III

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Es sábado y llevo despierto desde las ocho de la mañana planeando lo que le diré a Camila, mi vestuario, repasando los planes que tengo, entre otras muchas cosas.
La invité a las tres de la tarde, apenas son las once de la maña y ya es eterno.
Decidí ponerme mi mejor ropaje, con un nuevo perfume, parecido al que ella olió en el día anterior. Tomé el poema que le hice, inspirado en su favorito y envolví el libro que le compré, metiendo el papel del poema entre las hojas del libro.
Llegué por ella a su casa a las dos y tres cuartos de la tarde, le impresionó mi puntualidad y fuimos caminando juntos hasta la librería.
Me habló sobre sus pasiones, y adoro escuchar su voz cuando habla, es de las personas a quién puedo escuchar una y otra vez sin cansarme.
Al llegar a la librería le dije que tenía un libro para ella, y no había necesidad de que gastara en uno todavía, fui con el encargado y me entregó el libro, estaba envuelto y no se veía el contenido.
Le dije que se lo entregaría en otro lugar, compró unas hojas para agregar a su libreta especial y nos fuimos a un restaurante llamado Frida Kahlo, sé que le canta su comida y está a mi alcance.
Al salir la llevé a comprar helado, le pedí uno de chocolate doble y para mí uno triple.
Nos sentamos en una mesita en medio de los árboles del centro de la ciudad, donde por fin abrió mi regalo.
Al parecer le encantó y encontró la poema. Mientras ella lo leía me puse más nervioso que el día que la invité. Al terminarlo, sonrío, me miró a los ojos y me dió las gracias. Le había encantado el poema.
Al instante le conté más cosas bellas, cité algunas cosas que saqué de sus libros de romance preferidos, su expresión no tenía precio, hasta que le pedí ser su novio.
Mi corazón latía mil por hora, Camila sólo me miraba con exclamación. Hasta que me dijo que sí, que nunca antes le habían dicho cosas tan bellas, y menos citas amorosas de sus libros favoritos, ella ni siquiera sabía que alguien conociera sus gustos de lectura.
En fin, creo que ha sido el mejor día de mi vida hasta ahora, y espero y nunca acabe lo que sentimos.
Terminamos nuestra cita hablando sobre los "poemas" que escriben algunas personas, y reímos recordando un programa de humor negro.
Ese día dormí con una enorme sonrisa.

Diario de un apasionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora