Capítulo cuatro

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Los rayos de sol se empezaban a filtrar por el balcón, el cual dejé con las cortinas abiertas, muy bien Olive, otro progreso. Miré el reloj, eran las nueve y diez de la mañana, no solía dormir mucho, y además el día anterior me había acostado bastante temprano, después de resolver el problema del baño, el cual estaba al lado de mi habitación, pero claro, tenía que tener tan mala suerte como para que el destino quisiese que abriera la puerta de enfrente encontrándome con Will.
Pero al fin y al cabo, todo había pasado ya.
Era martes, además de mi primer día completo en mi nueva casa, y no tenía ni idea de que iba a hacer.
Aunque después me fijé en el suelo y ahí estaban las maletas, genial tendría que deshacerlas. Decidí bajar porque tenía demasiadas ganas de desayunar, pero antes me quité el pijama y me pusé algo de ropa, no quería dar mala impresión a mi nueva familia.
Vaya, que raro sonaba eso, tenía que conocer a mi familia. Se supone que los hijos no tienen que conocer a sus padres. Y mucho menos a unos nuevos padres, y a una nueva familia. Pero al fin y al cabo, era lo que me tocaba vivir, y no iba a quejarme, ya que por ahora estaba bastante bien con ellos. Excepto por Will, claro. Siempre hay un problema si se trata de mí.
Salí de la habitación y como no, el destino quería que me encontrase una vez más con Will, el cual también estaba saliendo de su habitación con solo unos pantalones de pijama.
Olive, teniendo en cuenta como lo viste ayer, ir con pantalones es un gran adelanto. Aunque, no lo voy a culpar, estaba en su habitación.
Bajé las escaleras sin intermediar palabra con Will. No quería parecer una antipática, aunque lo fuese, pero con este chico era mejor no hablar, y si tenía el mismo despertar que yo, era aún mejor no decirle nada.

-¡Olive! Muy buenos días.-Dijo Sandra.-Y a ti también Will.- Vaya, esta mujer tenía muy buen humor incluso madrugando. Claro que eso era madrugar para mí, a saber cuántas horas llevaba ella despierta.

-Buenos días Sandra.- Le dije mientras caminábamos a la cocina, yo siguiendo a Sandra, ya que todavía no había investigado la casa.

-Buenos días, mamá.- Dijo Will remarcando la palabra mamá, espera, ¿eso era para que me diese por aludida? Estaba claro que este chico era un gran imbécil, al que no le gustaban "las intrusas" en su casa, pero ¿qué se cree? ¿qué yo iba a intentar caerle bien? Pues no, no era ese tipo de gente que intenta llevarse bien con todo el mundo.

-Olive, ¿qué te parece si hoy vamos tú y yo de compras? Tengo el día libre, y así podríamos conocernos más.- Me dijo Sandra muy sonriente, cómo no, pensé.

-Mmm supongo que vale.- Total, mis únicos planes para hoy eran deshacer las maletas e investigar la casa, al menos para saber dónde estaban todos los cuartos de baño y habitaciones para que no ocurriesen incidentes como el de ayer

-Bien, pues en una hora más o menos, saldremos.-Dijo mientras salía de la cocina. Dejándonos allí a mí y a Will. Perfecto. No sabía que podía desayunar, ni dónde estaban las cosas, y él no me lo iba a decir.

Por una vez en mi vida tuve suerte y después de cinco minutos Caleb entró por la puerta, también con solo unos pantalones ¡pero qué les pasaba a estos chicos! ¿tantas ganas tenían de enseñar su cuerpo?
Aunque debía de ser algo normal, ya que cuando Sandra vió a Will, no le comentó nada.
Al fin pude desayunar, ya que sin yo decirle nada a Caleb, me ofreció toda clase de alimentos.
~~~~~~
Sandra cumplió con lo que dijo, y una hora después estaba esperándome en la primera planta mientras que yo al fin terminaba de deshacer las maletas.
Sí, al final lo había hecho, merezco un gran aplauso.
-¡Olive! ¿Estás ya lista?- Gritó desde las escaleras Sandra.
-¡Sí! Tan sólo dame cinco minutos más.
-Está bien.-Me respondió ella.
Y a los cinco minutos, tal y como le prometí a Sandra estaba bajando las escaleras.
Ella se encontraba sentada en lo que parecía una pequeña sala de estar, supongo que esperándome.
-Ya estoy lista.- Dije para avisarla.
-Oh genial, pues vamos.
El trayecto en coche no fue muy largo, de unos quince minutos, pero la verdad es que se me hicieron eternos, ya que en el coche había un silencio muy incómodo, aunque supongo que es algo normal.
Ahí estaba yo, enfrente de uno de los centros comerciales de Filadelfia, el inconveniente era que no pisaba uno desde que tenía ocho años, y aparecer ahora con mi nueva madre era bastante raro.

Ahora es mi momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora