Capítulo 13 (Parte 1)

1.4K 13 0
                                    

Me llamo Zoé.

En casa somos cinco hermanos. Yo la de en medio. Enclenque,  enfermiza, larguirucha. Sin belleza física prominente.  Me gusta cantar y pintar, aunque mis hermanos me dicen desafinada y mis padres me rechazan porque disfruto la música "del mundo".

A los quince años consigo un novio extravagante.  Un "engendro de los infiernos". Así le dice mi madre a Paul. A mi me gustan sus tatuajes, aretes, arracadas  y cadenas colgando de los jeans rotos. Papá me condena para perpetuidad,  pero no hace el menor intento de escuchar mis razones o charlar conmigo.

En la casa yo soy el activo menos valioso. Así que me enfoco en el amor de Paul. Entonces mi novio comienza a hacerme reproches de forma progresiva.  Cada vez más y más.  Aprendo a bajar la cabeza para aceptar mi ineptitud.  No me doy cuenta de la forma en la que Paul me manipulaba.  Para mi, su trato es normal. Me dice "ilusa", "fresa", "nerd", "pituca", "apretada". Y yo trato de congraciarme y pedirle perdón. Paul se burla de mis canciones y dejo de cantar. Para tratar de agradarle me perforo la nariz y el labio. El piercing se me infecta y voy a parar al hospital. Un día lo veo besando a otra. Le reclamo y el se defiende diciendo: "Yo soy hombre, tengo curiosidad de conocer más mujeres". Entonces lloro a todo pulmón.  Le suplico que no me desprecie y trato de darle argumentos válidos. Paul se tapa los oídos y camina. Le sigo. Sube al autobús y corro por la calle detrás del camión.

Así termina mi primer noviazgo.  La humillación se queda impregnada en mis células. Paso muchas noches de insomnio pensando el porque Paul se hartó de mí. Llego a la conclusión a que no fui suficientemente dócil con él. A nadie le gustan las mujeres rebeldes. Se lo he oído decir cine veces a mi madre...

No me doy cuenta que si aprendemos ideas perjudiciales en la juventud, nos irá mal cuando seamos adultos. Los disparates en la mente se enquistan,  se potencian y se agrandan. Otra idea equivocada fue ésta: Hay que conseguir un hombre rico. Así, por lo menos podremos viajar, manejar un buen auto o comer bien.

Cuatro años después lo consigo.  Mi amiga Mireya me lo presenta. Se llama Yuan. Es empresario de gran prestigio; amigable,tímido, limpio, bien vestido. Mireya asegura que me conviene. Tiene dinero. Ella lo conoce desde años atrás.

Para sorpresa de todos, Yuan me pide matrimonio. Aunque yo tengo apenas diecinueve años de edad y él raya los treinta, nos casamos. Tal vez (siendo yo una persona invisible), Yuan logra verme; distingue en mi algo digno de admirar. Pero sólo por poco tiempo. A los dos años,  deja no sólo de admirarme sino de mirarme.  Me vuelvo invisible de nuevo. Y de nuevo, el hombre de mi vida  da media vuelta y me deja hablando sola,  la primera vez lo hace porque hay una gotera en la cocina y yo le recuerdo que él prometió arreglarla,  le digo que debe cumplir su palabra.  Entonces se pone de pie y camina.

"Esto no va a pasar otra vez", le exijo que no me deje hablando con las paredes; él continúa caminando sin voltear; sube a sus auto y se va. Regresa después de dos horas y se encierra en su estudio. Toco la puerta, le ofrezco de cenar tratando de congraciarme.  Es inútil. No responde. Llega a acostarse muy tarde, cuando calcula que ya me dormí.  Pone almohada en medio de nosotros para que no nos toquemos ni por error. Estiro mi pie y le rozo con un dedo por debajo de las sábanas; él se retira. Insisto. Se para de la cama y duerme en el sillón.  ¡Todo por una gotera!.

A partir de entonces,  suele castigarme con su silencio y yo acabo pidiéndole disculpas. Le pregunto " ¿me personas?" (a veces no sé ni de qué), contesta que sí, pero sigue ignorándome. Entonces le digo, "¿no que ya nos habíamos reconciliado? ¿Por qué me tratas mal?"; él tuerce la boca y dice: "estas loca, mujer, yo no te hago nada; ni te pego, ni me emborracho, ni te grito, ni soy infiel, así que no te quejes".

Mientras Respire-  Carlos C. SánchezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora