Capítulo 2

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Camine hacía casa después de haber caminado y pintado la puesta del sol.
Me senté sobre el jardín de en frente, coloqué mi mochila a un lado y saqué mi blog.

Frente a casa había una hermosa y grande cabaña. Recuerdo que desde pequeña siempre soñaba con que ésa cabaña sería mía, que viviría ahí.

Ésa cabaña había sido de mi abuela y abuelo, la habían comprado en su primer año de casados, pero tuvieron que venderla por un problema familiar.
Yo le había jurado a mi abuelo que algún día viviría y compraría la cabaña.

Guardaba en mi blog un dibujo sobre la cabaña, a color.
Mi abuelo y yo lo habíamos hecho juntos aquél día en el que querían derribarla para construir una alberca comunitaria, ya que la cabaña es bastante grande.

En pocos segundos, ya se encontraba una camioneta estacionándose afuera de la cabaña ¿que pasará? La verdad poco me importaba, a menos de que fuera para derribarla u otra cosa de mi desagrado, no me importase que la rentaran.

Ignorando la camioneta y lo demás, me recosté en mi césped, dejándome encandilada por el sol, bajé la mirada cerrando los ojos.

Después de haber pasado un buen rato en mi intento de bronceado, me levanté y caminé dentro a casa.
Subí a mi habitación, prendí mi iPod y puse a reproducir aleatoriamente mi música.
Me di una ducha, me cambié con la primera ropa que pasó por mis narices y bajé a desayunar.

En casa solo éramos mi mamá, mi papá y yo. Era hija única, y eso, verdaderamente era totalmente aburrido. Y creo que de alguna manera mi etapa de depresión por la muerte de mi abuelo no hubiera sido tan mayor si hubiera tenido la mayor distracción departe de mi familia. Pero como mis padres, y mayor mente mi padre, la mayoría del día no se encontraban en casa, era como un punto más hacia la suma de elevar mis sentimientos.
Me la pasaba todo el día comiendo, o no, llorando, gritando, e incluso haciéndome daño a mí misma.
Y es algo que verdaderamente sigo haciendo, pero creo que ya no es como una rutina cotidiana o algo así...

—Buenos días, Hazel —me dijo Grecia, la cocinera de la casa mientras entraba a la cocina en busca de mi desayuno. Como dije, mis padres nunca se encontraban en casa, era por eso que contrataban a Grecia y demás que hacían trabajos para la casa, y para mí.

Entré a la cocina y tomé asiento en la barra, para comenzar a devorar mis alimentos que había preparado Grecia.

Grecia empezó a trabajar para nosotros en el mismo año que falleció mi abuelo, a mis seis años, ya hace diez años de eso.

Grecia siempre me trataba bien, y siempre trataba de sacarme un sonido de mi boca o al menos una sonrisa.
Si, nunca e cruzado ni una sola palabra con ella, ni con los demás trabajadores de la casa.
Y no pensaba hacerlo. En realidad no hablo con nadie que no sean mis padres.

—Buen día Hazel —oí decir a Grecia antes de salir de la cocina.

Subí a mi habitación, encerrándome en ella y puse a reproducir stay with me; mis lágrimas comenzaron a caer aceleradamente.

De blanco y negro a colorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora