Verdades y Confesiones

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Después de la visita de Regina, Matthew y Alek; Francis se vio inmerso en la búsqueda del significado dentro de la "cura" que estaba en el pergamino, pero todos sus esfuerzos estaban siendo insuficientes debido a que otro pensamiento más fuerte ocupaba su mente: Regina había dicho que la nación causante de todo era Bélgica.

No es que creyera que la unión mentía, era solo que no podía concebir la idea de que la amable y encantadora belga fuera la mente detrás de todo ese embrollo. Ella y él eran buenos amigos y hasta allí, a pesar de sus sentimientos recientemente descubiertos su relación con ella no era más que una gran y vieja amistad, como la que tenía con Gilbert o Antonio. Sí, en sus tiempos de jóvenes tal vez coquetearon el uno con el otro demás pero todo eso fue olvidado gracias a que Arthur y él habían por fin comenzado su relación y cuando se lo dijo ella no mostró signo alguno de enojo o siquiera incomodidad ¿cómo era posible que Regina asegurara que Emma era la causante de todo?

Como su esfuerzos no daban resultado y su mente seguí hecha un embrollo decidió que para poder concentrarse en su tarea primero tenía que cortar de tajo su inquietud y por ello sin aviso alguno partió hacia Bélgica para visitar a Emma, tal vez de ese modo su mente se calmaría y podría encontrar pistas de aquella nación que estaba utilizando el buen nombre de Emma en su contra.

Tardo poco en llegar hasta el lugar y gracias a la llave que la chica le había dado se adentró a la casa rogando que esta vez no tuviera la mala suerte de encontrarse con Govert, pues desde hace mucho tiempo atrás no era del agrado de Países Bajos y él no sabía por qué. Entró lo más sigiloso que pudo y comprobó que no había nadie en casa, dejo su maleta en la sala y se sentó a esperarla. Una cosa era entrar a su casa y tra muy diferente era fisgonear donde no lo llamaban.

Aun así en su espera se dio cuenta que había papeles regados en la mesa de la sala y aun en contra de sus buenas intenciones, los revisó. Encontrando a cambio planes e itinerarios que estaban enfocados en Regina, o mejor dicho, en la planeación de su asesinato.

‒ Esto no... ¿por qué? - murmuró no queriendo creerlo.

No pudo hacer otra cosa cuando escuchó la puerta de la entrada y a Bélgica hablando por teléfono muy enojada.

‒ ¡No! No puedes impedirme hacerlo, ya te lo dije Govert, con o sin tu ayuda esa mocosa entrometida verá el final de sus días muy pronto ¡no lancé esa estúpida maldición para nada! - le gritaba furiosa al teléfono. Entró a la sala pero no se percató de Francis, cosa que él agradeció - Pues ya veremos quién puede más hermanito, si tú y tus patéticos intentos de protegerla o yo - le colgó y aventó el teléfono hacia el sillón. Al fin notando a Francis sentado en él.

Por un momento ninguno hizo nada, solo se quedaron mirándose el uno al otro. Francis con una mueca de sorpresa y estupefacción y Emma en cierto gado espantada ¿cuánto se supone que él había escuchado?

‒ ¿Lo hiciste tú? - la miraba sin querer creerlo aún, la escuchó pero esperaba que todo fuera solo una confusión - ¿Por qué? ¿Qué ganabas tú haciendo a Arthur infeliz? - no lo comprendía, la Emma que él conocía no tenía motivos para hacer algo así.

‒ ¿Y me lo preguntas tú, Francis? ¡El maldito te rompió el corazón y aun así lo defiendes! - lo acusó molesta al reponerse de la sorpresa - simplemente no entiendo qué es lo que tiene de especial el bastardo de Arthur para que tú y todo mundo lo elija sobre mí ¡Incluso mis propios hijo y hermano están de su lado! - se exasperó caminando de un lado a otro en la sala.

‒ Emma, tú no tienes hijos - la miraba extrañado y afectado, poco a poco la imagen que tenía de ella se iba resquebrajando más.

‒ Francis, claro que lo tenemos ¡Canadá es nuestro! ¿Qué no lo recuerdas? - le explicó al borde de la paciencia como si ese pequeño dato fuera algo de conocimiento común.

Arthur: La historia de un imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora