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Ella miraba el cielo estando recostada en el jardín de su casa. Ha ella le parecía un lugar excelente para relajarse, pensar,
y olvidarse de todo.
Eh incluso a veces para contratacar sus propias decisiones o acciones.

Miraba el anochecer siempre antes de ir a dormir, le gustaba pasar tiempo ahí. Sola sin que nadie la molestara.
A pesar de sentir escalofríos por el viento de la noche, no le importaba. Le gustaba estar ahí y nadie podía evitarlo o echarla.

Comenzó a recordar a su abuelo, el había muerto hace años. Pero a pesar de ello, a ella le afectaba tanto, que incluso ese lugar había sido pensando en él. Había comenzado a amar ese lugar por su abuelo.
Su abuelo había muerto cuando ella apenas tenía seis años, bastante pequeña. Pero para Maggie esos seis años que convivió con él, habían sido eternos pero pocos a la vez.
Ella no entendía el porqué la gente que más llegabas a amar, siempre tenía que seguir su camino sin decir un adiós. El porqué la gente que más llegábamos a amar, siempre tenía que irse.
        Ella no hubiese querido entregarle a su abuelo a aquél Dios tan poderoso, ella quería su ángel de vuelta. Ella sólo quería que le devolviesen a su persona favorita.
Maggie nunca hubiese querido separarse de él, hubiese hecho todo lo posible por haberle arrebatado a ése Dios a su abuelo. Pero no podía hacer nada, era su turno de él. Y ella esperaba con emoción el día de su vuelo, quería llegar con su ángel y no separse de él nunca más.
Y aunque ella sabía que se podía escuchar un tanto egoísta por arrebatarle a Dios a su abuelo de sus manos, no podía parar de pensar otra cosa.

Esos seis años para ella fueron increíbles, y apesar de que los últimos años de la vida de su ángel fueron de enfermedad y sufrimiento, ella estaba dispuesta en haber cambiado el boleto hasta el cielo por él.
Así él nunca hubiera sufrido. Y sería feliz. Incluso más feliz de lo que ella era a lado de él, pensó ella.

Ella no podía procesar el porque las personas grandes,como su abuelo. Los veían reír y crecer, y nosotros los teníamos que ver sufrir y partir.

Era algo que no le agradaba, pero era cosa de la vida. Ella trataba de repetirse esa frase siempre lo más que podía.
Era cosa de la vida.
Se repetía cientos de veces, una y otra vez.

Te amo, papá gil.
Gritó, quería que esas palabras no sólo se las llevase el viento, sí no que su papá gil; su abuelo Gilberto, las escuchara donde se encontrara.

Quería decirle que lo necesitaba como nunca antes y que volviera a su lado. Al menos un segundo para que pudiera sentir su calor y sus brazos rodearla.

Se recostó en el suelo, mirando hacía el cielo. Se encontraba una hermosa y grande estrella sobre ella. Era la más brillante y paradeaba.

Ella beso la palma de su mano y le lanzó un beso hacía aquella estrella.

Sabía que estarías aquí, susurró para la estrella. Era su ángel.
Comenzó a derramar lágrimas, como si hubiese abierto un grifo. Comenzó a llorar tanto que rió, rió recordando la promesa de su abuelo.
"Pase lo que pasé, yo siempre estaré ahí, lo prometo" le sonrió a la estrella y susurró "lo sé"







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Creada por: AHSalej.

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