Cap. 3

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—¡Hey!, ¿se enteraron del gran incendio en el Sid-bels? (Side Rebels =Sid-bels)— Llega Julio con su bandeja.

—Algo así había oído, esa gente está loca.— Opina Gemma.

—A mi me parece que la estaban pasando bien.— Intervengo limpiándome restos de suciedad de la comisura de los labios.

—Si... ¡Cómo animales, Harry!— Gemma hace una mueca de desagrado.

—Como sea... ¡Hey!, escuchen esto, les parecerá loco, pero tengo una idea.— Julio se acerca sonriente —¿Qué les parecería ir conmigo a los Sid-bels ?

—Definitivamente perdiste la cabeza.— Gemma niega de inmediato y se va.

—Ella no está, ¿Qué tal tú, amigo?, ¡Vamos! Será divertido.— Empieza a molestar.

—No lo sé, Julio, suena peligroso.— Termino mi almuerzo y me levanto para irme. Esto no parará bien.

—No me abandones, Harry, ¡Anda!— Insiste.

—Solo si puedo ir con Gabriel.— Lo coloco mi única condición.

Julio pareció meditarlo un poco y luego aceptó. Ya era hora de ir yendo al salón, me gusta llegar temprano a todo lugar, siempre. Me despido de Julio con un choque de puños y un agarre de meñiques, para luego encontrarme con mi profesor favorito: el señor McNathy, quién daba música. ¡Cómo me fascinaba el piano! Era un instrumento maravilloso e inspirador.

Entro con la multitud que se empujaba para sentarse en los primeros puestos, me uno a ella. Logro conseguir un buen puesto junto a la ventana y a la derecha del profesor, arreglo mi libro de partituras donde va, justo a tiempo para empezar. El señor McNathy se prepara con su único y gran libro con varias notas danzantes.

—Niños, hoy haremos algo diferente.— Sonríe —Quiero que cada uno deje de tocar el instrumento que escogió, y elija uno diferente.— Nadie pareció concordar con esta idea —Esto es para aprender a valernos con lo que nos encontremos, vamos, cada uno elija algún otro instrumento.

Busco de inmediato algo que pueda ser de mi agrado, pero nada me llama la atención. Todos ya habían escogido ya, menos yo. Una gran mano se posa sobre mi hombro con delicadeza:

—¿No puede decidirse, joven Harry? — Volteo.

—Desgraciadamente no, señor McNathy, ninguno me gusta lo suficiente.— No puedo evitar sentirme mal por esto.

—Ven conmigo.— dice y me guía entre todos para su escritorio— Quiero que tengas esto.—Saca un bello violín de una de las gavetas inferiores y me lo entrega con suavidad.

—¡Señor McNathy!, ¿Qué hace usted?, no puede entregármelo, eso es suyo.—Me niego.

—Por eso mismo quisiera dártelo, ya estoy viejo para sentir la música, pero tú, Harry... A ti te veo un destino grandioso, tanto en la música, como en otras cosas más importantes.— Habla con una mirada sincera.

—Muchas gracias, señor. Es un muy hermoso gesto.— Lo tomo con mucho cuidado, como si fuese de cristal.

—Cuídate, Harry... mucho.— Su voz pasa a ser cautelosa. Le doy una mirada para saber más, pero se dirige el "público" con una sonrisa:—¡Bien, clase!, ¿Todos listos?— un coro de ¡Siiiiii! inundó el lugar —Empecemos entones.

El violín era increíble, tenía un sonar muy dulce y requería un cierto movimiento en la muñeca que me volvía loco. Podía cerrar los ojos y sentir que el alma se elevaba con cada melodía que salía. Era un artefacto maravilloso.

La clase terminó. Recojo todas mis cosas, guardo el violín y salgo casi de primero. Esta era mi última clase del viernes, lo que significaba que tendría hasta las siete para poder vagar por el patio en busca de algo que hacer. Saludo a unos cuantos compañeros que cruzan en el pasillo, y continúo hasta ubicar, por suerte, una banca bajo un frondoso manzano. Saco mi nuevo violín, deseoso de sentir esa libertad de nuevo, dejo el estuche a un lado y me coloco en posición.

—Eso no parece un piano, señor.— Aparece Gabriel sonriendo.

—¡Oh, Gabriel, me has dado un gran susto!— suspiro sobresaltado —En efecto, Gabriel, es un violín que el mismo señor McNathy me regaló.

—Eso me parece muy adecuado, señor. Me alegro por usted.— Se sienta a un lado—¿Puede complacerme con una melodía, señor?— Pide.

—Con mucho gusto, ¿Has oído algo de la película Piratas del Caribe?— Sonrío con picardía —La he estado practicando en el piano, intentaré hacerla aquí. — Respiro profundo y posiciona su barbilla al final del violín. Espero que salga. Comienzo con algunos tropiezos, pero logro dominar la muñeca y los sonidos comienzan a tomar sentido. ¡Vaya, sí me ha salido!

—¡Maravilloso, señor! Le ha quedado muy bien.— Gabriel aplaude de inmediato con entusiasmo.

—Gabriel... Apenas estaba empezando.— Se me escapa una carcajada al verle la cara de avergonzado —No te preocupes, de todos modos no me sabía más nada.— Guardo el violín —Hey, Gabs, ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Lo que sea, señor.

—¿Podrías acompañarme al otro lado del campus?— Le pido —Sé que parece extraño, pero los muchachos me han invitado y no quisiera quedarles mal.

—Me temo que debo negarme, señor, sabe usted muy bien que está completamente prohibido irse hasta allá.— Rechaza.

—Eso lo sé, Gabriel, pero enserio quisiera ir. Aparte, tengo un poco de curiosidad.— Observo a lo lejos, donde termina la luz.

¿Por qué estará tan oscuro allá?— pensé.

—Ya usted sabe lo que le pasó al gato por andar de esa manera, así que mi respuesta es no.— Se cruza de brazos y se levanta —Por ahí viene su amigo, los dejo.— hace una breve reverencia con la cabeza y se va.

—¡Harry!— Grita Julio a lo lejos, y llega hasta donde estaba Gabriel.— ¿Podrás venir?, ¡Logré convencer a Gemma de ir!— Lanza un gritito sospechoso.

—¿Ah, si?, ¿Qué le dijiste?— doy una breve risa, ya puedo imaginarlo.

—¡Solo le dije que tú ibas y ya!

—Eh... Julio, yo no voy.— informo, arruinando la emoción.

—¿Cómo es eso, Harry?, ¿Gabriel no te dejó?— Toma mi hombro.

—No, lo lamento. Tendrás que ir tú solo.— Le sonrío sin ganas.

—¿Solo?, Pero y Gemma...— pensó un rato —Claro. Esto apesta, amigo.

La verdad, así era. No me gusta ver a mis amigos tristes, soy muy perceptible a las emociones, y eso de andar deprimido no es lo mío. Además, quiero ir, quiero saber cómo es todo por aquellos lares.

—¿Sabes qué? Iremos. — Esbozo una sonrisa traviesa.

—Pero tu dijiste que no te habían dejado. — Julio aún no captaba.

—Tranquilo, tengo un plan.— Le guiño un ojo y suelta una carcajada.

—Quién diría que tendrías un lado rebelde. — Chocamos puños y se va.

"... Lado rebelde."  Estoy loco, definitivamente.

Breaking RulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora