Frozen Fractals (Segunda Temporada)

Capítulo 15

Elsa, Kristoffer y Erika pasaron poco menos de una hora esperando a que Stella preparara los camarotes, mientras observaban cómo Arendelle se perdía por un lado del horizonte y el Sol iba saliendo por el otro. La chica apareció tras ellos bostezando, indicándoles con un gesto de la mano que la acompañaran.

El interior del barco no tenía un mejor aspecto que el exterior. La humedad se colaba por las paredes y la limpieza brillaba por su ausencia. Elsa hizo una mueca de disgusto mientras avanzaban por un corto pasillo, dejando atrás unas escalerillas que, dedujeron, llevaban a la bodega.

-Aquella habitación del fondo es la del capitán y mía. –Señaló Stella.- Sobra decir que no podéis entrar sin llamar a la puerta... Ésta que está a la izquierda será la de Joan y Gudrun y la de la derecha, la de Argus. Podéis pasar a dejar vuestro equipaje.

Stella les dejó solos, volviendo a salir a la cubierta por el mismo pasillo. Los camarotes eran minúsculos. Contaban con el espacio justo para una cómoda de madera y dos camastros que, por lo menos, tenían sábanas limpias. Para que la luz entrara, al fondo tenían un oxidado ojo de buey, por el cual la brisa marina se colaba con un ligero silbido. A Kristoffer, que se sentía algo mareado, le pareció una buena idea echarse a dormir un rato, puesto que tampoco tenía mucho equipaje que ordenar. Por otro lado, Elsa se apresuró a ordenar el contenido del baúl con ayuda de Erika.

El capitán se encontraba en ese momento en la plataforma donde estaba situado el timón, controlando que la embarcación se dirigía donde Elsa le había señalado. Se le hacía extraño no tener que mirar ningún mapa o brújula. Levantó la cabeza al oír unos pasos en las escaleras que conducían a la plataforma, volviendo a bajarla con indiferencia al distinguir una melena castaña.

-Ah, sólo eres tú...

-Qué entusiasmo, capitán. –La joven alzó una ceja al tiempo que se acercaba a echar una ojeada a un viejo mapa colocado encima de una caja de madera.- ¿Tienes idea de adónde vamos?

-No, ni debería interesarnos, supongo. Si les traemos de vuelta y nos pagan, por mí como si vamos a otro continente.

-¿Has visto cómo nos ha señalado el rumbo? ¿Crees que tendrán una de esas brújulas mágicas que señalan a lo que más deseas? –Preguntó la chica, con un brillo de curiosidad en su mirada.

-De nuevo, ni lo sé, ni me interesa. –Respondió el capitán, resoplando.- Estoy harto de que preguntes. ¿Por qué no te vas a pescar el almuerzo y dejas de fantasear y ser tan cotilla?

-Vale, vale... -Gruñó la muchacha, frustrada por no poder averiguar nada.- ¡Hay que ver cómo te pones!

En el camarote, Elsa y Erika ordenaban el equipaje en silencio. Un silencio que ambas agradecían, aunque les resultase raro. Normalmente cuando estaban juntas podían pasar horas charlando sobre asuntos del gobierno de Arendelle. Sin embargo, en aquel momento parecía que una mirada o un gesto bastaban para decirlo casi todo.

-No te preocupes, Erika, ya termino yo. –Dijo Elsa, ajustándose un guante.- Ve a dar una vuelta por ahí o... O algo.

Erika sabía cuándo su tía necesitaba quedarse sola con sus pensamientos. Se fue, esperando que esos pensamientos no fueran tan deprimentes como los suyos. La culpabilidad la seguía azotando como un látigo, sin cesar ni siquiera en sueños. Se suponía que ella era la hermana mayor. Se suponía que ella era la que iba a ser reina algún día, la heredera, una gran responsabilidad puesta sobre sus hombros cuyas consecuencias aceptaba diligentemente. Era ella que tendría que protegerlos a todos, especialmente a su hermana menor. A Idunn. Sin embargo, todos esos pilares de su vida se desmoronaban a su alrededor como la nieve que se derrite ante el calor. Pero no el suave calor de la primavera, sino las llamas sin compasión de un incendio que arrasa con todo. Si no servía para proteger, no servía para nada. No era nada. La princesa rubia deseaba con toda su alma encontrar aquella dichosa flor, llegar a tiempo y suplicarle a su hermana que le diera una bofetada con todas sus fuerzas. Se lo tenía bien merecido.