Capítulo 7

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-Hiro-kun, ¿eh? –dijo Christa mientras viajaban a la feria-. ¿En qué curso estás?

-Estoy en 9 grado, división A –respondió Hiro, quien estaba sentado junto a Emmet en el asiento trasero-. No voy al mismo curso que Em, lastimosamente.

-Ajá, solo podemos vernos durante el recreo –acotó Emmet.

-Hm, ya veo –dijo Christa-. ¿De qué trabajan tus padres?

-Mi madre es profesora universitaria de arte, y mi padre es periodista.

-Como te dije, mamá es escritora –agregó Emmet-. Muy buena, por cierto.

-Aw, Emmy, basta –respondió riéndose-. Sigo sintiéndome una amateur en la escritura.

-¿Desde cuándo escribe? –preguntó curioso Hiro.

-Uhm, creo que desde que aprendí a escribir. Claro que la primera vez que publiqué fue en un concurso al que entré cuando estaba en la universidad.

-Qué bien –agregó sonriente.

-¿Qué sucede, te interesaría escribir? –dijo Christa.

-Digamos que algo así... –respondió dudando.

Luego de una hora de viaje, llegaron al predio donde se hacía la feria.

-Bien, chicos, creo que tendré que dejarlos por su cuenta unas horas –dijo la madre de Emmet-. Estaré un rato largo en los diferentes puestos, luego habrá una pausa para almorzar y volveré a firmar. Ya están grandes como para manejarse solos, ¿verdad?

-Claro, mamá –dijo Emmet.

-Está bien, señora Harley.

-Llámame Christa –sonrió a Hiro-. Los veré al mediodía, ¡diviértanse!

Christa ingresó al lugar por una puerta diferente, y dejó a los dos adolescentes solos. Había un puesto con panfletos en una esquina, y Hiro se acercó a tomar uno.

-¿A dónde quieres ir, Em? –preguntó.

-Elige tú.

-Yo fui el que te invitó, quiero que tengas el honor de elegir a qué lugar iremos. ...Creo que soné muy cursi –respondió Hiro riendo.

-Algo así –acotó Emmet, también riendo un poco-. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo?

-Buena idea –dijo Hiro-. ¿Vamos al pabellón verde?

-¿Por qué no? –respondió-. Veamos qué hay allí.

***

-Sigo sin poder creerlo... –exclamó Hiro, mirando el interior de un libro que había comprado en la feria.

-¿Estás bien? –preguntó Emmet. Su amigo ya llevaba unos cuantos minutos eufórico, y parecía que el entusiasmo no se iba a ir de su rostro.

-Más que bien, Em. ¡Estoy genial! ¡Genial! –exclamó, en voz aún más alta. Habían conseguido un ejemplar del último libro de su autora favorita, luego de una cola de una hora. Para colmo, la escritora le había escrito una dedicatoria en la primera página, y para Hiro eso era ya el mismísimo Edén.

-Pareciera que tus ojos se saldrán de sus órbitas... –acotó.

-¡Pero es que esto es lo mejor que me pudo pasar! –respondió Hiro-. ¡La vida es bella, Em!

-En serio estás comportándote raro...

-¿En serio? Lo siento –dijo, antes de tomar una respiración profunda-. ¡Pero es que esto es genial!

-Lo sé, lo sé –dijo Emmet-. También me puse así cuando me firmaron mi primer libro.

-Es genial... –dijo Hiro, sonriendo más ampliamente que lo normal-. Muchísimas gracias, Em.

-¿Eh? ¿Por qué?

-Estuviste dispuesto a esperar toda la cola sin esperar nada a cambio, no te quejaste, y antes que todo aceptaste a venir aquí conmigo, es la primera vez que vengo con un amigo aquí... Muchísimas gracias –dijo, antes de rodear a Emmet con sus brazos, quien lo correspondió.

-No es nada –respondió-. Estás exagerando demasiado.

-Por supuesto que no –dijo, apretando el abrazo-. Bueno, tal vez sí un poco. Pero lo de gracias es en serio.

-También lo de que no es nada –respondió, apoyando su cabeza en su hombro. De repente, su estómago comenzó a rugir.

-¿Vamos a comer algo? –sugirió Hiro, soltándolo.

-Por favor...

Luego de caminar un rato por la feria, encontraron una cafetería donde decidieron almorzar.

-¿Cómo la estás pasando, Em?

-Muy bien, es muy divertido estar contigo. ¿Por qué preguntas?

-Bueno... –Hiro dudó-. No quiero que me consideres alguien irritante por insistirte en venir. En serio te aprecio, Em.

-¿Eh? P-para nada, siéndote honesto yo no quiero que me sientas como una carga... –admitió Emmet-. No creí que fueras a apreciarme así...

-¿Por qué dices eso, Em? Eres una persona muy agradable con quien estar –preguntó.

-Caballeros, ¿qué desean ordenar? –Un mozo interrumpió la respuesta de Emmet.

Aún después de su pedido, él se quedó callado y no respondió la pregunta de Hiro. No quería admitir por qué razón tenía la autoestima por el suelo.

Almorzaron y charlaron un poco mientras tanto, aunque Emmet seguía algo preocupado sobre la pregunta. "Debería decírselo," pensó "pero no ahora... No quiero que se preocupe demasiado por mí".

Cuando terminaron de almorzar, decidieron salir a los puestos de afuera. La temperatura había descendido, por lo que Emmet tomó la mano de Hiro.

-¿Huh? ¿Em?

-Tengo algo de frío –respondió-. No te molesta, ¿verdad?

-Ni siquiera preguntes.

***

El cielo comenzó a oscurecerse un poco cuando ya habían terminado de recorrer el lugar.

-Se me ha pasado volando... –se dijo a sí mismo Emmet, mirando su reloj de pulsera.

-Igual a mí. Me divertí mucho, Em –dijo Hiro, besándolo en la frente-. ¿Dónde debemos encontrarnos con tu madre?

-Debería llamarla –respondió Emmet, sacando su teléfono de su bolsillo. Luego de marcar el número y tener una corta conversación, acordaron que se verían en el puesto de libros donde ella firmaba.

Ambos fueron caminando hasta allí, y se encontraron con su madre acomodando sus cosas.

-Fue un día agotador –dijo Christa, con la voz algo tomada-. Los lectores querían hablar, y hablar, y hablar, y debí repetir varias veces lo mismo... me duele la garganta... solo vayamos a casa...

Durante el viaje, Christa estaba demasiado cansada como para hablar, pero de todas maneras Emmet y Hiro se quedaron callados. Sin nada que decir, hasta que llegaron a la puerta de la casa de Hiro.

-¿La pasaste bien? –preguntó por última vez.

-Sí, Hiro-kun, sí, ya me lo preguntaste –dijo Emmet.

-Solo quería asegurarme –respondió, antes que Sakuya abriera la puerta-. Hablamos más tarde, Em.

-Seguro. Hasta luego –se despidió mientras subía al auto.

-Descansa.

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