Tan rápido como comenzó, el verano llegó a su fin. El nuevo ciclo lectivo estaba prácticamente a la vuelta de la esquina. La inflación bajó y la bolsa de valores aumentó, pero nada de todo esto perturbaba la pasiva conducta del mas joven de los Ootoris, es más observaba todos estos cambios con cierta indiferencia, ya comenzando a enfocarse en lo que sería ese año. Su segundo año de secundaria y también su segundo año como vicepresidente del Host Club. Pese a que no lo aparentara, le inquietaba pensar con que locuras y ridiculeses le saldría su mejor amigo y presidente del Host Club, Tamaki Suou, cuya personalidad se asemejaba bastante a la de un golden retriever, y que curiosamente era la misma raza de su perra Antoinette. Otra vez se confirmaba el dicho de que las mascotas se parecen a sus dueños.
-¿Dónde se supone que nos estás llevando Tono?- preguntaron los gemelos Hitachiin con un aire aburrido desde la izquierda de Kyouya. Esa mañana, no tan temprano, Tamaki había llegado a la casa de Kyouya y lo había metido a rastras en su limusina en donde ya estaban Honey y Mori, y de alli se encaminaron a la mansión de los gemelos.
-¿Qué no me escucharon cuando les dije ayer por teléfono?- se lamentó Tamaki.
-Nunca te prestamos atención, sos muy ruidoso...- dijo uno tratando de molestar a Tamaki y lográndolo. No se cómo ahora se encontraba en un rincón del espacioso vehículo cultivando hongos, sumergido en una de sus depresiones espontáneas.
-Nos encaminamos a la mansión Shamiko.- contestó Kyouya obviando la situación en la que se encontraba su mejor amigo, y acomodándose las gafas.
-¡Así es!- saltó Tamaki, totalmente recuperado.- Iremos a visitar a Kimei, y luego haremos una fiesta de bienvenida para ella al estilo Host Club.- exclamó con desición llevándose una mano al pecho.
-La Señorita Shamiko no se encuentra en casa.- anunció el mayordomo inclinando la cabeza, y aplastando el ánimo de Tamaki hasta convertirlo en una bolita en el suelo.
-Pero.. pero yo quería hacerle una fiesta de bienvenida...- comentó desilucionado.
-Lo lamento Joven Suou, pero la señorita Shamiko salió del país urgéntemente a asistir a su padre en la embajada árabe y no volverá hasta que se solucionen las negociaciones que su padre tiene allí, disculpen las molestias- e inclinando la cabeza una vez más cerró la puerta.
-La próxima vez, llama para verificar que esté en casa- le recriminaron los gemelos a Tamaki que seguía desilucionado.
-Otro de tus impulsos que termina en fracaso, deberías ser mas cuidadoso- comentó Kyouya mientras escribía algo en su cuaderno.
-No te preocupes Tama-chan, seguro podremos hacerle la fiesta en otra ocasión.- sugirió Honey abrazando su conejito de peluche.
-Mmm- concordó Mori.
-¡Seguro que si!- exclamó Tamaki vehementemente con su confianza renovaba-
-Pero la próxima vez, llama.- le recordó uno de los gemelos.
-De acuerdo.- dijo Tamaki sintiendo como si un ladrillo se le cayera en la cabeza.
-Yo me marcho, no puedo permitirme malgastar tiempo de esta manera.- comentó Kyouya a la vez que sacaba su celular del bolsillo y se comunicaba con su chofer.
Pocos minutos después, Kyouya se encontraba cómodamente sentado en la parte trasera de uno de los Rolls Royce de su familia, rumbo a su mansión. Pensando en lo acontesido hacía unos minutos, le intrigó que negociaciones estaría haciendo el Akihito Shamiko en Arabia Saudita, por lo que decidió investigar en internet que tipo de transacciones estaría haciendo el presidente de una compañia de Energía Atómica y Nuclear en esa parte de Asia. El primer resultado de su búsqueda fue una noticia en árabe que tenía una foto de Akihito Shamiko, Giuliana y unos empresarios árabes adjuntada. Pronto su atención se enfocó en la muchacha, que sonreía levemente y emitía un aura de profesionalismo y formalidad poco comun en chicas de su edad y clase. El brillo de seguridad que emanaban de sus ojos era destacable en opinión del muchacho, y pese a encontrarse en un lugar que era muy conocido por su represión hacia el género femenino, no se dejaba intimidad por los empresarios y llevaba su tipico estilo de atuendo formal. Un señido vestido, largo hasta las rodillas con cuello y mangas cortas, color azul marino y zapatos negros. Conociendo lo tradicionales que podían llegar a ser los empresarios árabes, le sorprendía que ella se arriegara usando esa vestimenta.
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