobre el tema de la reunión y pasar directamente al caso.

-No se preocupe, señorita Swan, ya he contactado con servicios sociales –le contestó Regina mientras se situaba detrás de su escritorio- Esos críos no tienen a nadie. Están solos.

-Por ese motivo me he propuesto encontrar a su padre –replicó Emma. Hablaba con tranquilidad, tanteando el terreno y examinando la expresión de Regina. Esta estaba impenetrable, no había quién que descubriera lo que ahora mismo rondaba por su mente.

-Verá, no tienen padre –le entregó una carpeta y Emma examinó su interior.

-Seguro que sí...

-Naturalmente que tienen un padre biológico, pero no consta en ningún archivo. Luego no queda más remedio que integrarles en un programa de acogida y procurarles un hogar –la expresión de la alcaldesa seguía igual. Parecía que estuviese hablando con cualquiera y no con ella.

-¿Storybrooke tiene esos programas?

-No, he contactado con varios hogares. Son comunitarios, de Maine, pero están completos. Me han referido dos que hay en Boston, uno de niños y otro de niñas.

-¿Van a separarlos? –En este punto Emma dejó de intentar descifrar a Regina y se volvió a centrar en el caso.

-Yo tampoco lo deseo, pero no tenemos alternativa –le miró muy seriamente, parecía cansada- Llévelos a Boston cuanto antes.

-¿Yo? –preguntó Emma incrédula.

-Bueno, ¿no quería ser sheriff? Pues ese es su cometido.

-No, les prometí que no los separarían.

-Tal vez, no debería prometer lo que no puede cumplir –le respondió Regina. Emma lo entendió perfectamente, ya no era el tema de los niños, sino su reunión municipal. Se acercó amenazante a la sheriff, aunque el corazón de Emma latió más fuerte a cada paso que se acercaba. Olió su perfume- Solo haga su trabajo –susurró insinuante.

El día siguiente no fue fácil para Emma. Seguía enfrascada en el caso de los niños abandonados. No podía llevarlos a Boston a separadas casas de acogida. Si estar en una casa de acogida era horrible, aún más lo era si te separan de tu hermano. Emma conocía ese mundo mejor que nadie.

A la hora del almuerzo, Henry se pasó por la comisaría y le pidió información sobre su padre. Emma le tuvo que contar una pequeña mentira sobre quién fue su padre, pues no le podía decir que le había conocido mientras robaba su escarabajo amarillo. Era poco romántico. Así que le contó que su padre era bombero que había muerto como un héroe y que ella se metió en líos después de estar con él, así que la metieron en la cárcel. Cuando se hubo ido, Emma se quedó pensativa. Ya llegaría el momento en el que contase toda la verdad.

Más tarde fue a hablar con el señor Gold quien le aclaró el paradero del padre y fue a hablar con él. A pesar de sus esfuerzos, aquel hombre no quería saber nada de los niños. Así que volvió caminando a casa mientras meditaba el asunto.

Por el camino se encontró con Mary Margaret y le puso al día de la situación.

-La verdad puede doler, Emma, pero también puede curar –le aconsejó Mary Margaret.

-Me quedo con lo primero...

-Le contaste a Henry que su padre había muerto y lo ha encajado bien –replicó la profesora.

-No le conté la verdad...

-¿Qué? –preguntó sorprendida.

-Su padre no fue un héroe... y mejor que no sepa la verdad de la historia –Emma miró al suelo avergonzada- Podríamos esconderlos hasta que encontremos una familia que los acoja.

-Sí, esconder a unos niños es un gran plan –replicó con sarcasmo Mary Margaret.

-¿Tienes otra idea?

-No tengo otra idea, tal vez no quede más remedio que...

-¿Sheriff? –esa voz le sonaba a Emma. Cada vez que la escuchaba le daba un vuelco el corazón. Se giró para encontrarse con Regina. Observó cómo el viento despeinaba su cabello negro como la noche- Debería estar de camino a Boston.

-¿Qué hace aquí?

-Cerciorarme de que cumple con su deber.

-No es necesario, sé de sobra lo que tengo que hacer –odiaba cuando Regina la trataba como si fuera una niña pequeña.

-Ah, ¿sí? –preguntó con sarcasmo. Al parecer no la sheriff no sabía ni cuándo tenía las citas.

Emma la miró duramente. Sabía perfectamente que se volvía a referir al tema de la reunión. Decidió no entrar en su juego y seguir investigando el caso. Dejó a la morena sola en la calle y se marchó con Mary Margaret a su piso.

Aquella noche, dio por finalizado el caso cuando el padre finalmente decidió llevarse a los niños a su casa. Emma estaba muy feliz por haber resuelto el caso, pero más aún al saber que volvía a tener tiempo libre. Cogió su móvil para mensajear a Regina:

Siento mucho lo de la última reunión. Ojalá pueda recompensarlo en la siguiente.

-Sheriff Swan.

Sonrío satisfecha por su picardía. Notó que su corazón latía con nerviosismo esperando la respuesta de la alcaldesa. Por suerte, no tuvo que esperar mucho:

Recompensarme es fácil si se presenta a la siguiente. Espero que no esté ocupada, sé de buena mano que una mujer no debe casarse con su trabajo si no quiere quedarse sola.

La seguiré esperando,

-Alcaldesa Mills.

Emma releyó el mensaje tres veces más para cerciorarse de que lo había leído bien. Lo único que esperaba era que nadie se volviese a interponer entre las dos.


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