Me alejé un poco de ella para mirarla a los ojos. No podía responderle eso... porque ni yo se porque vine a buscarla. Mi incliné hacia ella y capturé sus labios en un acalorado beso.
Entonces me moví más rápido, haciendo que los gemidos salieran repetidas veces de su boca, que caían sobre la mía. Ella intentaba hablar, pero el aire apenas le alcanzaba para respirar. Gruñí profundamente, cuando ella se abrazó más a mí y sentí como su cuerpo se consumía en un mar de placer, mientras se corría por mí.
Un gemido estremecedor abarcó cada rincón de la casa, y llenó de un agudo placer cada parte de mí. Me quedé quieto esperando que su respiración se calmara y que su cuerpo se relajara. Llevé mis labios a los suyos y los rocé suavemente.
—Quiero más —habló con la voz cortada. Sonreí levemente.
—Claro que si cariño, aun no he terminado contigo —le dije.
Me alejé de la pared con ella y la dejé caer sobre la cama. Terminé de quitarme lo que quedaba de ropa sobre mí, y me acosté sobre ella, sintiendo cada centímetro de su fina y suave piel contra la mía. Un suave suspiró salió de sus labios y su cuerpo se amoldó al mío.
Antes de enterrarme de nuevo en ella, quería saborear un poco de esa dorada piel que me traía loco desde hacía varias semanas. Besé sus labios levemente, y con cuidado bajé mi boca hasta su mentón. Sentí una de sus manos sobre el lugar en donde estaba mi tatuaje, sus dedos lo marcaron suave, y recorrieron cada línea que sobresalía del dibujo. Sonreí por lo bajo al recordar sus palabras aquella noche después de lo de Susan.
—Oye —le hablé en voz baja y comencé a bajar mi boca por su cuello, la mordisqueé suavemente, haciendo que su respiración se comenzara a agitar.
—¿Si? —susurró.
—Yo se que no lo recuerdas, pero la noche en la que te emborrachaste en lo de Susan, cuando estábamos en casa y yo te llevaba a la habitación, me dijiste algunas cosas.
—Si las recuerdo —musitó y me alejé de su cuello para mirarla a los ojos. Una sonrisa perversa se curvó en sus labios —Recordé lo que pasó después de irme de tu casa —sonreí y volví a bajar mi boca a su cuello, su mano seguía acariciando mi tatuaje. Subí hasta su oreja —Quiero lamer tus tatuajes, Manuel...
La piel de mi nuca se erizó y saboreé sus palabras casi tanto como lo estaba haciendo con ella.
—Lamento decirte que vas a tener que quedarte con la gana, porque esta noche yo voy a ser el único que va a saborear aquí... —ella rió por lo bajo —Eres tan suave, _______ —le dije mientras seguía mordisqueando la delicada piel de su cuello.
—Y tú eres tan...
—¿Tan que? —pregunté mientras descendía sobre ella y besaba el espacio suave que había entre su cuello y sus pechos.
—Eres tan fuerte... y tan salvaje... como me tientas —respondió.
Seguí bajando hasta encontrarme con dos hinchados pechos. Abrí mi boca y con cuidado tomé uno de ellos. Ella se arqueó hacia mí y su mano derecha se enterró en mis cabellos. Suspiré al sentir su pezón bajo mi lengua.
—Dios, Padilla —gimió mientras seguía jugando con su pezón.
—Me enloquece que me llames así, cariño —le dije mientras dirigía mi boca al otro. Rió pícaramente
—Padilla —dijo mientras su mano acariciaba mis cabellos.
Sonreí divertido, seguí bajando por su suave vientre, ganándome caricias y algunas perversas palabras de su parte, y volví a subir a sus pechos. Su mano me llevó hasta su boca en donde recibí un apasionado beso, su lengua buscó la mía y jugó con ella. Gemí sobre sus labios y la besé más aun.
Rocé con mi mano la curva de su cadera, seguí bajando por su muslo suave, seguí bajando hasta que pude tocar la parte que más ardientemente deseaba de ella. Ella gimió y tembló mientras cuidadosamente separaba sus piernas y atormentaba su hendidura.
Oh sí, yo quería esto de ella. Quería ver su cabeza contra las almohadas y oír mi nombre salir de su boca cuando se corriera por mí otra vez.
Sus manos se posaron en mis hombros y me apretó con fuerza, mientras mis dedos la acariciaban. Me separé de su boca y la miré fijo a los ojos. Esos ojos profundos, cautivantes, que con una sola mirada te sacan todo el aire. Ella alzó la cabeza y mordisqueó mi mentón y mandíbula. Necesito decirle algo, pero no sé que.
—¿Qué quieres decirme Manuell? —preguntó como si estuviera leyendo mi cabeza.
Ella seguía besando mi mentón y cuello. Subí mi mano por su cintura, acariciándola delicadamente. Tragué saliva... no puedo decir aquello, yo no sé que pasa conmigo.
—Te deseo y mucho —dije lo primero que se me vino a la cabeza.
Se alejó de mi mentón y clavó su mirada en la mía, como si estuviera tratando de leer lo que pienso.
—Bésame —me ordenó.
Bajé mi rostro hacia ella y capturé sus labios. Pero esta vez su beso no es apasionado... es un beso suave, lento... dulce. Confundió aun más mis pensamientos y me hizo reprocharme el estar aquí. Pero no, no puedo arrepentirme de esto, esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo he deseado desde que posé mis ojos en ella y al fin lo estoy teniendo.
Incapaz de esperar un poco más le abrí más las piernas y me volví a hundir en ella. _______ arqueó la espalda arrastrándome más profundo en su interior y gimió llenándome de más placer. Yo no puedo entender como ella lo hace, pero con cada segundo me enloquece aun más. Me senté sobre mis piernas y empujé más mis caderas. Y así me deslicé en ella, lentamente, profundamente. Era un ritmo arrollador que la hizo contorsionarse ante el intenso placer de mis íntimas caricias. Ella clavó sus ojos en mí, mientras respiraba por la boca trabajosamente.
—Eres tan bella —murmuré, meciendo mis caderas contra las de ella y empujándome en su interior aún más profundo y más duro. La tomé de las caderas y la acerqué más a mí.
—Tú también —me dijo agarrándome las rodillas.
Acaricié su suave vientre y también sus piernas.
¡Oh ella me daba tanto placer! Juro que he tenido sexo más veces de la que puedo contar, pero había algo nuevo en esto, algo fresco y distinto a todo.
Ella agarró con fuerza las sabanas y mordió sus labios al sentir que otro orgasmo la invadía. Yo sonreí agitadamente y me moví más dentro de ella. Gruñí ante el sonido de su éxtasis mientras su cuerpo se aferraba al mío. Gimiendo mi nombre se estiró y me arrastró encima de su cuerpo.
Luego hizo la cosa más extraña de todas... acarició con su nariz mi cuello y mi cara, dejando caer suaves y mojados besos por mi hombro y mi mejilla. Me congelé.
—Nunca había sentido nada mejor que tú llenándome —me confesó débil.
—Nunca había sentido nada mejor que estar dentro de ti —me forcé a decirle.
Aunque de verdad no debí decirle eso... aunque fuera realmente cierto.
Sus brazos me mantuvieron apretado contra ella, mientras envolvía sus piernas alrededor de mis caderas.
La ternura de su toque y sus acciones me punzaron, haciendo que me tensara aun más. Mis caderas seguían empujando dentro de ella, mientras sus manos acariciaban mi piel.
Era como si realmente yo le importara, como si yo significara algo para ella. Como si ella me... me quisiera... Apenas podía respirar.
Por primera vez en mi vida sentía que estaba teniendo algo más que sexo... No, no, eso no era así. Yo estaba teniendo sexo. Sexo increíblemente genial, pero nada más que sexo.
Sexo.
Simple.
Primitivo.
Básico.
Elemental.