Anónimos

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Micaela

He logrado manejar perfectamente las últimas semanas después de encontrar a De Lucca en Lou's, ha vuelto por ahí un par de veces pero nada extraordinario.
Llevamos ya un mes de clase con Mussolini y no he podido cruzar con él una sola palabra fuera del salón. Dejando de cavilar, vuelvo a la realidad para ver entrar al objeto de mis pensamientos en el aula.
- Buen día - saluda - necesito una voluntaria, Micaela ven por favor.
Es la primera vez que dice mi nombre y ya suena perfecto en su voz, estoy tan sorprendida que tardo en notar que no fui voluntaria sino seleccionada por él, tampoco había hecho eso antes, él suele esperar voluntarios reales. Mis compañeros esperan mi reacción negativa que nunca los decepciona, pero está vez miro mis manos y me acerco hasta su escritorio.
- No muerdo - dice en un susurro que sólo yo escucho.
- Mala suerte - las palabras abandonan mi boca antes de que pueda detenerme - lo siento - me disculpo - eso fue impulsivo.
Una sonrisa discreta dispara directo a mi corazón y sé que no es cualquier sonrisa suya, él acaba de obsequiarme una sonrisa genuina.
- ¿Qué debo hacer? - pregunto
- Necesito que leas esto en voz alta - indica señalando una página del libro que sostiene y me acerco para mirar sobre su hombro, su perfume llena mis fosas nasales: es una mezcla de fruta fresca, menta y paraíso, él huele a brisa, huele a día de playa, huele a felicidad y no podría explicar como él huele a cosas que no tienen un olor particular, pero es esa la sensación que me recorre al sentir su perfume.
Quiere que lea una recopilación de poemas modernos de autores fantasma, pero al leer la primera línea por encima de su hombro, me congelo. Es mío.

"Que la sangre se eleve en la memoria - recito en voz alta las líneas que escribí hace poco - que la voz de la niebla me encierre en ti
Que las luces del ocaso me den la gloria
y que te encuentre siempre cerca de mi

Que los titanes del deseo nos atrapen
cuando sientas acuciarte aquel final
Llegará el momento en que nos maten
las imparables ganas de, al fin, escapar

Que me entregues el perfume dulce
de cada amanecer entre tus brazos
Y que vuelvas a mi en cada ocaso
para huir de ti hasta que me busques"

Termino de leer en el sepulcral silencio de mis compañeros de clase hasta que veo un sinnúmero de brazos levantados, entre ellos Bernardo, mi estúpido ex.

- Bernardo - De Lucca le da la palabra al menos deseado para opinar sobre mi escrito invisible, solo Simone sabía de la existencia de este poema en mi repertorio. No suelo ser anónima, pero esto tenía mucho de mi para compartirlo abiertamente con mi nombre.

- Es muy bueno - dice cautelosamente - me gustaría saber el autor de esto

- Desafortunadamente, es un anónimo - responde el maestro de inmediato - aunque a mi también me gustaría conocer a esta persona.

El resto de la clase transcurre en idas y venidas sobre mi único anónimo, pero afortunadamente nada me delata y nadie reconoce mi estilo.

- ¿Por qué no le dices que es tuyo? - pregunta Simone al salir de clase, enloquecida por la reacción del Mussolini - Te apuesto a que eso subiría tus notas

- Ni loca Mon, es demasiado de mi en ese poema, no puedo creer que precisamente él lo haya encontrado eso fue humillante

- ¿Qué tiene que haya sido él?

- Nada... Solo que... - me detengo antes de hacer una confesión - nada

- Hay algo que no me estás diciendo así que sueltalo

- No es nada

- Vamos Mic, conozco tu peor secreto, no puede ser tan malo que sientas algo por De Lucca

- No tiene nada que ver con Mussolini, chica lista - miento

- Te conozco - contraataca Mon - hay algo sobre él que te molesta

Café, Cigarrillo y VersoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora