Capítulo Once

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Te fundiste en sus brazos y dejaste que Jung Min te metiera en su habitación. Te tumbaste en su cama y observaste cómo se quitaba la camisa dejando al descubierto un maravilloso torso. Se desnudó por completo y se quedó quieto.

Te limitaste a mirarlo. Estabas a mil por hora y sentías un calor inhumano. Tenías que tocarlo.

- Eres más que una fantasía -susurraste abriendo los brazos.

Jung Min se tumbó sobre ti.

- Si quieres, todavía estás a tiempo de decirme que me vaya,

- Si quieres, todavía estás a tiempo de irte -contestaste-. Lo entendería. Eres un guerrero de fin de semana que se dedica a salvar a damiselas en apuros...

Jung Min te interrumpió con un beso.

- Y tú eres una mujer de relaciones estables que cuida de su madre...

- No estoy muy segura de ser una mujer de fin de semana.

- Y yo no estoy muy seguro de no necesitar que alguien cuide de mí -murmuró

Jung Min.

Le acariciaste la cara y deslizaste las manos por las costillas hasta llegar a la erección.

- ¿Tú? -bromeaste guiando su miembro en el interior de tu cuerpo.

Estabas asustada por el incontenible deseo que sentías por aquel hombre, pero habías decidido dejarte llevar. Ya te daba igual el ascenso y no estabas muy segura de si solo era una fantasía.

Quizás te arrepientas de aquello, pero daba igual. Apretaste tu cuerpo contra el de Jung Min y viste en su cara que no había otro hombre en la tierra como él y que aquella noche era tuyo.

Jung Min gimió y te agarró de los hombros sin parar de besarte. Su boca fue bajando hasta tus pezones dejando una estela de fuego a su paso. No podías estarte quieta y él no podía permitir que te movieras. Ya habían metido la pata una vez aquella noche, así que se apresuró a agarrar un preservativo de la mesilla. T/N no pudo esperar más, agarró el preservativo, lo abrió y se lo colocó. Entonces, Jung Min se introdujo en tu cuerpo lentamente. Sabía que a las mujeres les gustaba la lentitud. Podría aguantar. Claro que podría.

Y un comino. Entonces, ocurrió. De repente, te pusiste a jadear y a temblar y el cuerpo de Jung Min te siguió. Alcanzaron de nuevo el clímax juntos. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Jung Min quería darte una noche de placer especial, pero no podía controlarse.

Por la ventana entraban acordes de música hawaiana. Jung Min te abrazó. Lo besaste y sonreíste.

- La primera vez que vi tu foto, deseé esto.

- ¿Por la foto?

- Sí. No podía dejar de mirarla. Lo que sentía era tan fuerte que me daba miedo. Al final, tuve que darle la vuelta. Desde el principio, has sido más que un soltero de alquiler. Has sido una especie de promesa prohibida de lo que puede ser el amor... bueno, la lujuria. No creí que fuera a conocerlo jamás. Gracias.

Jung Min tampoco. Había tenido muchas relaciones sexuales, pero ninguna tan ardiente como la que compartía contigo.

- La preciosa T/N.

- Ese es mi nombre, sí.

- Lo sé -contestó Jung Min dejando el marchito hibisco sobre la mesilla-. No me arrepiento de lo que ha pasado antes, solo de cómo.

- ¿De cómo?

- Sí, bueno, ya sabes... Normalmente, no suelo ser tan irresponsable con las mujeres.

Un Novio Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora