Experiencias y Pasado

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Había pasado ya algún tiempo desde que se convirtiera en la representación del territorio que alguna vez fue su madre, también desde que abandonara la casa en la que vivía con sus hermanos mayores, sus detestables hermanos mayores: Scott que representaba Escocia, Dylan que representaba a Gales y los gemelos Liam y Cian que representaban Irlanda del Norte e Irlanda.

Había comenzado una serie de expediciones por el mar y en poco tiempo se convirtió en el amo y señor del mismo. Pirata era como le llamaban y Arthur no podía ni quería contradecir a quién le llamase así, pues era verdad, en poco tiempo se formó una reputación y aunque compitiera contra ese bobalicón de España y el entrometido de Francia, su mayor dolor de cabeza era el navío llamado El Tormenta Roja. El barco pertenecía a Scott, quien a veces robaba sus botines y otros más era él quien lo sacaba de apuros, lo que solo hacía molestar más a Arthur ¡el ya no era un crío y no necesitaba de su molesto hermano! Además de que sabía muy bien que Scott solo lo hacía por verlo rabiar y no perdía oportunidad para molestarlo hasta por el más insignificante error que cometiera.

Y así es como justo ahora se encontraba en el camarote de Scott, atado de las muñecas y los tobillos, a la espera de ver al pelirrojo después que este y su tripulación lo ayudarán a lidiar con el molesto de Holanda.

- ¡El más temible de los piratas, el Capitán Kirkland! ¡Ese que sin dudarlo les atravesara el corazón solo por diversión! - comentó a viva voz mientras entraba. Se le notaba que había estado bebiendo ron un buen rato antes de aparecerse allí - ¿no es así como te dicen, conejo? - lo tomó del mentón y Arthur le devolvió una mirada molesta - pero claro que... todo eso suena a farsa, si no eres más que un pequeño y débil intento de hombre

- ¡Suéltame Scott! - le ordenó molesto, si había algo que lo enfurecía era que lo llamasen débil - Suéltame ahora you blody bastard!

- ¿Y por qué habría de hacerlo? ¿Te lo mereces acaso?

- Me lo merezca o no... ¡no tienes derecho a tenerme aquí! - forcejeó hasta que sintió sangrar sus muñecas - ¿Por qué haces esto? - le gritó ya fuera de sí. Scott lo miraba impasible.

- Porque eres débil, Arthur, y eso es lo único que no te debes permitir ser... no cuando representas una nación... no cuando representas la nación que perteneció a Madre - su voz salió seria, sin rastro alguno de burla o alcohol.

Y esas palabras, quedaron grabadas a fuego en su mente, junto con la cara seria y los fríos ojos de su hermano mayor. Sin saber el dolor y sufrimiento que escondía Scott por tener que tratarlo así, todo por órdenes de su madre antes de morir.

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Su época de pirata había pasado hacía muy poco para ser honestos, pero todo esfuerzo valía la pena si el pequeño América -o Alfred, como lo nombró- comenzaba su formación con el buen ejemplo a seguir de un perfecto caballero inglés. Los demás países no se lo pudieron creer al principio pero poco a poco fueron aceptándolo, más al notar cómo se comportaba la nación británica alrededor de su pequeña colonia.

Pero aun así, a los gemelos Irlanda les hacía gracia molestarlo, y las veces que tenían que reunirse, le contaban al pequeño Alfred las fantásticas y brutales aventuras que viviera Arthur como el Capitán Kirkland, las cuales lo dejaban fascinados y con ganas de que el mismo Arthur se las contara, pero este siempre evadía el tema.

Hasta que una noche, luego de que los gemelos Irlanda se fueran y justo cuando Arthur buscaba un libro para leerle un cuento a Alfred antes de dormir, la pequeña colonia con un toque curioso le preguntó.

- ¿Sigues siendo malvado, Dad? - el rubio mayor volteó sorprendido a mirarlo, observando como Alfred esperaba pacientemente la respuesta con la curiosidad propia de los niños brillando en sus azules ojos. Se aclaró la garganta y maldijo en su mente a sus hermanos mayores.

- Yo no soy malvado - fue su respuesta cuando encontró un libro adecuado y se sentó en la cama con el pequeño aun mirándolo.

- Pero... los gemelos dijeron que sí lo eras... que matabas gente, la mandabas colgar o las ahogabas ¡y todo por ser fuerte y poderoso!... y sigues siendo fuerte y poderoso... ¿también sigues siendo malvado? - ahora, junto a la curiosidad, un pequeño temor se asomaba por esos ojitos brillosos.

- Escúchame muy bien Alfred, no hagas caso de lo que mis hermanos te digan... y mucho menos si son historias de cuando fui pirata ¿entendido?

- Yes Dad... pero ¿lo eres?

Arthur miro al niño y dando un suspiro lo tomo entre sus brazos, su mirada se suavizó al igual que su voz.

- ¿Tú me ves cómo alguien malvado? - Alfred se lo quedó mirando un rato y luego negó enérgicamente con la cabeza.

- No, tú eres genial ¡eres un héroe! - exclamó feliz abrazándolo, Arthur correspondió el gesto y luego lo acostó en la cama de nuevo, arropándolo.

- Bueno, es hora de dormir señorito - Alfred ya bostezaba, así que no era necesario el cuento. Besó su frente y salió - buenas noches Alfred

- Buenas noches Daddy - murmuró el niño, antes de quedar profundamente dormido.

Arthur: La historia de un imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora