- ¿Cómo liberarme de esto? ¿acaso tienes tú la respuesta?
- Si tuviese la solución a sus pesares, señor – respondió tristemente Sorrento – le aseguro que no estaríamos aquí.
Julián lo miro agonizante, lo que menos deseaba era está allí, sabía lo que ocurriría, y deseaba evitarlo, hacía semanas que se hallaba allí en la isla, aguardando lo que podría ser el final.
Tenía completa memoria de sus acciones del pasado, de la batalla con Athena...
- Saori... - murmuro y fue como si por primera vez lo razonara. – ¿ella también participara?
- Debe... como la diosa de la tierra, no puede faltar en una batalla tan importante.
- ¿Qué destino podría esperársele en el peor de los casos?
- Si pierde... la muerte de su cuerpo terrenal, y el encarcelamiento de su alma divina por los siglos de los siglos.
- ¿Es posible?
- Para alguien como Zeus, todo es posible.
- ¿Y tengo yo alguna posibilidad? – no pudo evitar que ser e asomara en los labios una mueca de ironía, de cierta burla hacia sí mismo al preguntar eso.
- No lo sé. – respondió Sorrento – supongo que ha logrado desarrollarse completamente, así que debe al menos tener grandes probabilidades de vencer.
- Ya veo. – Julián se apoyó sobre sus brazos en la balaustrada de concreto de la terraza de su mansión. La había adquirido hacia poco especialmente para pasar allí a la espera de la guerra que el antiguo oráculo de Dodona había predicho.
Sorrento lo vio tan sumergido en sus pensamientos que lentamente se escabullo hacia fuera de la habitación. Había estado todo ese tiempo junto a su señor intentando guiarlo por un sendero que lo condujera al a victoria. Sabía de antemano que era una batalla que deja librar él solo y una vez llegado el momento tendría que dejarlo.
- ¿Qué tal se encuentra? – Pregunto la rubia mujer mientras se mecía en el filo de un ventanal que daba a la alberca.
- Igual. Preocupado. – Sorrento dio un puñetazo fuerte en el concreto junto a la sirena que pareció entenderlo. – cuento los días que restan.
- No falta tanto como parece.
- Ha sido una eternidad Tetis, una eternidad... ¿Sabes lo que eso significa?
- Lo sé. – el sonido del mar rompiendo una y otra vez contra las rocas, provocando fuertes mareas sabían lo preocupado que se hallaba Poseidón.
- También Athena está aquí. – irrumpió de repente.
- ¿Enserio? – la sonrisa de Tetis fue de completa burla descarada.
- Sigue sin simpatizarte, ¿verdad?
- No me van las mujercitas como ella.
- No es que no te vayan las "mujercitas" como ella... es que o te va que le señor haya sentido algo por ella. – Tetis pareció ofenderse.
- Tú lo has dicho Sorrento. Sintió... cosas del pasado, y en la situación actual dudo que él tenga cabeza para pensar cosas que no debe. Se enfrentara a sus hermanos, la mismo Zeus... no tiene tiempo para pensar en alguien como Saori Kido.
Sorrento sonrió divertido ante la mueca de disgusto que su compañera hizo, sabia en el fondo cuanto odiaba a la que consideraba su contrincante, y el menos se relajó por un momento con aquella situación.
En otro lugar de la isla, Abel descansaba bajo la sombra de un frondoso árbol, con una sonrisa que se había asomado discretamente en sus comisuras. Sin embargo, las pisadas de Atlas acercándose lo despiertan haciéndolo reaccionar lentamente.
- ¿Mi señor?
- ¿Qué ocurre Atlas?
- La señora Athena y Poseidón se han encontrado finalmente. – Abel pareció indiferente ante esta noticia, aunque por dentro realmente le afectaba. Sentía una especie de celos, nunca se había llevado bien con Poseidón, siempre dando órdenes, siempre arrogante, aunque era su tío, no sentía que hubiese algo que realmente los uniera, y ahora, su reencarnación, enamorado de su hermana.
- ¿Algo más? ¿Alguna otra cosa? – pregunto.
- Los dioses han seguido arribando a la isla.
- Eso no es novedad – dijo mientras se ponía en pie. – ambos sabemos el motivo. El mismo Zeus decreto esta batalla desde el inicio de los tiempos, la batalla por el secreto del poder de los dioses.
- No comprendo porque Zeus ha autorizado tal cosa, ¿acaso no supone que quien gane podrá incluso competir contra él? – Abel sonrió irónico.
- Atlas... ¿acaso eres ingenuo? Lo sabe... pero no estoy tan seguro de que realmente lo permita.
- Pero...
- Piensa – y en sus labios se asomó una sonrisa de triunfo – Zeus siempre ha temido que alguno de sus hermanos o hijos incluso, atente contra su trono, contra el mismo olimpo que tanto trabajo le ha costado edificar... ¿crees que estará dispuesto entonces a compartir el secreto del universo con alguien nomas? Ni la misma Hera que es su esposa, pudo arrancárselo.
- ¿Piensa destruirlos en batalla? – dijo Atlas tentando la situación.
- Algo mejor... hará que se destruyan a sí mismos.
<< Así que de eso se trata todo. >> - pensó Atlas mientras miraba como Abel se alejaba ondeando su túnica al viento con cada paso.
Todos los dioses pelearían por un premio que no les sería entregado, una mentira que el supremo dios había creado solo para asegurar su poderío en el olimpo.
La mítica gran batalla de los dioses, que desde tiempos inmemorables los oráculos advertían, estaba cerca. Y aquella isla, iba a ser la arena de duelo.
ESTÁS LEYENDO
Caballeros del Zodiaco: La venganza en discordia.
RandomRencores del pasado, mentiras piadosas, batallas por el poder, dioses queriendo lo impocible, amores ocultos y una isla mitologica como campo de batalla. A todo esto tendran que enfrentarse Poseidon, Athena y Hades, si quieren ganar. [] Caballeros d...