Capítulo 10. 2da parte

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—Scott —volteó hacia mí y me tendió la mano—. Soy Scott, mucho gusto.

Tarde unos segundos para aceptar el gesto puesto que no quería dirigirle la palabra.

Estreché su mano y baje la mirada hacia mí regazo.

—Hazel —susurro—. Tu nombre es lindo.

Me moví incomoda en mi lugar y logre tapar un poco mis mejillas color carmesí con mi cabello, ya que con aquello que parecía un lindo halago había logrado ponerlas así.

Era una chica antisocial sin amigos, por supuesto que palabras tan sencillas podrían hacerme ruborizar.

—Aún queda mucho tiempo, así que... ¿Te gustaría ir a comer algo a la cafetería? —preguntó algo apenado, tal vez por el miedo de negarle.

No lo sé, no estaba muy dispuesta a aceptar, pero creo que no me gustaría arriesgarme a recibir otro golpe en la nariz.
O tal vez sí quería y esa era una pequeña excusa.

Pero tenía miedo.

Asentí, cuando lo hice él sonrió y me tomó de la mano para poder bajar las gradas. Era un gesto educado, pero me hacía sentir algo incomoda por el tacto.

Caminábamos hacia adentro de la escuela,  poco antes de cruzar las puertas Sean iba saliendo, por unos segundos nos observó y luego siguió su camino.

Tomamos asiento, uno delante del otro, algo que me hacía sentir aún más incomoda.

—Sé que soy antisocial al igual que tú; pero sé que la diferencia es que a ti no te interesa hacerlo, y a mí me es complicado —repuso.

Yo solo mantenía mi mirada abajo, queriendo contestar ante aquello. Queriendo decirle y explicarle mis razones. Pero no lo haría, no lo haría porque sabía que no tenia el suficiente valor para hacerlo aún.

—¿Pero sabes? Me gustaría intentarlo contigo, ya sabes... Poder conversar —mantenía su vista detrás de mí—. Y tal vez no elegí la elección más fácil, pero eso es lo que realmente me gusta.

No sabía a qué se refería con que eso de que realmente le gustaba, pero en fin... Creo que lo más importante ahora era que supongo él trataba de querer comenzar con una amistad conmigo. Y no entendía porque yo... Digo, soy una chica aún más antisocial que él, que eso lo haría más complicado. Soy tonta, tímida y ya saben, todo eso malo en una persona que nadie está buscando.

No sabía que él realmente esperaba como respuesta, y tampoco yo sabía que responder ante aquello. No sabía si yo también quería aquello e intentarlo, o no. Y me daba miedo saber aquellas dos respuestas.

Lo veía moverse incómodo en su asiento, esperando a que yo dijese algo, pero no estaba segura de que ahora era el momento. Me era complicado.

—No tienes que decir nada ahora, está bien —dijo al fin, colocando sus manos justo arriba de la mesa.

Sonrío demasiado, quería reírse y yo no entendía porqué. Bajo la vista hacia sus manos, esperando a que yo le siguiera la mirada. Después las movió un poco y entendí por aquel gesto raro  que había hecho con la cara que quería que yo tomara de ellas.

Con las manos un poco sudabas y temblorosas, tomé las suyas.
No sabía porque quería que hiciera aquello, pero parecía que quería decirme algo.

—Entenderé si no quieres comenzar una amistad conmigo —y sonrío, pero sonrío de una manera tan cálida y sincera que ni siquiera a papá lo había visto antes hacerlo—. Pero tenlo por seguro que yo oraré porque sí suceda.

Solté sus manos rápidamente, había sonado el timbre y me había sobresaltado. El tiempo me había parecido que pasó demasiado rápido, ya había acabo en almuerzo y tenía que regresar a mis siguientes clases correspondientes así que me levante delicadamente y lo miré. Él se levanto de su lugar y se acercó a mí, justo enfrente.

—Adiós, fue agradable pasarla contigo —dijo sonriendo—. ¿Hasta mañana? —pregunto tímido.

Asentí ante su pregunta y me alejé después de hacerle un ademán con las manos algo tímida.
Mis mejillas habían tomado un pequeño color carmesí de nuevo.

(...)

Llegue a casa y fui directo hacia la cocina; de tan rápido que nos pasó el tiempo en la cafetería a Scott y a mí se nos había olvidado para que habíamos ido a la cafetería y no habíamos ingerido nada.

Tomé asiento en la mesa y justo cuando lo hice, entró Grecia.

—Buenas tardes, señorita —dijo.

Después de unos minutos de que Grecia me había pasado mi comida, lo único que podía pensar era en la propuesta que Scott quería. Era un gesto muy raro y lindo que alguien se me hubiera acercado después de tanto tiempo, y aún más raro porque no sólo lo había hecho por casualidad o por obligación, Scott lo había hecho porque quería comenzar una amistad conmigo, porque quería conocerme.

De blanco y negro a colorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora