El pantano había perdido su brillo. boles, envolviendo la casa de Willow en una atmósfera lúgubre. Desde aquel día en que Mortis descubrió que ella era la autora de las cartas, Willow no había salido de su hogar. A pesar de que Angelo hacía lo posible por animarla y convencerla de que diera el siguiente paso, ella simplemente no podía.
—Willow, por favor... —Angelo imploraba una vez más—. Necesitas hablar con él antes de que sea demasiado tarde.
Willow, con los ojos hinchados por las lágrimas, negó con la cabeza desde la ventana. Cada vez que recordaba la mirada perpleja de Mortis al descubrirla, su corazón se rompía un poco más.
Mortis, por su parte, había intentado visitarla varias veces. Al principio, tocaba la puerta con suavidad, preguntando si estaba bien. Luego, sus visitas se convirtieron en gritos desesperados para que lo dejara entrar. Pero cada vez, la respuesta era el silencio.
Un día, agotado y sintiéndose rechazado, Mortis decidió salir a pasear por las afueras del pantano para despejar su mente. Fue entonces cuando, por casualidad, se encontró con Bibi. Ella estaba sentada en una roca, con los hombros caídos y los ojos mirando al suelo.
—¿Bibi? —Mortis se acercó, preocupado—. ¿Estás bien?
Bibi levantó la vista con una sonrisa triste.
—Supongo que... no soy tan buena como pensaba en esto de los sentimientos —respondió con un tono amargo—. Pero al menos, no soy la única a la que han dejado colgada, ¿verdad?
Mortis suspiró, compartiendo su dolor. Ambos se habían enfrentado al rechazo y la soledad, sintiéndose incompletos.Solamente con la compañia de ellos 2 en silencio
—Oye...... Bibi rompió el silencio después de un rato—. Sé que esto suena tonto, pero... ¿te gustaría salir conmigo? No como una cita, sino solo para no sentirnos tan miserables.
Mortis, después de un momento de reflexión, asintió.
—Sí, me parece buena idea. Necesito compañía... aunque sea para distraerme de lo que no puedo cambiar.
Y así, lo que comenzó como una simple salida para pasar el tiempo, se convirtió en algo más. Mortis y Bibi comenzaron a verse con regularidad. Al principio, eran conversaciones triviales para pasar el rato, pero con el tiempo, esos encuentros se convirtieron en una especie de refugio para ambos. La risa y la calidez que compartían florecieron, y pronto, lo que parecía una amistad casual tomó una forma más profunda.
Mientras tanto el tiempo pasaba y pasaba....
Willow continuaba encerrada en su casa, sin saber que cada día que pasaba alejaba a Mortis más y más. Angelo intentaba desesperadamente sacarla de su aislamiento.
—¡Vamos, Willow! No puedes seguir escondiéndote así. Mortis te visitaba todos los días... pero ya ni siquiera lo veo por aquí. Si no haces algo pronto, lo perderás para siempre.
Pero Willow solo se acurrucaba en su cama, incapaz de encontrar el valor que tanto necesitaba.
Con el paso de las semanas, las visitas de Mortis se volvieron menos frecuentes. Primero, dejó de venir a diario. Luego solo aparecía una vez a la semana... hasta que un día, simplemente dejó de ir.
Una tarde, finalmente, Willow decidió salir de su casa. El peso del arrepentimiento la aplastaba, y sabía que tenía que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. Caminó hasta el claro donde solían encontrarse, esperando ver la silueta alta y elegante de Mortis. Pero lo que encontró fue algo que nunca esperó.
A lo lejos, bajo la sombra de un árbol, vio a Mortis y Bibi. Él la tomaba de la mano con una sonrisa que Willow no había visto en él antes. No había duda, había encontrado consuelo en los brazos de otra persona.
El mundo de Willow se derrumbó en ese instante. Sintió cómo su corazón se partía en mil pedazos, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control. Dio un paso atrás, tropezando con una rama. Mortis volteó al escuchar el ruido, pero Willow ya se había dado la vuelta y corría hacia su casa, sus sollozos resonando en el aire.
—¡Quien handa hay! —gritó Mortis pero sus palabras se perdieron en el viento.
Willow se encerró en su casa, con el rostro empapado en lágrimas. Angelo, al verla entrar así, supo que algo había pasado.
—¿Willow? ¿Qué ocurrió? —preguntó con preocupación.
Willow, temblando, solo logró articular unas palabras entre sollozos.
—Me... me descubrió... pero no fui lo suficientemente valiente para enfrentar mis sentimientos. Ahora... él ha encontrado a alguien más.
Angelo la miró con tristeza, sin saber qué decir. Sus palabras murieron en su garganta, porque sabía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría el dolor de Willow.
—Lo he arruinado todo, Angelo... —murmuró Willow, su voz quebrada—. Lo he perdido, ¿verdad?
Angelo, con lágrimas en los ojos, la abrazó con fuerza.
—Sí, Willow... lo perdiste. Pero al menos, ahora sabes que esconderse nunca trae nada bueno.
Y asi los ecos de su amor que perdido resonaban en su mente, recordándole que la indecisión y el miedo la habían condenado a un destino solitario y el Pantano se convirtió en el reflejo de su corazón roto... un lugar donde los ecos del pasado jamás se desvanecerán.
Fin 💔
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