Puertas al infierno en México

122 0 0
                                    

Ubicado en la hoy Antigua Escuela de Medicina, en el pleno corazón del Centro Histórico, el Edificio de la Santa Inquisición representa una época en que la libertad de culto iba más allá de un simple derecho o una garantía individual, pues constituía una delgada línea entre la vida y la muerte.

Por otro lado, el Manicomio General de la Castañeda se convirtió en uno de los lugares de represión más recurrentes del gobierno de Porfirio Díaz. La Castañeda, que como su antecedente, el Hospital para Mujeres Dementes u Hospital Real del Divino Salvador del Mundo, acumuló una serie de relatos que asustarían a más de uno.

TERROR Y DEMENCIA.

En 1910, en lo que ahora conoce como las torres de Mixcoac y las Lomas de Plateros, se construyó uno de los lugares de salud mental más célebres: El Manicomio General de La Castañeda. El lugar tenía la doble función de hospital y asilo para la atención psiquiátrica de enfermos mentales de ambos sexos, de cualquier edad, nacionalidad y religión.

El entonces moderno hospital estuvo poblado de niños, delincuentes, ancianos, alcohólicos, drogadictos y prostitutas. De acuerdo con el Reglamento de 1913, los enfermos se distribuyeron en siete secciones. El Pabellón de los Distinguidos recibió a pensionistas de primera clase, sin distinción de padecimientos.

Un Pabellón de Observación, se destinó a indigentes y pensionistas de segunda y tercera clase, y éstos permanecían el tiempo necesario para su clasificación. La sección especial fue destinada a los toxicómanos, y el Pabellón de Peligrosos albergó a los asilados violentos, impulsivos o agitados y a los presos de seguridad poco garantizada.

Además se constituyeron los pabellones de Epilépticos, de Imbéciles y de Infecciosos, y en esta última sala fueron canalizadas las prostitutas. Tal parece que el manicomio albergó en los años revolucionarios a los homosexuales y los enfermos venéreos. En su momento, el lugar se consideró un lugar de represión.

Por la mínima acusación, de la misma forma se enviaba a una prostituta por desacato a la autoridad, que a un enemigo político renuente al sistema. No en pocas ocasiones existieron acusaciones de exagerados métodos en pos de la salud mental de los pacientes, y de crímenes, abusos sexuales y asesinatos dentro del lugar.

Uno de los sectores más discriminados y estigmatizados, fue el de las prostitutas, a las cuales se les administraba fármacos en grandes cantidades. Más que una opción de salud, el lugar representaba un castigo o la entrada al infierno, pues se violentaba las garantías y los derechos de los pacientes.

En 1967, y a raíz de las pésimas condiciones en que se encontraban las internas de La Castañeda, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz decidió inaugurar granjas-hospitales. Éstas se ubicaron en las afueras la ciudad, a donde se trasladaron los cinco mil habitantes del antiguo manicomio.

Sin lugar a dudas, La Castañeda fue uno de los lugares más temibles del siglo XX, una verdadera puerta al infierno.

FANTASMAS DE LA INQUISICIÓN.

Cuentan que aún se escuchan los gritos de dolor en la madrugada, y los lamentos erizan la piel de sólo pensar en las almas torturadas. Durante la Colonia, la Escuela de Medicina sirvió como el edificio de la Inquisición. El Patio de los Naranjos aglutinaba las prisiones y las celdas medían 16 pasos de largo y 10 de ancho.

Dos puertas de amplio grosor y un agujero con rejas dobles se convirtieron en la entrada a un infierno terrenal, hasta que en 1813 la Corona Española decretó la abolición de la Inquisición, la cual no se derogó hasta 1820. Versiones de injusticia y procesos corruptos y manipulados, terminaron con uno de los más negros momentos del México virreinal.

Después de 250 años de establecida en toda Europa, la Inquisición o el Santo Oficio se concentró en los reinos de Castilla y de León. En América, el Tribunal apareció por primera vez en la isla de Santo Domingo, llamada en ese entonces La Española.

En aquel entonces el cardenal Adrián de Utrech, regente del reino e inquisidor general de España, extendió el nombramiento de inquisidor de todas las tierras descubiertas a don Pedro de Córdoba, residente de dominicana. Tres años después años de la Conquista de la Nueva España, fray Martín de Valencia, franciscano evangelizador, se constituyó como el primer inquisidor.

Tal nombramiento lo otorgó Pedro de Córdoba, comisario de la Inquisición en México. Ese primer inquisidor ejerció de manera furtiva, hasta que murió en Córdoba, y asumió el cargo otro español: fray Vicente de Santa María, un dominico.

En 1535 el inquisidor general de España y arzobispo de Toledo, Alfonso Manrique, expidió el título de inquisidor apostólico al primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Aunque éste no creyó prudente establecer aún la Inquisición en México, cometió uno de los mayores errores inquisidores de los que se tenga memoria.

Para 1539, fray Juan de Zumárraga llevó a cabo uno de los actos más deplorables de la historia de la Inquisición en México. El inquisidor juzgó al señor principal de Texcoco, bautizado ya con el nombre de Carlos y nieto de Netzahualcóyotl, y le achacó el delito de sacrificar víctimas a sus dioses.

El inquisidor apostólico le mandó a quemar vivo en la plaza pública el 30 de noviembre de 1539, y lo convirtió en la primera víctima del Santo Oficio de la Nueva España. Zumárraga recibió un castigo, pues en las disposiciones reales y las reglas del Santo Oficio, se estipulaba no ejercer rigor ni pena contra los nuevos cristianos de la raza india.

Con tal antecedente, en 1571, año oficial del Santo Oficio en México, el doctor Moya de Contreras, inquisidor mayor de la Nueva España estableció el Tribunal de la Fe. Fray Tomás de Torquemada, pariente de Juan de Torquemada -el ilustre fraile que estudió la historia indígena-, se erigió como uno de los más crueles inquisidores españoles.

Éste desarrolló las reglas más brutales y estrictas para el Santo Oficio, las cuales se siguieron al pie de la letra en México. Muchas de las disposiciones hicieron que algunos se denunciaran a sí mismos. Por si fuera poco, se recibieron denuncias de los padres contra los hijos y viceversa, gracias al terror y la represión del Tribunal.

Ciertas versiones argumentan que se pronunciaron 51 sentencias de muerte, en los 235 ó 242 años del Santo Oficio en México, pero otras aseguran que sólo en 1481 hubo 21 mil procesos, y que no se quemó a nadie en tierras de la Nueva España. Pero uno de los casos más célebre dice lo contrario.

En el proceso de Luis de Carvajal murieron ocho personas, siete de ellas en la hoguera y una en el garrote vil. Durante el atroz capítulo no sólo se acusó a las personas de renegar de Dios, de sus santos o la virgen, sino también de amancebamiento, fornicación y sodomía. Uno de los más claros ejemplos del poder fuera de control.

Leyendas urbanas y algunos relatos de  creepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora