44. Oh Juan. Oh, Diego

54 10 0
                                    

La sala estaba llena de jóvenes de todas partes del mundo, desde japoneses hasta mexicanos. Pero con la poca iluminación a penas se distinguían entre unos y otros. La decoración era excelente, realmente parecía que estuvieran dentro de una película o libro, habían castillos de princesas dibujados por las paredes, del techo colgaban espadas láser, en el pequeño escenario donde cantaba el grupo de música, se encontraban todos los instrumentos necesarios para rodar una película, había pancartas de algunos personajes de ficción como: Sherlock Holmes, Superman, el principito, darte Vader, Dorothy, el gato con botas... Y muchos mas.

Cuando el grupo entro en la habitación, no tardó en dividirse, Rafa fue a hablar con Juan, Jorge se fue en busca de una princesa a la que amar durante una noche, y las chicas fueron a la barra para pedirse unos refrescos.

-Julia, no ha venido. ¿Que vamos a hacer?- Dijo Rafa nervioso.
-No te preocupes, vendrá. El destino la traerá hasta aquí.- Le respondió Juan intentando tranquilizarlo.
-Pues si no la trae él, iré yo a por ella, me inventaré alguna excusa y la haré bajar.
-Llegará. Lo bueno se hace esperar.
-Llevo casi 10 años esperándola, creo que podré soportar unas horas más.- Dijo riéndo.
- A si me gusta, se positivo, Rafa. ¿Te sabes la canción?
-Si, aunque tengo unas dudas al final.- Dijo señalándole con el dedo un compás de la partitura.
-No te preocupes, si te pierdes intenta improvisar o para, yo estaré acompañándote con la guitarra.
-Vale, muchas gracias, Juan. No se que como agradecerte esto.
-No tienes nada que agradecerme, la música es algo que no me importa ofrecer sin recibir nada a cambio, porque cada vez que toco un acorde, crezco como músico, y como persona. Tu forma de agradecerme esto, es haberme enseñado lo que me has enseñado, y haberme dado tu granito de arena, al igual que hicieron otras personas antes que tu, y lo harán muchas otras. Y todos vosotros, habéis formado una gran montaña, en la que yo estoy en la cima, porque yo no quiero fama y dinero, tan solo quiero esa montaña, formada por toda la gente a la que aprecio, vosotros formáis mi vida, y por eso estoy en la cima, porque soy mi protagonista, y aunque siga en el anonimato, estaré en el corazón de mucha gente por mi música y porque yo también me he asegurado, de cuando recibo un granito de arena de otra persona, darle a esa persona, uno mío, para formar parte de su vida y ayudarle a subir a lo mas alto, a su cima.
-Juan, eres todo un dios de la lengua. Te expresas igual de bien hablando, que cantando.
-Al fin y al cabo, es parecido, ¿no?-Dijo riéndo.
Y tras varias risas una presencia nueva, alertó a Rafa.
-Oh, no, no, no. Ha venido.
-¿Quién, Julia?
-No, Ángel.
-¿Quién es Ángel?
-Quiero decir, Víctor. Es una larga historia. No tengo tiempo de contártelo ahora. Voy a hablar con él. Quiero dejarle las cosas claras.
-Vale, pero ten cuidado, y no te metas en ningún lío, que aunque tenga un grano de arena tuyo, y tu uno mío, sigo siendo tu profesor, y puedo castigarte.- Dijo irónico.
-Lo tendré.
Y tras responder, fue en busca de Ángel, aunque después estará bastante arrepentido de sus actos.

Mientras tanto Lucia y Natalia, estaban en la barra pidiéndose los refrescos.

-Dos fantas de naranja, por favor.- Pidió Natalia al camarero.
-A ti lo que haga falta.- Le respondió el camarero acompañado de un guiño con el ojo izquierdo.
A los pocos minutos el espabilado camarero les trajo su su bebidas con un posavasos a las chicas, pero el de Natalia era diferente al de Lucia, en el suyo había escrito una cosa. Un numero de teléfono. Desconcertada, levantó la vista, y el camarero le susurro una palabra.
-Llámame.- Le dijo. Y tras otro guiño, aunque esta vez con el ojo derecho, se marchó a servir a otras personas.

-Tia, ligas con todo el mundo.- Le dijo Lucia.
-Perdona, pero yo no he ligado con nadie, solo le he pedido dos fantas de naranja, es él quien me ha dado su numero. ¡Yo no se lo he pedido!
-Es que tienes un cuerpo...- Dijo mirándola de arriba a abajo.
-Tendré un cuerpo muy bonito, pero no le gusta a quien quiero que le guste.- Dijo, mirando a Diego. Y tras un suspiro se volvió a Lucía.
-¿Pero, te gusta de verdad?
-Si... Desde el primer día que lo vi.
-¡Que fuerte!- Dijo Lucia asombrada.
-Pero nunca se fijaría en mi, soy una niña para él.
-Quizás no... Se esta acercando aquí.
Natalia empezó a ponerse nerviosa. Y para verse más atractiva se bajó un poco el vestido para pronunciar mas su escote, aunque lo único que consiguió fue que se le viera medio sujetador.
-¿Pero qué haces?- Le susurró Lucia.
-Bajarme el vestido, quiero que se note que uso la talla 100 y sin push-up. Soy 100% natural.
-¿¡Usas la talla 100!? Pero si yo ni si quiera llego a la 90.
-A si es, pequeña. Vengo de una familia con el numero 100 marcado a pecho, y nunca mejor dicho.- Dijo riéndo.- Mis bisabuelos, ambos, cumplieron los 100 años vivos, al igual que mis tatarabuelos, y el resto de mis antepasados. A si que tendréis Natalia para rato. Y a mi padre le tocó la lotería con la terminación 100. Y la mujeres, ya sabes...
-Wow! Que historia mas curiosa. Pero aún así, súbete el vestido, ¡se te ve todo el sujetador! ¡Pareces una zorra!
-Pero si apenas se ve...
-Que el sujetador sea verde como el vestido, no quiere decir que no se vea, sobre todo teniendo en cuenta que ¡es fosforito!
-A que mola, brilla en la oscuridad.
-¿Donde has encontrado un sujetador que brille en la oscuridad? ¿Y para que quieres un sujetador que brilla en la oscuridad?
-Mejor no preguntes.- Dijo Natalia con una sonrisa picara.

Pero su amiga no se dio por vencida, y le subió el vestido justo a tiempo para cuando llegó Diego, aunque mientras Lucia le subía el vestido por arriba, ella se lo subió por abajo para que se le vieran mejor las piernas, y acabó enseñando también sus braguitas, que, como no, también eran fosforitas.

-Hola, chicas. ¿Lo estáis pasando bien?- Les pregunto Diego con una gran sonrisa.
-Si.- Le respondió Natalia embelesada.
Al oír la respuesta de la joven, no pudo resistirse a bajar la mirada, y, observar el brillo que salía de entre sus piernas. Natalia, al darse cuenta, abrió un poco mas sus extremidades, provocando el sonrojo de Diego. Aunque como consecuencia de aquel atrevimiento, su amiga le pellizcó el brazo derecho por detrás sin que nadie se diera cuenta. Dejándole un moratón del tamaño de una moneda de dos euros.
-Au.- Gritó Natalia, mientras se tocaba el brazo y cerraba las piernas.
-Que?- Preguntó Diego desconcertado, y todavía algo sonrojado.
-Nada, quería decir... ¿Y tu, lo estas pasando bien?
-Si, muy bien. Aunque estaría mejor con mi novia. Ella es muy cinéfila, y adora leer. Esta fiesta le encantaría.
-A si que... Tienes novia...- Dijo Natalia intentando contener las lágrimas.
-Si. Y es encantadora, estamos pensando en casarnos, nos queremos mucho. Y bueno... Os estoy contando mi vida personal, que no os importa, lo siento, es que la hecho de menos, no estoy acostumbrado a estar sin ella.
-No te preocupes.- Dijo Natalia con la risa mas falsa que había fingido en su vida.- Si me disculpáis, voy una momento al baño.
Y tras levantarse bruscamente del taburete, lo tiro al suelo. Diego lo levantó y se sentó en él.
-¿Que le pasa? La noto rara.
-Nada, no te preocupes. Le ha venido la regla, y esta de mal humor... Ya sabes, las mujeres somos así.
-Ah, entiendo. ¿Y tu que tal? ¿Que tal tu vida amorosa?¿Tienes novio?- Preguntó Diego curioso.
-No. Mi corazón está ocupado por mis ídolos. Soy belieber y Directioner, mi amor les pertenece a ellos.
-Tienes las ideas claras. Aunque te puedo asegurar que tienes a mas de uno coladito por ti, y con ellos seguro que tienes mas posibilidades que con tus ídolos que viven a unos 7595 km de ti.
-La distancia no es un factor que impida el amor, es más bien, una ventaja. Todo depende desde el punto de vista de cual lo quieras mirar.
-Me temo que desde cualquier punto de Valencia, la distancia es casi igual de larga hasta Estados Unidos.
-Tu ya me entiendes, no se trata de puntos físicos, si no emocionales. Si lo miras con positivismo o negatividad. Si lo miras con amor, o con conveniencia. Si lo miras con la cabeza, o lo miras desde el corazón.
-Eres una chica muy inteligente, sabes.
-Gracias.- Dijo sonrojándose.
-Estoy seguro, de que en el futuro te ira bien. Serás una persona grande, créeme. Solo confía en ti misma, y sabrás crecer hasta convertirte en el ejemplo a seguir de mucha gente.
-No exageres, solo soy una niña. Cuando sea mayor ya se me habrá olvidado todo lo que te acabo de decir.
-Eres una niña, que está encaminada a ser mujer, una mujer fuerte y luchadora, y no olvidaras lo que me has dicho, porque no lo has dicho tu, lo ha dicho tu corazón, y no olvidaras lo que te he dicho yo, porque soy tu profesor favorito.- Dijo riéndo.
-Lo eres.- Y le dio un fuerte abrazo.

Va por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora