16.

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Cameron estaba sentado junto a Samantha afuera del consultorio donde se encontraba Cassadra y su psicóloga. Después de salir del hospital ella debía ir a sesión 1 vez por semana. Esa era la tercera vez que iba.

—¿Crees que hable de Ben? —preguntó el castaño.

—Dudo que siquiera hable.

—¿Cómo dices? —la miró.

—Ella no cuenta nada, ni siquiera habla —explicó mordiendo sus uñas.

—¿Entonces pasa una hora a la semana encerrada ahí y no cuenta nada?

—Absolutamente nada.

—¿Cómo pretende que la ayuden?

—Esa es la cuestión, Cameron. Cassandra no quiere ayuda —suspiró— ¿Sabes? A veces creo que ella sólo quiere huir. Y que nosotros ya no estamos en sus planes.

—Creo que dejamos de estar en sus planes hace mucho tiempo.

La puerta del consultorio se abrió y Cassandra salió resonando sus botas contra el suelo. Su cabello azul estaba corto y desordenado, estaba pálida y parecía que no había comido en días.

—¿Nos vamos? —preguntó quitando sus gafas de sol de su cabello.

—Sí, claro —Cameron se levantó y la tomó de la mano.

—¿Quieres ir a Cherry's? —le preguntó Sam. Cass hizo una mueca y asintió solo por ser cortés.

Salieron del hospital y avanzaron hasta el auto de Cameron. La peliazul encendió la radio y dejo una canción de Panic! At The Disco.

—¿Cómo van las sesiones? —le preguntó Cameron.

—¿Las sesiones? Van bien, ya sabes. No hablamos mucho —dijo poniendo las gafas sobre sus ojos.

—¿Por qué no quieres hablar con ella?

—Porque no, son mis problemas. Yo puedo llevar mi carga sola.

—Mmm —murmuró en respuesta.

—¿Para qué quieren ir a Cherry's? —preguntó buscando algo en la guantera.

—Para que comas algo. Te encantan las hamburguesas de Cherry's —le recordó Sam.

—La verdad no tengo hambre —siguió buscando y tiró todo el suelo hasta que encontró el frasco— Lo sigues haciendo —le enseñó el frasco amarillo casi vacío.

—Cass...

—Lo prometiste, dijiste que pararías —arrojó el frasco por la ventana.

—Tu dijiste que colaborarías, que comerías y hablarías con la psicóloga, pero mirate —frenó el auto.

—No es momento de discutir, ¿saben? —intervino Sam.

—Yo solo... maldición, no sé. Lo he intentado, he intentado comer, pero simplemente nada me pasa, también he intentado hablar con ella, pero cada vez que la miró siento que va a culparme de todo aunque no lo diga —suspiró— Pero tú ni un jodido intento, Cameron.

—No puedo parar.

—Chicos...

—Ya arranca y vayamos a casa —murmuró Cass.

Cameron la miró fugazmente y puso el auto en marcha otra vez. Terminaron los tres en casa de Cassandra tirados en la cama de ella viendo películas mudas a blanco y negro.

—¿Por qué te gustan estas películas? ¿No te disgusta el no tener sonido? —le preguntó Sam.

—Oh, vamos. Son geniales, ¿cierto, Cameron? —le golpeó levemente una costilla con su codo.

Sweet SixteenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora