23 ;; El gato Cheshire

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La mañana siguiente, el lobby del hotel estaba tranquilo, con solo un puñado de huéspedes comenzando su día. El ambiente seguía siendo tenso después del caótico regreso de Emily y Charlie la noche anterior. La princesa aún no había hecho acto de presencia, y los murmullos de confusión persistían entre los presentes.

Fue entonces cuando la figura de Alastor apareció en el centro de la sala. Su sonrisa era tan amplia y aterradora como siempre, pero quienes lo conocían bien notaron algo distinto: sus ojos reflejaban un cansancio inusual, casi imperceptible. Caminó con paso firme hacia el centro del lobby, captando la atención de todos.

—¡Buenos días a todos! —anunció con su habitual tono alegre y teatral—. Espero que hayan descansado... porque yo no lo hice.

Vaggie, que estaba cerca de la recepción, giró rápidamente hacia él, con su habitual expresión de desconfianza.
—¿Qué quieres, Alastor? —dijo con los brazos cruzados y tono cortante.

Él inclinó la cabeza hacia un lado, manteniendo su sonrisa, pero sus ojos se clavaron en los de Vaggie con una intensidad que la hizo tensarse.
—Simplemente quiero corregir un pequeño malentendido de anoche. Parece que todos están muy confundidos sobre ella.

Alastor señaló hacia las escaleras, como si hiciera alusión a Emily sin necesidad de nombrarla. Algunos huéspedes intercambiaron miradas, y Vaggie frunció el ceño.
—¿Malentendido? —replicó, avanzando un paso hacia él—. No hay ningún malentendido. Esa chica es un peligro. No sabemos por qué está aquí ni qué planea.

—Ah, querida Vaggie, siempre tan desconfiada —respondió Alastor con una ligera carcajada—. Pero permíteme iluminar tu limitada perspectiva. Emily no es un peligro... al menos no más que cualquiera de nosotros aquí.

Vaggie lo fulminó con la mirada.
—¡Es una serafín! ¿O ya olvidaste lo que hacen en el infierno? ¡No están aquí para quedarse, están aquí para destruir!

El ambiente se volvió más tenso. Alastor dejó de sonreír, su expresión suavizándose en algo que rozaba lo serio, una rareza en él.
—Sí, es cierto, ella es una serafín —admitió, provocando murmullos entre los presentes—. Pero también es cierto que ha estado en este hotel durante bastante tiempo. Y si quisiera destruirnos, ¿no crees que ya lo habría hecho?

—¿Cómo sabemos que no está esperando el momento perfecto? —insistió Vaggie, dando otro paso al frente, esta vez con más agresividad.

Alastor rió suavemente, pero esta vez no había diversión en su tono.
—Porque la conozco. —Su respuesta fue directa, dejando a todos momentáneamente en silencio—. Ella no está aquí para matar. Está perdida, como todos nosotros.

—Eso no la hace menos peligrosa —gruñó Vaggie, pero su voz vaciló por un instante.

—¿Peligrosa? Tal vez. Pero ¿no es eso lo que hace a este hotel tan interesante? —respondió Alastor, recobrando su sonrisa característica—. Después de todo, este lugar está destinado a redimir a los condenados, ¿no? ¿Por qué no permitirle quedarse y ver qué sucede?

Vaggie apretó los dientes, claramente irritada, pero no respondió. Los murmullos aumentaron, y algunos huéspedes comenzaron a mirar a Alastor con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Sin más, Alastor dio media vuelta, como si el asunto estuviera zanjado.
—Ahora, si me disculpan, tengo cosas más importantes que atender.

Con esa última palabra, desapareció entre las sombras, dejando a Vaggie y al resto del lobby en un incómodo silencio.

Vaggie bufó, su irritación evidente mientras cruzaba los brazos. Ahora, no solo lidiaba con la presencia de Emily, sino también con el hecho de que todos supieran su pasado como ángel exterminador. Se sentía expuesta y vulnerable, pero trató de mantener una fachada firme.

Contrato de sangre [AngelicSmile]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora