O8 ;; Un día del ciervo

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Una semana había pasado desde que Emily perdió sus alas, y en ese tiempo, Alastor había sido testigo de una transformación tanto física como emocional en ella. Sir Pentious también llevaba ese mismo tiempo alojado en el hotel, pero su presencia apenas era relevante en comparación con lo que ocurría con Emily.

A medida que los días avanzaban, la recuperación de Emily era notable. Lo que en un principio parecía ser un proceso largo y doloroso, se había acelerado de manera sorprendente desde que las alas, que tanto habían sufrido, finalmente desaparecieron. Cada día, Emily mostraba signos de mejora: su energía regresaba, su piel recuperaba el brillo perdido, y su magia, esa esencia angelical, comenzaba a fluir de nuevo. Para cualquiera, esto sería un motivo de alegría, pero para Alastor, traía consigo una preocupación creciente.

Aunque Emily no parecía tener mucha experiencia en combate, Alastor no era ajeno a la verdadera naturaleza de los serafines. Su rango celestial no era algo que pudiera ignorar. Sabía que dentro de ella existía un poder inmenso, uno que podría desatarse si era provocado. Y ahora que estaba recuperando sus habilidades mágicas, ese poder, aunque descontrolado y sin dirección clara, representaba un posible problema en el futuro.

Emily, con su delicadeza y fragilidad, no parecía ser una amenaza evidente, pero Alastor entendía que la fachada de inocencia no siempre coincidía con la verdadera capacidad de un ser. No dejaba de observarla, notando cómo su poder crecía día a día, preguntándose qué haría ella con él, si acaso llegaba a comprender la magnitud de lo que llevaba dentro.

Pero por ahora, la dejaba recuperarse, observando de cerca, mientras aquel serafín sin alas comenzaba a redescubrir lo que era capaz de hacer sin las cadenas que alguna vez la ataron a los cielos.

Esa misma tarde, en el séptimo día desde la llegada de Sir Pentious al hotel, Alastor y Emily almorzaban juntos en una tranquila pero peculiar escena. Emily, como de costumbre, comía su jambalaya, una comida que Alastor había preparado previamente para ella, mientras él disfrutaba de un ciervo crudo.

Cada vez que ella miraba de reojo su comida, su rostro se contraía con asco y rápidamente desviaba la mirada. La albina luchaba por mantener la compostura, pero era evidente que la dieta carnívora y salvaje de Alastor no era algo a lo que se acostumbraría fácil.

En medio de ese incómodo silencio, ambos escucharon pasos que resonaban en el pasillo, acercándose con rapidez. Alastor, sin cambiar su expresión despreocupada, chasqueó los dedos. En un instante, la sombra que le acompañaba se levantó como una ola oscura y envolvió a Emily, transportándola sin previo aviso hacia un rincón encantado de su habitación: una especie de pantano oculto en el bosque, hechizado por el mismo Alastor. Aunque no era particularmente espantoso, la transición fue abrupta para Emily. Por suerte, su comida viajó con ella, aunque la sorpresa en su rostro dejaba claro que no estaba preparada para tal maniobra.

-Otra vez esto... -murmuró Emily, suspirando mientras miraba el paisaje pantanoso a su alrededor.

Sabía que, si Alastor había hecho aquello, debía esperar. Y aunque en el fondo deseaba salir de la habitación en algunas ocasiones, entendía que esa era su manera de protegerla.

Pero no pudo evitar que una punzada de incomodidad se instalara en su pecho. Sabía que su naturaleza celestial era la razón por la que Alastor la escondía, que probablemente lo hacía para protegerla de algo, pero aquello no evitaba que se sintiera rechazada. La forma en que la envolvía su sombra, por más conocida que fuese, le recordaba que no pertenecía del todo a ese lugar.

Mientras observaba el pantano, una sensación de soledad la embargó. El ambiente húmedo y sombrío del lugar, aunque no aterrador, aumentaba esa sensación de aislamiento que se formaba lentamente en su interior. Emily se encontraba sola, rodeada de árboles retorcidos y el eco lejano de criaturas del pantano. Su magia comenzaba a regresar poco a poco tras la pérdida de sus alas, pero sentía que eso también la distanciaba de los demás.

Contrato de sangre [AngelicSmile]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora