Cap. 2

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*Once años después*

—Miseria irreversible, Lucius, eso es lo que hay.— Le doy una calada a mi cigarro.

—No creo que eso sea...— intenta opinar pero se vio obligado a cerrar la boca por el humo exhalado.

—Además, ¿De qué sirve andar por la vida de esta manera? Algún día sé que moriré, pero será inolvidable.— Sonrío.

—Usted es inmor...— Otra exhalada.

—Estás muy callado, Lucius, ¿El gato te comió la lengua?— Suelto una carcajada.

—Muy chistosa, señorita...— Vuelve a interrumpirlo.

—Soy terrible, Lucius.— Me termino el cigarro y lo lanzo al heno, este de inmediato se convierte en una cadena de fuego.

Ambos salimos corriendo de la escena. Cuando estuvimos lo suficientemente lejos del lugar, nos dedicamos a caminar un rato, aprovechando unas horas antes del amanecer. Le doy unas breves miradas a mi chiquito gatito, no dejaba de ver hacia atrás. Sonrío y lo acaricio.

—¿Por qué te preocupas tanto, gatito?— Se desvía por un camino secreto entre unos arbustos y lo sigo.

—Hago lo que sea por protegerla, señorita.— contesta firmemente con la vista fija en el camino.

—Tengo un nombre, Lucius.— pongo los ojos en blanco, no me acostumbro a estas formalidades.

—Eso lo sé, señorita Eleanor.— Imita y voltea los ojos.

—Te vi, miserable.— Se voltea— Más respeto por si no sabes quién soy.— Lucius se queda paralizado y asiente mirando al suelo— ¡Solo bromeaba, gatito!— Se me escapa una carcajada.

—Me has asustado.— Se lleva una pata al pecho con drama.

—Cállate y sígueme.— Gateo por un estrecho puente de ramas y llegamos por fin al reformatorio.

Esto era lo más parecido a Hogwarts en el mundo, creo que el arquitecto era un gran fanático de esta película. La única diferencia era que aquí, nadie era agradable, o muy pocos lo eran. Los estudiantes están divididos en: vampiros, lobos, gárgolas, esqueletos, zombies, fantasmas... Hijos de todo tipo de villanos, creo que por ahí vi al Guasón jr. El olor es realmente repugnante cuando se reúnen a comer. 

Alcanzo a ver una larga alcantarilla rectangular, tapada totalmente por musgo, hojas secas y una especie de baba secretada por los monstruos del pantano; lo que quedaba era una pasta verde maloliente seca y dura, camuflada con el pasto. Perfecta vía de escape. Saco una navaja de emergencia del bolsillo trasero, me agacho a un lado del escondite, y la clavo en unos de los espacios de la alcantarilla con fuerza hasta que se comienza a despejar la pasta. Cuando logra dejar un hueco, jalo uno de los tubos y esta se abre como una puerta hacía mi.

—Vamos.— susurro y entro de un salto.

Llegando a los túneles de Las Tortugas Ninjas, lo único que nos quedaba era pasar el salón principal de los monstruos del pantano y lograr llegar a tiempo para la revisión de cuartos. Ya iba a amanecer y el agua sucia salpicaba por cualquier movimiento, ya me estaba molestando. Me percato de una sombra que se aproxima por una de las esquina. Estaba segura de que no había nadie por acá, tomo rápidamente a Lucius y nos lanzamos por un huequitorio (Era el nombre de burla para donde dormían los alumnos de acá abajo) cercano. Un joven monstruo se despierta y se queda observándonos con sorpresa.

—Si te callas, prometo no convertirte en ensalada césar.— Le susurro de forma amenazadora.

—¡Ay, pero qué agresiva!— Responde y regresa a su cama.

—Habitación número 123, lista. Habitación número 124...— la voz rasposa se escuchaba claramente, estaba justo enfrente.

—¡Hazte a un lado!— Entro como puedo a la cama con el monstruo y disimulo ser parte de él. Lo difícil era disimular su olor.

—Habitación 124, lista. Habitación número 125...— Pasa de largo y suspiran aliviados.

—¿Al menos puedes decirme tu nombre?— Pide el joven.

—No lo creo.— le guiño un ojo. Miro a ambos lados y nos vamos en dirección contraria a la vieja encargada.

Vemos, por fin, a la escalera. Sin perder tiempo, subimos lo más rápido que pudimos, ignorando el rastro de la secreción pegajosa que cubría cada escalón. Esto era realmente asqueroso. Pongo presión en la tapa con ambas manos y saco la cabeza como un suricata. No hay nadie. Rápido. Intento en lo posible de no resbalarme con la baba verde y sigo corriendo. 

—¡Hay que apurarse, Lucius, antes de que...!— Tropiezo con algo duro y frío, cayendo de culo— ¡Ten más cuidado, grandísimo idiota!

—Aprende tú a ver, que ciega no estás.— Replica el muy atractivo vampiro.

-"demonios, ¡está para comérselo!"- pensé con una sonrisa maliciosa.

—¿Quién te crees, paliducho?— Me alzo a la defensiva.

—No te metas conmigo, niñita.— Sigue su camino.

—"Yo te mostraré el camino, mosquito" —Ya planeaba como hacerle la vida un asco.

Lucius logra captar mis intenciones; y tampoco eran muy complicado hacerlo, no puedo esconder mis intenciones. Maulla con fastidio:— Luego lo matas, vámonos.

Logramos evitar el grupo de vampiros que venían saliendo de los laterales. Son algo muy arrogantes, hasta creo que son todos hermanos... O no sé, caen mal y ya. Recorro el gran patio que nos divide y troto derecho por la puerta que corresponde The Demons; solo para hijos de demonios. Al menos no estaba sola. Tener algunos aliados no es tan malo. Termino de subir la última escalera, cruzo el largo e interminable pasillo con cansancio, Lucius pasa la llave y entramos.

—Rápido, al baño.— Ordeno y lo meto a la regadera a regañadientes conmigo.

Justo a tiempo, escucho un paso firme de tacón por el pasillo. Cierro el grifo con cuidado y obligo a Lucius a callarse sus quejidos. El ruido se detiene en nuestra puerta y una sombra espera un buen rato, se escuchaba el olfatear de un sabueso, luego de no sospechar nada, se va.

—¿Ves cómo se hace, gatito?— Lo acaricio y nos reímos.

Breaking RulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora