Cap. 1

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—¿Ves eso?— Su padre le enseña su reino iluminado— Algún día, todo eso será tuyo, hijo mío.— Le sonríe— No debemos preocuparnos por aquello que nos molesta... Será eliminado de una vez y para siempre.—Mira con odio a un punto muerto.

—¿Qué necesidad hay de que yo deba irme?— Pregunta el pequeño heredero.

—Tienes que estar a salvo, mi niño.— Le acaricia con tristeza su rizada cabellera rubia.

—Pero, padre, no deseo irme, quiero quedarme contigo aquí.— Lo abraza con fuerza.

—Y yo quiero que te quedes, pero tienes que ser fuerte. Estaré allí cuando más lo necesites, nunca vas a estar solo...— Una última mirada antes de que una inmensa nube negra se colara por las puertas del paraíso.

—¡Señor, lograron pasar la primera barrera!— Gritan a lo lejos y se oye el chocar de algunas espadas.

—¡Llévenselo!— Empuja al niño a los brazos de un guerrero— ¡Lo quiero lejos de inmediato!— Desaparece con furia entre el humo.

—¡Padre...!— grita el pequeño pero es interrumpido por una gran mano que le tapa la boca.

—Silencio, joven. No deben saber que usted existe.— Susurran con suavidad.

—¿Él va a estar bien?— se le resbala una tibia lágrima.

—Él es más fuerte que todos aquí, confíe usted en eso. Ahora, vámonos, no es seguro estar en esto.— Lo cubre con sus inmensas alas y sale corriendo rápidamente.

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—Mi pequeña diablita, ¿Cómo amaneces?— Le acaricia el rostro con sus largos dedos.

—¡Con ganas de conquistar el mundo!— Le responde saltando a sus brazos.

—Así se habla, mi niña. Mi vida, tengo que contarte algo...— El padre parecía algo dudoso con la decisión— ¿Recuerdas ese plan en el que papi está trabajando muy duro?— La niña asiente— Necesitaré que... te vayas.

—Pero dijiste que podría ayudarte, padre.— La pequeña ya se estaba impacientando.

—Lo sé, tesoro, pero no ahora. Tú eres mi arma secreta, ¿si? Pero por eso, necesito que estés en otro sitio, lejos de aquí.— desvía la mirada.

—¿Iré a una nueva escuela, padre? Eso dices siempre que me cambias.— Se ríe.

—Si, otra escuela, ¡Eres muy inteligente, mi pequeña!— Le había dado una idea y sonríe con ánimo— ¡Asqueroso mandril, ven acá!— Grita y la puerta se abre de inmediato.

—Diga, señor.— Entra un anciano con un traje elegante.

—Lo que te pedí.— Se levanta de la cama y va hasta la puerta— Recuerda que a pesar de todo, eres mi pequeña diablita.— Se va, y ella pudo haber jurado que por primera vez, lo vio llorar.

—¿Cómo será mi nueva escuela, asqueroso mandril?— Pregunta la niña con inocencia.

—Es muy grande, señorita.— Sonríe. La había visto crecer.

—¿Por qué te llamas "Asqueroso mandril"?— Pregunta de nuevo bajándose de la cama.

—Así me ha apodado su padre, señorita.— Ríe —Yo me llamo Lucius.— La ayuda con los zapatos.

—Gracias, Lucius. ¿Ya nos vamos?— Le toma la mano.

—Si, señorita. Tenemos que apresurarnos.— Se la lleva.


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