El payaso

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La abuela de Jaime conservaba un muñeco de payaso en un viejo baúl junto a otras chucherías antiguas. Aquel mono tenía una forma extraña, su cuerpo era redondo, sus extremidades muy largas, incluyendo el cuello, por lo que su cabeza estaba todo el tiempo colgando en alguna posición rara y parecía ver fijamente en todas direcciones con aquellos brillantes ojos negros. También tenía los labios color rojo intenso, resaltando una sonrisa inquietante.

La viejecita insistía en regalárselo a Jaime para que jugara con él, pues le parecía divertido sacudirlo y después observar en qué posición había quedado su desproporcional cuerpo. La verdad al niño también le hizo reír un poco, así que lo tomó con gusto, para sacudirlo hasta cansarse.

Entre tanto ajetreo, las ropas se le movieron un poco, evidenciando una pequeñita y gastada cuerda, pero con extensión suficiente para jalarla. El payaso abrió la boca, en el segundo jalón, hizo un extraño sonido, así que Jaime siguió tirando del hilo con más fuerza intentando entender lo que el muñeco decía, pero este solo movía las mandíbulas cada vez más rápido emitiendo alguna clase de chillido.

El pequeño fue donde la abuela para contarle su descubrimiento, ella estaba sorprendida, en tanto tiempo de conservarlo y sacudirlo jamás vio aquel cordón, así que también quiso jalarlo, jalarlo y jalarlo… hasta que gracias a su aparato para la audición, logró entender sus palabras: —te mataré, te mataré…también al niño — así que lo arrojó tan lejos como pudo, por desgracia sus artríticas manos no le permitieron poner buena distancia entre ellos y el payaso, este se puso de pie muy rápido, dos o tres pasos le bastaron para darles alcance…

Desde ese entonces, no se sabe nada del niño ni la abuela, pero si quieres ayudar, puedes hacerlo, preguntándole a ese payaso que te está detrás de ti, que hizo con ellos…

Leyendas urbanas y algunos relatos de  creepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora