37. Inevitables lagrimas

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-¡Yo no soy un asesino! Fue sin querer y estaba borracho.-Le gritó Ángel.
-Pero eso no explica nada. ¿Porque besaste a Natalia?
-La historia no ha terminado.

Y tras una pausa continuó.

-En el centro de menores, conocí a Valentina. Nunca llegue a saber porque ella había llegado hasta allí. Era una chica muy misteriosa. Hace dos años, cuando llegué a mi casa después de tanto tiempo pensé que estaría solo y que nadie me apoyaría. Pero estaba equivocado, mi tía me seguía queriendo, y empecé a salir con Valentina. Aunque lo nuestro no funcionó y decidimos continuar como amigos. Hace unos meses mi padre salió de la carcel. No he tenido ningún contacto con él, pero he leído en periódicos las noticias que tenían alguna relación con él. Entonces descubrí que le estaban robando a él y a otros corruptos, y que últimamente se denunciaban muchos atracos. Y decidí investigar sobre el tema. Y encontré esta asociación. Valentina y yo hacíamos un equipo perfecto, así que entramos para pararles los pies. Porque no quería que mi padre sufriera mas, me ha hecho mucho daño, pero al fin y al cabo es mi padre, y le quiero. Nuestra única misión era infiltrarnos, y devolver el dinero robado, o intentar parar esos atracos. Y Valentina fue la que te pegó, yo al principio no lo sabia, pero luego me amenazó con descubrir mi tapadera y tuve que mantener el secreto. Lo siento mucho. Os he hecho mucho daño, a todos.

-¿Pero, por que me besaste?-Insistió Natalia.
-Porque tu ya sabias todo esto.- Le respondió.
-No, no lo sabía.
-Pero, Valentina, me dijo que sí, y que si no te besaba se lo contarías todo.
-¡Pero que mentirosa!
-Lo siento.-Repitió.

Julia, estaba cada vez más agobiada, entre la claustrofobia y aquella confesión, se iba a desmayar allí mismo. Giovanni, que estaba sentado en el suelo, no daba crédito a lo que acaba de escuchar, le parecía algo irreal.

-Confiaba en ti.- Dijo levantándose.-Te conté cosas que nadie sabia, te acogí en mi casa, te traté como a un hermano. Que idiota he sido. ¿Cómo no me he podido dar cuenta?
-Giovanni, perdóname por favor. Toma esto, cogélo.- Dijo tendiendole un paquetito.
-No quiero nada tuyo.
-No es mío, es tuyo.- Tras esa respuesta. Giovanni se le quedó mirando extrañado.- Cuando me di cuenta de que erais buenos, y que solo queríais el bien de las personas. Cogí el dinero de mi padre y compre esto. Nati, aquello que viste, no eran drogas, era un llavero.
-Quizás necesite gafas.- Dijo Natalia riendo.
-Será mejor que vallas al oculista.- Le respondió Ángel con la misma expresión.

-Este es el llavero que porta las llaves del alma, es una vieja leyenda Griega. Y como fue mi inspiración para crear esta asociación, es muy importante para mi.- Dijo Giovanni cogiendolo de las manos de Angel.
-Y por eso, te lo doy. Porque te lo mereces, por todo el esfuerzo que te ha conllevado esta asociación.-Le respondió
-Muchas gracias de verdad. Pero que te perdone, no quiere decir que vuelva a confiar en ti.
-Lo sé.
Y sin pensárselo dos veces, se abrazaron. Y tras 30 segundos de intensos abrazos y lagrimas, Natalia les interrumpió.

-Y porque te cámbiaste el nombre?-Preguntó
-Para que no me reconocieran. Mis apellidos tienen una larga historia.- Dijo riendo.
-Y porque trabajáis de monitores en un hotel?
-Necesitamos un trabajo, también tenemos unas hipotecas que pagar.-Le respondió Giovanni.

Cuando parecía que todo estaba arreglado, habló Julia, que está ahora no había pronunciado nada.

-Olvídate de mi.-Dijo.
-Julia...por favor...-Dijó Angel, con los ojos rojos.
-¡Víctor o Ángel o como cojone* te llames!-Dijo gritando.- Me has mentido desde el primer momento en el que me viste. Y lo has hecho hasta el último, porque cuando las put*s puertas de este put* ascensor se abran, no volverás a saber nada de mi. Y espero que yo de ti tampoco.
-No te he mentido del todo.
-A no?- Dijo sarcásticamente.- Pues después, me presentas a tu hermano pequeño al que tanto le gustan los hoteles, y cuando quieras vete a viajar por el mundo operando a personas, y ya de paso les pegas un chicle en el hígado, o en los intestinos, o mejor todavía, en el corazón, para que cuando despierten se acuerden de ti toda la vida, y lloren porque les has dejado. ¡Invecil!
-No te mentí cuando dije que te quería.

Y entonces las inevitables lagrimas aparecieron, cargadas de rabia, enfado y tristeza, pero sobre todo de amor. Las gotitas de agua salada recorrían las mejillas de todos los presentes en aquel ascensor. Una gran explosión de sentimientos adolescentes se acumulaba en un  lugar demasiado pequeño, y pronto faltaría espacio. Las paredes empezaban a juntarse cada vez más, era una situación asfixiante. Y cuando sus barrigas rugían de hambre, su garganta de sed y empezaba a faltar el oxigeno tras 6 horas encerrados, las puertas se abrieron. Sus esperanzas, que les habían abandonado unas horas atrás, habían vuelto, aunque en aquel ascensor habían perdido muchas cosas, que serán difíciles de recuperar.

Va por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora