Capítulo 12: La batalla por el trono

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«Cuando el miedo llama a la puerta, la verdad sale por la ventana.»

Alice sabía perfectamente lo que ocurriría tras cruzar los enormes portones y, efectivamente, sucedió lo que había supuesto: un ejército de naipes los esperaba al otro lado, pero los compañeros de Alice los superaban en número. Una lluvia de flechas atravesó el aire y Alice no tuvo más remedio que agacharse. Estas rebotaron en el cuerpo de los reyes pálidos y el resto de piezas que encabezaban el ejército, pero no sufrieron daño alguno. Su cuerpo de mármol blanco junto a las corazas y armaduras que portaban, evitaban cualquier daño que una flecha pudiera infligir a una persona cuyo cuerpo fuera de carne y hueso. Tras el primer ataque, las piezas parecían más enfadadas que antes, por lo que Alice gritó:

—¡Adelante!

Los reyes se lanzaron contra un par de naipes de rombos y acabaron con ellos al instante, para ir luego a por otra carta. Un diminuto peón se encontraba acorralado entre tres naipes de corazones, pero al momento llegaron diez peones al rescate y no tuvieron más remedio que huir gritando, perseguidos por las pequeñas piezas blancas.

Cheshire se había abalanzado contra tres cartas y las había hecho pedazos con sus dientes y sus afiladas zarpas sin el menor temor. Y en cuanto a Alice... Alice acababa de ver cómo dos cartas que medían el doble de lo normal se acercaban corriendo hacia ella empuñando sus hachas con aire amenazante.

Alzaron las armas y Alice esquivó ambas rodando por el suelo. Se levantó y empuñó la Espada Vorpal antes de desviar un ataque con ella, cuando uno de los naipes intentó cortarle la cabeza. El segundo enemigo volvió a alzar el arma sobre su cabeza y Alice rodó por el suelo para esquivarlo de nuevo, posicionándose delante de la primera carta. El hacha cortó por la mitad a este mientras Alice se abalanzaba sobre el que había todavía en pie, que se movió y el ataque falló. La joven volvió a desviar un ataque del hacha y antes de que el naipe se hubiera recuperado, saltó y le rebanó el cuello.

—¡Que le corten la cabeza! —se burló Alice, repitiendo la frase favorita de la malvada reina.

—¡Alice! —gritaron los reyes.

—Debes ir a por la reina junto al gato —ordenó el Rey.

—Nosotros lucharemos aquí y te cubriremos las espaldas —continuó la Reina.

Alice asintió con la cabeza y rápidamente escapó de la sangrienta batalla, avanzando por el largo camino que le quedaba hasta alcanzar el palacio. Los jardines del castillo eran preciosos, con la hierba perfectamente cortada y rosas rojas en cada arbusto. Los muros de piedra que lo rodeaban le daban un toque de fantasía y aumentaba la belleza del lugar. «Este lugar es enorme» pensó Alice. «Parece un campo de golf, como a los que acudía padre con sus alumnos tras tomar el té». Pero la pelea se intensificaba y la sangre teñía los pastos que antes habían sido verdes.

Salió de su ensoñación y corrió seguida por Cheshire por todo el campo. A ambos lados se disputaba una pelea de piezas contra cartas y a veces se encontraba en medio del camino trozos de naipes o piezas blancas rotas en pedazos, pero eso no la detuvo. Debía llegar a toda costa, pasara lo que pasara. Debía salvar su mente o todos allí estarían perdidos.

Cuando casi no quedaban ya individuos de ningún bando a la vista, Alice encontró otra puerta que parecía adentrarse más en las entrañas de los jardines del palacio, así que la cruzó sin un atisbo de duda.

Al parecer el portón llevaba a otra extensión de los jardines, pero eran... diferentes; un abismo. Unas plataformas por las que Alice podía saltar se extendían bajo sus pies, pero mucho más abajo todo era completamente de lava. Ríos de fuego y roca líquida que podían abrasar hasta el más duro de los metales recorrían el foso sobre el que se encontraba Alice, cuya única oportunidad se basaba en saltar por los pequeños montículos de tierra flotantes que se alzaban sobre estos.

American McGee's AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora