*capítulo especial San Valentin
Nora
Bajo el sonido de la música que hacía vibrar el suelo bajo mis pies, mientras las luces de la discoteca parpadeaban en luces de neón. Nerea y Berta bailaban cerca de la barra, pero yo no podía concentrarme en nada más que la sensación de mi propio pulso acelerado. Porque lo había visto.
Dylan estaba aquí.
Llevaba una camiseta negra que se pegaba a su cuerpo como si hubiera sido diseñada solo para él. Su pelo estaba despeinado de esa manera despreocupada que me volvía loca y sus ojos marrones, claros bajo las luces, me encontraron al otro lado de la pista de baile.
No sonrió . No hizo ningún gesto exagerado. Solo me miró, y joder, eso fue suficiente.
Mi cuerpo reacciono antes de que mi cerebro pudiera pensar en las consecuencia. Me deslicé entre la multitud hasta llegar a él, mi respiración entrecortada, mi piel ardiendo sin ni siquiera haberlo tocado todavía.
- ¿Me estabas buscando?- preguntó, su voz grave apenas audible entre la música.
- Tal vez - susurré, desafiándolo.
Su mandíbula se tensó levemente, y antes de que pudiera reaccionar, sentí su mano en mi cintura.
—Ven conmigo —murmuró cerca de mi odio.
No dudé. No pregunté a dónde íbamos. Simplemente lo seguí.
Dylan
No podía pensar en nada más que en ella. En cómo su vestido rojo se pegaba a su cuerpo, en la forma en que sus labios se entreabrían ligeramente cuando me miraba. Sabía que esto era una puta locura, que no deberíamos estar escapándonos al baño de la discoteca como si no hubiera un mañana, pero me importaba una mierda.
Empujé la puerta del baño individual y la cerré con la llave en cuanto Nora entró. Estábamos los dos solos. Solo ella y yo, con la música retumbando al otro lado de la pared y nuestros cuerpos demasiado cerca.
—Dylan... —susurró, pero antes de que pudiera decir algo más, la besé.
No fue un beso suave. No podía serlo. Llevaba toda la maldita noche observándola, deseándola, recordando cada vez que la había tenido en mis brazos y queriendo más.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, jalándome más cerca, y sentí cómo su cuerpo se presionaba contra el mío sin reservas. Deslicé mis manos por su espalda, deteniéndome en su cintura antes de sujetarla con fuerza, asegurándome de que no hubiera distancia entre nosotros dos.
-No sabes lo que me haces... —murmuré contra su piel.
Nora soltó un suspiro tembloroso, y su reacción hizo que mi autocontrol dependiera de un hilo. Su piel estaba caliente bajo mis manos, su respiración entrecortada, y cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, supe que estábamos al borde de perder la razón.
—Dime lo que quieres esto —le susurré, rozando su boca con mis labios.
—Lo quiero —contestó sin dudar.
Y eso fue todo lo que necesité escuchar para desatarme por completo.
El sonido amortiguado de la música vibraba en las paredes del baño, pero para mí solo existía ella. Nora, con su pecho subiendo y bajando rápidamente, con sus labios entreabiertos y esa mirada clara que me desafiaba y me pedía más al mismo tiempo.
Deslicé mis manos por sus muslos, subiéndola lentamente hasta su cintura, sintiendo la calidez de su piel a través del fino tejido de su vestido.
Ella no aporto la mirada ni un segundo, y cuando empujé mi rodilla entre sus piernas, un leve jadeo se le escapó de su boca.
- Dylan...- susurró, su voz temblorosa, cargada de anticipación
Me incliné hacia su oído, rozando su piel con mis labios antes de murmurar:
—Dímelo otra vez, pelirroja.
—Dylan... —repitió, esta vez más suave, como si estuviera rindiéndose por completo a lo que los dos sabíamos que iba a pasar.
La besé de nuevo, más lento esta vez, como si quisiera saborear cada segundo. Su lengua se deslizó contra la mía en una danza perfecta, haciéndome perder la poca paciencia que me quedaba.
Deslicé una mano hasta la curva de su espalda y la empujé contra la pared, presionándome contra ella, sintiendo cada parte de su cuerpo encajando con el mío. Podía notar el calor de su piel a través de la ropa, el latido acelerado de su corazón contra mi pecho.
—No sabes lo preciosa que estás ahora mismo... —dije en un susurro contra sus labios.
Nora me miró con una mezcla de deseo y vulnerabilidad, y fue en ese instante que supe que no se trataba solo de atracción física. Esto era más. Ella era más
Mis dedos rozaron la parte baja de su espada, dibujando círculos suaves que hicieron que se estremeciera. Su respiración se volvió más errática cuando mi mano descendió lentamente por su muslo, subiendo la tela de su vestido en el proceso.
Sentí cómo sus uñas se hundían en mis brazos, su cuerpo arqueándose ligeramente hacia mí en una respuesta silenciosa.
—Dylan... —murmuró otra vez con los ojos cerrados, perdida en la sensación.
Me detuve por un momento apoyando mi frente contra la suya, tratando de recuperar el control.
—Dime si quieres que pare —susurré, mi voz ronca por el deseo.
Ella abrió los ojos, su mirada más intensa que nunca.
—No quiero que pares —dijo sin dudar.
Y con esas palabras, supe que estaba completamente perdido en ella.
Nora (otra vez)
Cada toque suyo me encendía un fuego bajo mi piel, cada roce de sus labios contra los míos hacía que me olvidara de todo lo que nos rodeaba.
El sonido apagado de la música, la vibración de los bajos, la luz tenue del baño... nada importaba. Solo él.
Sentí cómo sus manos exploraban mi piel con una mezcla de urgencia y ternura, deslizándose por mis muslos y subiendo lentamente por mi cintura, como si estuviera memorizando cada curva de mi cuerpo.
—Eres jodidamente perfecta —murmuró contra mi cuello, haciendo que mi piel se erizara.
Su voz grave y ronca me hizo estremecer.
—Dylan... —susurré su nombre, sin ser capaz de decir nada más.
Él me sonrió contra mi piel antes de mirarme a los ojos. Sus dedos dibujaron un camino invisible por la espalda, despertando cada nervio de mi cuerpo.
Me aferré a su camiseta con fuerza, como si soltarlo significara perder el control por completo. Pero la verdad era que ya la había perdido. Con él siempre lo hacía.
Mi respiración era tan errática cuando nuestras miradas se encontraron. Su expresión era intensa, sus ojos marrones claros fijos en los míos como si intentara descifrar cada pensamiento que cruzaba mi mente.
—¿Segura? —preguntó en un susurro, su nariz rozando la mía.
Asentí sin dudar.
- Segura.
Y en ese instante, el mundo dejó de existir.

ESTÁS LEYENDO
MÁS ALLÁ DE LAS DIFERENCIAS (Entre dos mentes 1)
Teen FictionMás Allá de las Diferencias" Nora Becker, una joven de 19 años apasionada por la psicología, se enfrenta a nuevos desafíos al comenzar sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid. En la residencia universitaria, comparte habitación con Dyla...