Tras haberse despertado de un coma de dos años, Lisa no recuerda nada, ni siquiera su nombre o quién es ella misma, haciéndola sentir sola y vulnerable.
Sin embargo, esa soledad se esfumó al sentir el calor de la mano de una mujer que estaba a su l...
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El sol ya estaba comenzando a ocultarse cuando Lisa terminó de ajustar el toldo con Irene. La brisa del mar le revolvía el cabello, y la arena fría bajo sus pies descalzos le provocaba una sensación extrañamente reconfortante. De repente todas las preocupaciones de ambas se habían ido con el viento, porque se tenían entre sí.
Era hermoso.
Lisa apenas podía creer que Irene hubiera planeado todo esto para ellas. ¿Con qué tiempo?
Cuando se giró para mirarla, la encontró sacando algunas cosas de la canasta que había traído.
—Hyun, esto es… increíble —dijo Lisa con una sonrisa—. ¿Cómo pensaste en cada detalle?
Irene levantó la vista y le guiñó un ojo.
—Porque me importas, nada puede fallar cuando se trata de ti.
Lisa sintió el pecho calentarse y, sin pensarlo, sacó su cámara portátil del bolsillo y le tomó una foto.
Irene, inclinada sobre la canasta, con la luz anaranjada del atardecer bañándola en un resplandor dorado, era la imagen más hermosa que había visto.
—¿Me sacaste una foto? —preguntó Irene con diversión.
—Varias —admitió Lisa, riéndose.
—Entonces yo también quiero unas tuyas.
Antes de que Lisa pudiera reaccionar, Irene ya tenía su cámara en la mano y la estaba fotografiando.
Lisa se llevó una mano al rostro, fingiendo molestia.
—¡No me avises entonces!
Irene rió y se acercó, deslizando los brazos alrededor de su cintura.
—¿Sabés qué? Una foto juntas es mejor.
Lisa sintió la suavidad de la piel de Irene rozando la suya cuando acercó su rostro al de ella y levantó la cámara en un ángulo perfecto.
El sonido de haber capturado una foto resono en sus oídos mientras Irene besaba su mejilla. Lisa se mordió el labio, conteniendo una sonrisa. Irene siempre encontraba la forma de hacerla sentir especial.
Cuando terminaron de armar su pequeño "campamento", decidieron dar una caminata por toda la playa de la mano, apreciando el hermoso paisaje que tenían delante suyo. Aprovecharon cada detalle para fotografiar ya sea al horizonte o a su pareja distraída. Querían capturar cada momento de su cita.
Enfrentando al ocaso, decidieron pedir un deseo, con los ojos cerrados y a pesar de que no lo dijeron en voz alta sabían que habían pedido algo parecido: que nada del mundo las pueda separar.
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