XIV

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Pasaron los días tras la instalación de Freddie en mi casa. Desde entonces, convivíamos genial y no tuvimos más peleas o roces hostiles, sino cariño y afecto el uno al otro. Luego, las semanas. Freddie estaba muy contento con su trabajo en la zapatería que le había recomendado. Siempre me contaba las anécdotas que le sucedían en la jornada laboral de tal día en la comida. Y si él estaba feliz, yo aún más. Finalmente, pasando los meses, terminó el curso. Las notas las colgaban en un tablón del pasillo. 

Asistí por la tarde, sola, a ver mis calificaciones. Freddie a esa hora aún estaba trabajando o terminando. No había mucha gente por allí, así que encontré mi nombre sin problemas en una lista. Obtuve buenas calificaciones, y me sonreí a mí misma. De repente alguien me puso la mano en el hombro derecho y vi que por mi izquierda asomaba una mano que buscaba el nombre de Freddie Bulsara.

 -QUÉ NOTAZAS TENGO - exclamó Freddie.

-YO IGUAL.

Ambos nos miramos y Freddie se puso a saltar conmigo en brazos. Casi me tira al suelo, pero en aquellos momentos no nos importaba una mierda.

-Vamos a pasarnos un verano de lujo - dije, abrazándole.

-Nos lo merecemos - me miró con dulzura y me dio un beso en la mejilla.

-Y bueno, ¿tienes que ir a trabajar por la tarde?

-Sí, haré horas extra de 4 a 6.

-Vaya... - puse expresión de fastidio.

-Pero no te preocupes, en cuanto vuelva, si quieres... vamos a ver una película.

-No está mal la idea - cambié de cara a una más optimista. 

Sonreí y le abracé. Estos últimos meses Freddie ya había ahorrado bastante dinero, de sobra para pagar los gastos de luz y agua. Parecíamos casi un matrimonio. Y a pesar de que el matrimonio me daba ultra repulsión, adoraba estar así con un chico como él.

~

Me tiré al sillón cuando regresé de la facultad. Me esperaba un genial verano que disfrutar. Sin exámenes, sin profesores, sin compañeros gilipollas... Sólo Freddie, yo y el verano. Freddie ya había marchado a trabajar hacía unos minutos así que me puse un vinilo y cerré un poco los ojos, hasta que, dos horas después, las cuales se me hicieron muy cortas, se abrió la puerta y apareció un Freddie cansado.

-¡Uf! Qué cansancio – se tiró al sofá.

-¿Qué tal te ha ido? - me incorporé en el sillón.

-Bastante bien, pero estoy muy muy cansado – sonrió. 

-Date una ducha y así te relajas.

-La necesito, porque huelo a los siete males - rió y de repente, quedó pensativo, como acordándose de algo -¿Sabes? He estado dando vueltas a una cosa en el trabajo...

-Cuéntame - me senté a su lado en el sofá, acariciando su mejilla con ternura.

-No sé si te parecerá bien, pero... bueno, ahí voy - estaba un poco nervioso el pobre - Ya que he ganado dinero y lo he ahorrado debidamente, quiero gastármelo en algo productivo.

-Uf, miedo me das.

-Verás... He pensado que nos podríamos mudar a un par de barrios de aquí. Yendo al trabajo, todas las mañanas veo una casa bastante bonita y amena en venta. Siempre fantaseo con mudarme allí contigo. Hace unos días me informé del precio y a pesar de que no aún tengo suficiente dinero para pagarla, me gustaría comprarla y hacer nuestra vida allí. ¿Qué te parece?

-Oh Dios, Freddie... - dije consternada – ... pero si no tenemos suficiente dinero... 

-Precisamente por eso hice esas horas extra, y de ahora en adelantt haré más.

Quedé tan sorprendida que hasta comencé a llorar descosidamente. 

-No llores, Rose... - me rodeó con sus largos brazos, apretándome contra sí mismo.

-No puedo creer que quieras hacer eso... es tan... valiente...

-Tengo que hacerlo. Mereces vivir en esa casa tan bonita junto a mí - me miró con profundidad - Porque vendrás a vivir conmigo cuando pueda comprarla, ¿verdad?

-Sólo si me dejas poner mi parte del dinero - mi voz quebró.

-No, no te dejaré - negó con la cabeza - Quiero comprarla con mis ahorros de estos meses.

Me levanté del sofá muy angustiada por su negación y me di un paseo por el salón, bajo la atenta mirada de Freddie. 

-... está bien - sonreí con ligereza. 

Freddie se levantó corriendo para abrazarme. Aguanté como pude las lágrimas de emoción. 

-Anda, ve a ducharte - dije, para que no me viese llorar más.

Se dirigía hacia la ducha, cuando se giró y me miró seductor- propuso, en tono seductor.

-¿Vienes conmigo? - sonrió.

-Me encantaría, pero debo ir a hacer un recado - me sequé las mejillas.

-Está bien - se hizo el triste y entró al baño.

Sonreí enternecida. Era algo así como un regalo de fin de notas. Un regalo excepcional. 



Joven Bulsara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora