Capítulo Seis

146 23 1
                                    

El camino de vuelta fue frustrante. Tu medio habías dicho que iban a acabar acostándose. Tuviste que confesarte a ti misma que te habría gustado que Jung Min hubiera vuelto a besarte y no lo había hecho. No podías desdecirte y no podías estarte quieta. Te ardía hasta la piel.

De repente, te diste cuenta de que no era solo el calor interior. Te estabas abrasando bajo el sol. Habías dejado el sombrero de paja en las rocas y habías olvidado meter una crema protectora en la bolsa.

Jung Min, completamente absorto en que hubieras admitido que te planteabas acostarte con él, no se había percatado.

Sin embargo, en cuanto se lo hiciste notar, se apresuró a colocar el barco a la sombra y a aprovechar el viento para llegar cuanto antes a la cabaña.

- Date una ducha fría -te indicó al llegar y bajar del barco-. Voy por mi botiquín de primeros auxilios. Tengo una crema muy buena.

- ¿Vas a las bodas con botiquín de primeros auxilios? -reíste.

- Siempre lo llevo.

No dijiste nada más. Entraste en la cabaña y te dirigiste al baño. Jung Min te siguió.

- Ya puedo yo, gracias.

Cuando escuchaste cerrarse la puerta, te quitaste el bañador y observaste la gravedad de la quemadura. No era tan seria como habías creído. Todavía.

Te sentías un poco mareada. No sabías si por el sol o por la tensión sexual de la tarde. Te metiste en la ducha y sentiste las gotas como dardos de hielo sobre tu piel.

- ¿Necesitas ayuda? -preguntó Jung Min.

- No -contestaste mientras te enjabonabas.

Te quedaste bajo el chorro de agua fría hasta que sentiste que tu cuerpo había recuperado la temperatura normal.

Alargaste el brazo en busca de la toalla y Jung Min te dio una. ¡¡Jung Minl!.

- Vete -gemiste-. Tengo que salir.

- Pues envuélvete en la toalla y sal.

- ¿Desnuda?

- No te preocupes, T/N. He fotografiado más cuerpos desnudos de los que te puedas imaginar.

- Sí -susurraste-, pero no era el mío -añadiste cubriéndote con la toalla.

- Venga, sal.

No podías quedarte allí toda la vida, así que tomaste aire y abriste la puerta de la ducha.

Jung Min deseó haberte dado una sábana. Tenías unas piernas larguísimas y, al imaginarte desnuda bajo la toalla, se vio compartiendo una noche de amor en la playa contigo.

-Túmbate en la cama para que te ponga crema en las quemaduras.

No te moviste. Por fin, reaccionaste.

- Ya me la doy yo.

- T/N, cariño, a la espalda no llegas.

- No me llames cariño.

- Muy bien, señorita T/N. Apenas puede andar. ¿Me da permiso para que la ayude?

No contestaste, así que Jung Min te agarró por la cintura y te llevó hasta la cama, donde te tumbó boca abajo.

- ¿Qué haces? -preguntaste alarmada.

- Secarte y ponerte la crema.

- ¿Qué crema es?

- Una que me hizo un médico de Hawai para una reacción alérgica. Me dijo que también valía para quemaduras.

- Muy bien, muy bien, adelante. Me duele horrores.

Jung Min te secó y comenzó a untarte la crema por el cuello y los hombros. Al sentir su mano, te tensaste, pero, al cabo de unos segundos, estabas mucho más relajada.

Lo que Jung Min no se podía ni imaginar era lo que iba a suceder a continuación. De repente, te pusiste como a ronronear. En seguida, comprendió lo que te estaba pasando. Su amigo chamán que le había preparado la crema le había advertido que, en algunos casos, su olor tenía efectos estimulantes y afrodisíacos. Estaba claro que a ti te estaba haciendo efecto y Jung Min tampoco se estaba quedando impávido.

Tenía que terminar cuanto antes para que no sucediera nada. Quería acostarse contigo, pero cuando tu estuvieras plenamente consciente de lo que hacías.

- La espalda ya está, T/N. Date la vuelta.

Obedeciste y, al darte la vuelta, se te soltó la toalla.

- Esta crema te hace sentir frío y calor a la vez, ¿no?

Jung Min no podía contestar. Estaba absorto admirando la belleza de tu cuerpo. Tenías los ojos cerrados. Te tapaste los pechos con los brazos y deslizaste un dedo por el cuello. Obviamente, no te estabas dando cuenta de lo que estabas haciendo. Al verte tocarte un pecho y agarrarte un pezón en éxtasis, Jung Min sintió que el deseo podía con la culpa.

- T/N, quédate aquí tumbada y tranquilita. Puede que la crema te provoque reacciones extrañas, pero te quitará el dolor y el bonito color de cangrejo que tienes.

- La verdad es que me gusta -dijiste acariciándolo con las piernas.

Jung Min gimió.

La señorita T/N, máximo exponente del autocontrol, estaba en un viaje erótico. Y el su "prometido" estaba al borde del orgasmo.

Se apartó, te tapó con la toalla e intentó no sentir el calor de aquellos pezones erectos. Se apresuró a ponerte crema en los hombros, el cuello y las piernas.

Le agarraste la mano, diste un manotazo a la crema y le obligaste a tocarte un pecho mientras gemías.

- ¡T/N, T/N! -gritó Jung Min apartándose a pesar de la excitación-. Para. Te tengo que contar una cosa de la crema.

- Jung Min, me siento tan bien, tan liberada. No sé qué será esto, pero tendríamos que dejar de vender cosas para bebés y vender esto. Sería una buena obra para el mundo entero -contestaste agarrándolo y tirándolo sobre ti-. Bésame, Jung Min.

Jung Min sintió que los pantalones habían encogido dos tallas. Sintió que le bajaba la bragueta y que cierta parte de su anatomía suspiraba aliviada. Nunca había deseado tanto a una mujer pero no quería aprovecharse del estado en el que te encontrabas.

- No pienso hacerlo -dijo pensando que, a pesar de lo que decía en aquellos momentos, cuando se le pasara el efecto no te iba a hacer ninguna gracia... si te acordabas.

Comenzaste a suplicar.

- Por favor, Jung Min. Te deseo. Por favor -dijiste abriendo los ojos, ávidos de deseo- Jung Min, soy T/N y tú eres mi amante. ¿No era eso lo que querías? ¡Hazme el amor!

Le pasaste los brazos por el cuello y lo acercaste a tu cuerpo. Lo besaste. Al sentir tu lengua, Jung Min sintió que le flaqueaban las fuerzas.

Se levantó y se apartó.

- T/N, cariño, escúchame. Es la crema lo que te ha excitado.

- No -contestaste-. La crema me ha liberado de mis inhibiciones. Soy libre. Esta tarde soy yo de verdad. Sé lo que hago.


Un Novio Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora