Dama en apuros

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Micaela

Ren ha resultado un amigo excepcional, y ni que decir que como maestro es una total eminencia. Para ser honesta, me siento un poco extraña con su amistad, pues aunque él me ha demostrado que es de fiar y que puedo confiarle hasta mi último secreto, temo acercarme demasiado a él en la universidad, pues conozco a mis compañeros que como buenos futuros escritores les gusta ver historias por todas partes, lo último que quiero es atraer demasiadas miradas. Estoy perfectamente siendo invisible.

- Micky - dice una voz escalofriante y familiar a mis espaldas.

- ¿Qué quieres Bernardo? - es mi odioso ex novio. A simple vista podría parecer un dulce chico americano, increíblemente alto, robusto, sus ojos son verdes y su cabello cae sobre sus ojos dándole un aspecto de viejo pastor inglés. Pero Bernardo está muy lejos de ser dulce, sus mejores costumbres tienen que ver con el número de mujeres que ha enredado entre las sábanas de un motel, no mujeres que se conformen con solo sexo, sino mujeres enredadas en sus mentiras de amor eterno, sus besos llenos de promesas y sus suaves caricias engañosas. Estuvimos juntos dos años enteros, fingió con ahínco respetar mi decisión de esperar a estar lista para tener sexo, pero nunca desaprovechó la oportunidad de ponerme las manos encima cuando estábamos a solas.

- ¿Podemos hablar? - dice, su cara no me dice nada

- Estamos hablando - replico cortante

- En privado, por favor

- Tenemos clase ahora, lo siento

- Vamos Micky, no sería la primera vez que faltas a una hora de clase

- Vale - claudico poniendo los ojos en blanco - pero hemos de volver antes de la clase de De Lucca

- De acuerdo, tú también estás loca por Mussolini

- ¿Disculpa? No estoy loca por nadie, pero es absurdo desperdiciar la oportunidad de aprender de él - discuto mientras tomo mis cosas y le hago señas a Simone para decirle que me saltaré esta clase.

Bernardo me lleva a la parte oculta de los edificios viejos de la facultad, el lugar en el que nos ocultabamos de los curiosos cuando éramos novios, entonces ese lugar siempre se sintió como nuestro, pero ahora se sentía ajeno, absurdo y lejano.

- ¿Qué quieres decirme? - pregunto un poco más calmada

- ¿Tienes prisa?

- Sí, solo tenemos media hora así que sueltalo

- De acuerdo, lo soltaré - se resigna - quiero pedirte perdón, por todas las veces que te provoqué tristeza o irá, te amo y eso no va a cambiar. Quiero pedirte otra oportunidad.

- Clásico - me indigno. Bernardo nunca tiene algo útil que decir, sin embargo algo de sus palabras ha llegado a mi corazón y aunque se que no hago bien en creerle, solo quiero que esto termine y tener algo estable en mi vida.

- ¿Es todo lo que dirás?

- Escucha, lo siento pero debo pensarlo. No estoy diciendo que no, solo que necesito tiempo para pensar en esto.

- ¿Sales con alguien? - pregunta mientras se acerca a mi.

- No es eso, es que... - pero antes de terminar la frase sus labios familiares ya cubren mi boca. Su beso comienza tierno y suave, se siente como Bernardo en todo su sentido, cálido y acogedor, como volver a casa. Pero entonces su beso se transforma como siempre, en hambriento, desesperado y salvaje, su lengua explora mi boca y coloca su mano en mi cuello, poco a poco me hace retroceder y me encuentro atrapada entre él y la pared sin poder liberarme. Bernardo es una sombra, una presencia infinita que se apoderó de mi vida y sigue costandome trabajo mantenerme lejos porque una parte de mi está convencida de que él será la única persona que quiera quedarse con mis dramas y mis problemas, el único al que algo de mi le importa suficiente y es por eso que ese algo no se lo he entregado todavía. Soy consciente de su búsqueda de sexo en nuestra relación y ahora, sé bien que el solo quiere meterse en mis bragas.

Café, Cigarrillo y VersoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora