Destroyed - A song for Govert

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Una vez que la noche llegó, Arthur y Scott entraron a la mansión. Fueron directo al despacho de Francis, lugar donde una sirvienta les dijo que estaba su hija en compañía de Francia. Al subir, tomados de la mano, y entrar al lugar pudieron notar cómo Regina estaba sentada frente al escritorio mientras que Francis seguía revisando y firmando papeleo. Se quedaron a la entrada pues la habitación se llenó de un dulce canto, Regina estaba cantando la nana que Mab la Reina de las Hadas había compuesto para ella, aquella melodía que hablaba de amor verdadero, la maldición que sufrían y el cómo la familia siempre se reuniría al final.

Gotas de lluvia caen en tu rostro
Guarda este beso y recuerda mí nombre
La oscuridad ya viene y te alejará
Solo no olvides que me amas

El amor es una magia que en nosotros nació
Sostente fuerte, no dejaré que te rompas
Los resentimientos crean corazones oscuros
Que morirán cuando te arrodilles y me beses

Cuando las estrellas se han ido
Las páginas del cuento que conocíamos se desvanecen
La esperanza nace
No te asustes si no encuentras la verdad
Nosotros nos pertenecemos
Nunca dudes que siempre te encontraré

(I Will Always Find You - Karliene [Adaptación])

Se quedaron en la entrada, escuchando el canto de su hija que si bien no tenía una voz privilegiada, era agradable de escuchar. Una vez que la nana acabó, Regina abrió los ojos y notó su presencia.

− ¡Están aquí! - se levantó y corrió a abrazarlos, Arthur la recibió en sus brazos y le dio un beso en la cabeza - ¡Papá, lo siento mucho!

− Descuida hija, el asunto ya quedo olvidado. Tu padre y yo ya lo solucionamos - respondió con voz calmada. Pasar la tarde hablando y sincerándose con Scott les sirvió a ambos - ¿Pasaste una tarde agradable?

− Bastante, Francis es un excelente anfitrión debo admitirlo - volteó a ver al rubio mayor, quien los miraba desde el escritorio con una sonrisa tranquila.

− Todo es parte de la buena educación francesa, querida - guiño hacia ellos, Arthur negó divertido al igual que Regina y Scott puso los ojos en blanco al oírlo. Había cosas en el galo que nunca cambiarían - lo que me recuerda, que ya es hora de la cena y en vista de que se saltaron la comida y merienda, seguro que tienen hambre ¿no? - les dijo a los otros dos pues Regina y él sí habían comido a tiempo.

− Así es, pero valió la pena - Scott abrazó a Arthur de la cintura.

− No lo dudo - asintió y luego se levantó acercándose a la puerta - vamos entonces, antes de que sea más tarde. Arthur y yo aún debemos informarles nuestros hallazgos - comentó saliendo de lugar siendo seguido por la familia.

Bajaron al comedor y pronto se encontraban cenando una exquisita variedad de la mejor comida francesa. Aunque ninguno quisiera admitirlo, la comida estaba deliciosa y sabía mejor que la suya propia, Francis lo sabía pero no hizo amago alguno de bromear acerca del tema pues era una cena formal y seria, no solo una comida de conocidos (aún no estaba seguro de considerar a los británicos amigos dadas las circunstancias). Cuando todo se hubo calmado, tanto Francis como Arthur miraron serios a Regina y Scott. Luego de esos días trabajando habían hallado el significado a la "cura" de la maldición, aunque nada les aseguraba que fuera a funcionar, al menos tenían esa pequeña esperanza. Regina y Scott los miraban ansiosos, ambos con el mismo deseo de regresar las cosas a cómo debían ser, una porque deseaba una vida feliz y familiar como la que siempre se imaginó y el otro por querer tener esa vida que a fragmentos recordaba. Fue cuando estaban tomando un postre ligero que Arthur llamó la atención de todos al carraspear fuerte.

Arthur: La historia de un imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora