19.

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Los días iban pasando y con eso, se creía que los problemas también. Sam había empezado a salir con Nick, Cassandra se encontraba mejor, al parecer, y Victoria no podía estar mejor.

Todo estaba bien, ¿qué podía dañarlo?

Las tres estaban tiradas en el suelo del cuarto de Vi mirando al techo, a lo lejos sonaba una de esas canciones raras que siempre ponía Cass cuando estaba triste, Sam tenía un cigarrillo entre sus dedos que luego de darle una calada le paso a la pelirrosa. Los celulares de las tres comenzaron a vibrar al tiempo.

—Que raro... —Sam se sentó y tomó su celular.

Lo desbloqueo y se tapó la boca sorprendida al ver de que se trataba el mensaje.

—Oigan, revisen sus celulares —les dijo y ellas lo hicieron de inmediato.

—Maldición —dijo Cass.

—Joder.

El vídeo se reproducía en los tres celulares.

Había un chico castaño sentado y amarrado a una silla, sus ojos estaban vendados, pero su boca estaba sin mordaza. Se movía violentamente de un lado a otro intentando zafarse, aunque sabía que era imposible, y no paraba de gritar.

—Puedes gritar todo lo que quieras, Morrison —habló un hombre, su voz estaba distorsionada así que era imposible saber de quien se trataba— Aquí nadie va a escucharte.

Maldición, déjame ir —gruñó.

No hasta que aceptes abandonar el país.

¡No voy a ir a ningún lado! —gritó sin parar de moverse.

Eh, tú —llamó a alguien y un hombre alto y encapuchado se posicionó al lado de Benjamin con una bandeja llena de navajas y dagas.

El hombre que anteriormente había estado hablando se acercó al chico y se puso detrás de él sosteniendo con fuerza la silla para que dejara de moverse. Llevaba una mascara en la cara.

Tomó una de las dagas, tenía empuñadura de plata y una hoja sumamente fina.

¿Ves esto, Cassandra? —tomó del cabello a Benjamin inclinando su cabeza hacía atrás— Esto sucede cuando eres desobediente, cariño —pasó con sumo cuidado la daga por la mejilla del castaño dejando un corte no muy profundo.

Hijo de puta, dejala a ella tranquila.

Que considerado, Morrison, pero veras —delineó sus facciones con la punta de la daga— Tú estas aquí por esa niña estúpida y sus ¡malditos impulsos desafiantes! —hundió la daga en su hombro y el castaño gritó de dolor.

Hey, ya —apareció otro hombre, su voz también distersionada— Dejalo o vas matarlo —lo alejó de Banjamin.

Le haría un favor —rió y saco la daga limpiando la sangre en la manga de su traje y ahí es donde el vídeo acaba.

Los ojos de Cass estaban llenos de lágrimas y mordía dos de sus dedos para no sollozar.

—Cassie... —Vi intentó acercarse a ella, pero la peliazul se alejó.

—¿Quién carajos esta haciendo esto? —dijo Sam.

—Alguien que quiere volverme loca —se abrazó a si misma.

—¿Por qué mandarnos el vídeo a todas esta vez?

—Para asegurarse de que Cass lo vea, quizás.

Sweet SixteenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora