XVII

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...

-Me gustaría saber por qué quieres ir al aeropuerto y por qué me lo estás imponiendo - dijo Steven, mientras conducía temerariamente.

-TÚ CONDUCE HASTA ALLÍ - dije, atacada por los nervios de no saber si Freddie había cogido ya el vuelo o no.

De repente paró el coche en seco en una cuneta. Casi me como el cristal.

-NO HASTA QUE NO ME DIGAS POR QUÉ DEMONIOS QUIERES IR A HELTHAM - dijo Steve, muy furioso.

-PORQUE ESTOY A PUNTO DE PERDER AL AMOR DE MI VIDA - grité aún más, mirándole a los ojos. Las lágrimas vinieron a mis ojos. Agaché la cabeza para que él no me viera. Suspiró.

-¿Freddie? - dijo Steve, más relajado.

Asentí y rompí a llorar. Stewie arrancó el coche sin decir palabra y se dirigió a toda prisa hacia el aeropuerto.

*

Casi bajé del coche en marcha y corrí dentro del recinto, mientras Steve fue tras mí. Buscaba por todas partes, gritando su nombre como una loca, mirando en todas las puertas y corriendo de un lado a otro. Poco me importaba lo mucho o poco que podía juzgarme la gente.

-¡Rose, tranquilízate! - dijo Steven, atrapándome de los hombros.

-¿FREDDIE? ¿FREDDIE BULSARA?- gritaba sin hacer caso a mi amigo.

Se me ocurrió repentinamente dirigirme a una consigna. Suspiré y me aguanté el llanto y el dolor por unos minutos.

-Perdone - traté de disimular mi pena - ¿podría decirme si el vuelo a la India ha salido ya?

-Un momento - la azafata buscó el vuelo en una lista- Pues está en proceso. Los pasajeros deben de estar dirigiéndose al avión.

No pensé nada. Sólo corrí hacia la puerta correspondiente con ese vuelo, sin agradecer la información a la señora.

Cuando alcancé a ver la puerta, una de las figuras humanas ocupó mi vista y me nubló la mente. Steven vino tras mí agitadamente.

-¿Qué ocurre? - dijo Steven, sorprendido de verme tan pálida.

-Es... es él, Steve - murmuré, casi señalando su esbelta figura cargada de maletas.

Freddie estaba en la cola para salir a pista. Su cara no era de alegría precisamente. En aquel momento me surgió el gran dilema de si dejarle ir, libre de mi carácter insoportable y mis enfados, o aferrarme a él, pidiéndole pasar el resto de su vida a mi lado, haciéndome la mujer más feliz del planeta. Cuando subí la mirada, ahí estaba, con la cabeza volteada, mirándome de una forma entre sorprendida y emocionada. Aún tenía marcas de la pelea de la noche anterior. Pero pronto agacharía la cabeza, avanzando en la cola. Reaccioné algo tarde y traté de alcanzarle, con la mala suerte de que cerraron la puerta. No dudé en golpearla, volviendo a gritar su nombre.

Steven me llevó a un banco y me abrazó, dándome consuelo.

-Ya le verás, Rose. Quizá se vaya sólo por un tiempo. Tiene un trabajo aquí y una carrera por terminar...

-No, me niego a esperarle ni un minuto más, ¿sabes? Se me hace imposible esperarle. Antes prefiero morir - procuré no gritar entre gemidos.

Cuando levanté la vista, observé que había un ventanal en el que podía verse la pista de salida. Subí hacía allí. Se dirigía hacia el avión. Golpeé el cristal tan fuerte que pudo haberse roto. No sé si lo oiría, pero se volteó y miró en mi dirección. Quedó quieto, mirándome.

Eché vaho en el cristal y escribí en el al revés, para que fuera legible para él. Freddie trató de entenderlo.

FREDDIE, TE ELIJO A TI.

POR SIEMPRE.

Sonrió. Parecía haberlo entendido. Hizo una seña de duda. Volví a echar aliento en el crsital y escribí.

PORQUE ERES EL ÚNICO.

Freddie sonrió tanto que hasta mostró los dientes. Adoraba cuando lo hacía. En ese momento, noté como un gran peso se iba de mi ser. Sentí un gran alivio y mucha paz en mi interior. Ya no había nada que hacer en aquella cristalera. Hiciera lo que hiciera Freddie, ya sabía lo que yo pensaba de él y lo que realmente sentía. Bajé junto a Steve, quien esperaba noticias.

-¿Qué ha pasado?

Le miré pacíficamente.

-Le dije lo que tenía que decir - sonreí.

Sólo acertó a abrazarme, con pena y emoción a la vez.

-Mira... - susurró Steve en mi oreja, con mucha sorpresa. Me giré y di un salto.

Freddie venía hacia nosotros con todas sus maletas y mochilas.

-¿Soy el único? - decía mientras abría los brazos. Nos abrazamos con fuerza, apretándonos hasta casi sacarnos los pulmones el uno al otro.

-Siempre lo serás, cielo - murmuré en su pecho - No te marches, por favor.

-No puedo hacerlo. Te quiero demasiado - me miró a los ojos.

Otro beso intenso en los labios. Un beso sellador de todos los problemas que se nos habían puesto por delante en la relación.

Joven Bulsara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora