Cap. 6

10 0 0
                                    

—¿Adivina qué?— Lucius me despierta dando brincos en mi barriga. Lo manoteo un par de veces medio dormida, dándole un buen golpe y lanzándolo de la cama. Sonrío—. No hacía falta eso, Eleanor.— Brinca de nuevo, escucho el pasar de su lengua rasposa sobre su pelaje—. Hoy es halloween, una fecha muy importante; sobre todo para la familia...

—Cállate, Lucius.— Subo la sábana hasta tapar mi cara, aún es temprano. Las clases no comienzan todavía.— Sabes bien que halloween no significa nada para mi.

—Como sea.— Casi podía sentir como volteaba los ojos. Gato fastidioso—. Venga, levántese, va retrasada 20min para su primera actividad diaria.

Mierda. Aggh. ¿Y si no voy?... Ugh, es mejor que tener a este loco a mis pies diciéndome que hacer. Con toda la fuerza del mundo, logro separarme de mi reino y modifico la temperatura del cuarto (Tengo algo de frío). Veo que mi pijama está en condiciones aptas para salir a dar una vuelta, me río y alcanzo unos zapatos bajos, viejos, de un rincón del cuarto. Doy un paseo por el baño haciendo todo lo que debo hacer y listo. No problema, amiga.

—¿En serio vas a ir así?— Niega con la cabeza y suspira—. No sé por qué sigo preguntando, ¡qué te vaya bien!— Enciende el televisor y se sienta a lamerse.

Tomo el bolso del piso, le quito un poco el polvo, saco las llaves de su sitio y me despido con un movimiento rápido de manos. La brisa del pasillo me envuelve y la ignoro. Trazo el camino mentalmente, calculando cuánto tiempo le haré perder a la bruja del oeste. Saludo a un grupo de Caspers asentando la cabeza, a veces me da por pasar el brazo entre sus humeantes cuerpos; algunos se ofenden, otros se ríen, de vez en cuando me cachetean (Las damas), etc. Bajo la infinidad de escaleras, cruzo por un breve pasillo, sigo bajando y llego al recibidor mayor. La hermana fea de la Sirenita me hace una seña con el reloj, indicando que voy tarde, sigo derecho sin prestarle mucha atención. Paso por los bebederos sacando del paso a un esquelo que se lavaba los huesos en público, lleno el vaso que alguien había dejado allí y continúo. Lo agarro firmemente y tomo pequeños sorbos hasta que siento el líquido caliente quemar mi garganta, exhalo con satisfacción y recojo una gota traviesa con la lengua.

No estaba muy lejos del salón, no me di cuenta del círculo que hice. Suspiro. Me termino el café rápidamente y echo el vaso al cesto de basura más cercano, noto el tipo de aula al que teniamos que asistir: El viejo oeste, un lugar donde casi ni llega el oxígeno y el flujo de aire se limita a todos los olores que traen algunas bestias. Asomo la cabeza por el umbral de la puerta, la clase estaba animada, podía ver a Caravanh moviendo la cola con disimulo, se me escapa una risa burlona y la bruja voltea a verme.

—¿Happy halloween?— Saludo.

—De nuevo tarde, señorita Eleonor. No sé por qué no me extraña eso, pase y ocupe ese asiento de atrás.— Sujeto mi bolso como balsa salva-vidas y me dejo caer sobre el banco. No me fije quién era el sujeto de al lado y lamenté haberme sentado aquí.

—Hola, pequeña bestia.— Se acerca, dándome una buena muestra de su nueva fragancia para cachorros. Odié admitir lo bien que olía—. ¿Qué hay de nuevo en tu vida? Ya ni me escribes ni nada, hasta pensé que podías estar muerta.— Se burla y diviso esos colmillos que encantan. Él lo hace a propósito. 

—Creo que tú sabes con exactitud el por qué.— Lo alejo—. Apestas a perro remojado.

Suelta una carcajada. La bruja voltea, pero no le da importancia:—. ¿Eso piensas? Porque Grace opina todo lo contrario, dice que le encanta, que la vuelve loca...—Corta la distancia entre nosotros y siento mis músculos tensarse—. ''Me fascinas, todo tú, y más ese aroma tan... seductor."— Recita una frase y apriento la mandíbula hasta sentir dolor.

—Cierra el hocico, idiota.— Lo empujo—. No tienes porque estar con esta estupidez, ya me terminaste, ¿recuerdas?— Pretendía que no se percatara que aún me duele.

—Ah si, lo recuerdo bien, te pedí que no lloraras, pero lo hiciste. Sentí algo de lastima, lo confieso.— Bosteza.

—Es una lástima haberte perdido, la pasamos muy, muy bien...—Lo sujeto por la camisa con un ligera fuerza, acercándolo a mi hasta llegar a su oido—. Te encantaba y odias admitirlo. Amabas cuando decía que solo era tuya... Te sentías mi dueño, ¿o no, cachorro?— Noto como sus nudillos se tornaban rojizos.— Pero te frustaba saber que no era así...— Se aparta bruscamente.

—Tu ego es algo que siempre me atrajo, pero me gusta ver como te engañas. Nunca te quise, Eleonor, solo queria una cosa. Fuiste dificil, lo admito, no conseguia la manera de por fin tenerte, me iba a rendir, hasta que una noche...— Sonríe burlón—. Caiste directamente a mi. Me cansé de ti, me aburrí, llegó Grace y ya te sabes el resto.— Me acaricia la mejilla—. Lamento haberte hecho pasar por eso, la idea era que no te enteraras.

—Eres un grandísimo idiota.— Iba a golpearlo, cuando me agarra la muñeca con rapidez y me pega a él.

—Sabes en el fondo... Que así me amabas.— Susurra, rozando sus colmillos en mi oreja haciendo que mi cuerpo completo se estremezca. Me suelta de golpe y se levanta para irse. La clase había terminado en un parpadeo. 

Como odio a ese desgraciado. Odio cada momento en el que me encuentro con él. Odio al destino que hizo conocernos. Lo odio.

Empujo a varias personas que se cruzan por mi camino en una especie de ataque de rabia. Desearía que Lucius estuviese aquí al menos para que me moleste un rato y poder desvíar mis pensamientos. Observo un grupo de monstruos reunidos a varios metros de mi que hacen dispersar mi mente, se veían emocionados, unos billetes volaron por la cabeza de uno y fue mi señal. Me acerco con determinación y hago espacio con el codo para llegar al centro, suelto una carcajada inmediata.

  —Hay que ser bien estúpido para hacer esto.— Comento.

Los años mayores habían reunido a los pequeños lobeznos del primer curso para que peleen entre ellos. Eran la versión mejorada de las riñas de gallos. Ellos a penas y podían controlar su transformación,  por lo que cuando se enojaban, se volvían unos chiguaguitas rabiosos; al calmarse un poco, regresaban a su forma original como ''humanos". Debía admitirlo, era bastante entretenido.

Simón anunciaba la pelea como todo un réferi. Recogía el dinero de los apostadores, se los guardaba en los calzones y volvía con un grito enérgico. Varias personas se unían a medida que aumentaban los gruñidos y los aullidos.

—No tienes perdón de nadie, Món.— Le tomo por el hombro con diversión.

—¿Y tú si lo tienes?—Ríe—. Además, ¡a ellos les gusta!, ¡Míralos...!— Voló un colmillo rozando su nariz—. Eso no debió pasar...

Me trago la risa y sigo derecho por los oscuros pasillos de está prisión. Puedo notar cada esfuerzo mísero de decoración para alegrar el espíritu de los monstruos aquí, las calabazas, las arañas y sus telas, fotos del concurso del año pasado ''¡Asusta o no eres nadie!''. Aún me da chiste todo eso. Diviso la hora, la siguiente clase está por comenzar. Sonrío con picardía.Y si... No pienso llegar tarde a ésta.







Breaking RulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora