La cámara hizo un zumbido y se apagó. Le habían faltado cinco minutos al testimonio de Ana Sofía para terminar. Ella se lamentó como si fuera culpable.
- Ya no tiene batería. Qué pena.
- Está bien – Zoé había olvidado el calor abrasador, distraída por la aflicción emocional que le producía el testimonio de su amiga-. Puedes platicarnos aquí le faltó al video.
- Fue poco... Solo hizo falta escuchar sobre la triste vida de una mujer que... vende su cuerpo. Te la pasas al filo de la navaja porque muchos clientes son inofensivos, pero algunos no. Te insultan, te golpean, te obligan a cosas horribles... Claro. Desarrollas un instinto para huir cuando algo pinta mal, aunque no siempre lo logras; porque te engañan. Uno de mis clientes que parecía más inofensivo, me drogó. Se llamaba Ortega. O así decía llamarse. A causa de Ortega me volví adicta a la heroína. Si no hubiera sido por ti, Zoé, que me ayudaste a rehabilitarme...
- Yo no hice nada. Tú querías rehabilitarte, amiga. Solo te llevé a la clínica. Aunque estaba enojada contigo, por la forma en que habías caído; no quería escuchar tu historia. Fui arrogante. Ahora te comprendo. Nunca imaginé cuanto sufriste. Todo comenzó en tu infancia, cuando eras una jovencita inocente.
Ana Sofía percibió la genuina empatía en la voz de Zoé.—Bueno, tampoco soy un bicho raro. Lo que me pasó a mi le sucede a miles de mujeres. A millones y hablo con la autoridad de quien no solo leyó e investigó sobre el tema durante la carrera de filosofía y letras (que dejó truncada) sino de quien experimentó las atenuantes y agravantes del estigma en carne propia—. Cada tres segundos una niña es violada en América. ¡Casi cuatro de cada diez mujeres han sufrido violencia sexual! El crimen mundial más lucrativo y extendido, después de la droga, es el comercio sexual; prostitución, pornografía, trata de personas, venta de mujeres y niñas. ¿Te puedes imaginar el daño moral y psicológico que ocasiona todo eso a la raza humana?, ¿puedes calcular la cantidad de fantasmas que se mueven en las relaciones de parejas y todos los demonios que viven en las familias por esa causa?
- Eso no se puede evitar – Mireya intervino en la conversación en tono fatalista—, el crimen es parte de la naturaleza del hombre. Vean las noticias de todos los días: delincuencia, asesinatos, corrupción, atentados terroristas y matanzas de inocentes. La humanidad siempre busca formas de destruirse. No me lo pueden negar. Nosotras mismas estamos aquí por eso. Vivimos temporalmente mientras los secuestradores no decidan descuartizarnos, o mientras no tengamos otra depresión profunda y decidamos quitarnos la vida. La humanidad está podrida, amigas; su naturaleza es asesina y suicida.
Las palabras de Mireya ya no tuvieron eco en el ánimo de Zoé ni Ana. Quizá porque ambas habían experimentado el alivio de la catarsis y veían su pasado desde otra perspectiva.
Zoé trató de rebatir, aunque su voz sonó arenosa.
- Yo pienso diferente. La raza humana ha evolucionado; ha aprendido de los errores. Hoy en dia no se queman brujas en hogueras, no se decapitan rebeldes, no se apedrean personas de color, no se lanzan bombas atómicas, ni se asesinan gays.
- ¡Pero existe el instinto de autodestrucción! ¿Sí o no? ¡Caray! ¿Estás ciega? No te hagas pasar por santa. ¡Míranos!
- De acuerdo—Zoé sacó energía de donde cada vez había menos—Fue muy extraño que las tres hayamos tocado fondo justo el mismo día... Y fue más extraño aún que después de esos intentos de quitarnos la vida, nos hayamos puesto de acuerdo para insistir hacerlo. Pero el altruismo heroico del que hablabas cuando nos vendiste la idea de pasar a la historia como Gandhi, Mandela o Teresa, era una gran incoherencia. Nuestro plan jamás iba a funcionar porque el deseo de dar la mano a otros está implícito el anhelo de vida.
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