¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
⋆˚🫐｡ La noche se había asentado sobre Konoha, suave y templada, mientras Asami y Tenten caminaban por la avenida principal que conducía hacia el complejo Hyūga. El bullicio del día ya se había apagado, quedando apenas algunas luces cálidas iluminando los puestos que todavía resistían abiertos.
Asami llevaba en las manos una pequeña bolsa de papel, apretada contra su pecho como si se tratara de un secreto. No era gran cosa, apenas un detalle que había logrado convencer a Tenten de comprarle, con la excusa de que así ella sabría que estaba mejor después del mareo en el entrenamiento.
La mente de Asami divagó por las nubes, ajena a los comentarios de Tenten. No lo hacía intencionalmente; simplemente su mente se desprendió del presente, flotando en un vacío blanco, tan silencioso que hasta su respiración parecía lejana. Intentaba comprender lo ocurrido esa tarde, pero cada intento de razonar la arrastraba más profundo en el desconcierto. No lo imaginó. No lo soñó. Lo vivió en carne propia.
Eran los rasgos del Byakugan.
Recordarlo le heló la sangre. La sensación había sido brutal, casi antinatural. Un ardor recorrió sus nervios, como si pequeñas chispas eléctricas se encendieran bajo su piel. Sintió la presión subir a su cabeza, una vibración extraña detrás de los ojos, un latido que no era suyo. Por un momento, creyó que su cuerpo se partiría en dos.
