Capítulo Ocho

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- Me ha dado demasiado sol, eso es todo -dijiste sentándose en la butaca de flores de tu habitación.

- Menuda forma de desperdiciar la tarde -contestó N/M.

- No sé cómo dejé que me metieras en esto. Debí de haberle contado la verdad al señor Kang Dae. Ahora no me vería en mitad de... yo no sé qué. Jung Min no... eh... bueno, es muy complicado.

- El amor nunca es fácil.

- Mamá, esto no es amor. No es... nada.

- Eso lo dirás tú. No me digas que no llevas seis meses mirando su foto. Ese hombre es lo más guapo que he visto en mi vida. Tienen unos ojos que hablan. ¿A ti no te dicen nada?

Suspiraste.

- Ser guapo no lo es todo. Además, antes era solo una foto. Ahora, es de verdad. No es lo mismo. Park Jung Min es un hombre muy atractivo. Puede que incluso me atraiga, pero eso no es amor.

- Puede que no, pero es un buen comienzo. Además, nunca te había visto tan nerviosa, tú, que eres tan organizada normalmente.

Estabas muy cansada y no querías seguir discutiendo. Sin embargo, tu madre no tenía pinta de darse por vencida.

- T/N, que te guste Park Jung Min está bien, que te sientas atraída por él es todavía mejor. Por una vez en tu vida, deja de ser una ejecutiva y sé una mujer.

- No me fío de mí misma. Es obvio que no sé elegir a los hombres.

- Déjate llevar y todo saldrá bien. No sé lo que habrá pasado entre vosotros, pero no me parece buena idea que te deshagas de él... por lo menos, tan pronto. No conozco a ningún hombre que le llegue a la suela de los zapatos.

- Mamá, de verdad, Park Jung Min es peligroso. Prometió desempeñar el papel de mi prometido este fin de semana, pero no está jugando limpio. Se lo está tomando en serio.

Tu mamá se rió.

- Y tú no sabes qué hacer, ¿verdad, T/N? Tú solo sabes planificar. Se te va a pasar la vida haciendo listas. Por una vez, diviértete.

- Me parece que nuestras finanzas no permiten que las dos nos divirtamos. Además, tengo... responsabilidades - contestaste yendo hacia el ventanal para abrirlo.

Quedaste maravillada ante el paraíso de orquídeas y árboles que se extendía ante tus ojos.

- Veo que Dae nunca te ha hablado de su hobby preferido.

- ¿Dae? ¿Desde cuándo llamas a mi jefe por su nombre de pila y conoces sus aficiones?

- Bueno, no sé si te he dicho que me he comprado un ordenador portátil y me suelo conectar a Internet. Me encanta el Facebook. De hecho, estoy formando un grupo.

«Qué miedo», pensaste. Se estaba escribiendo con Kang Dae.

- Bueno, te dejo. La fiesta hawaiana es dentro de una hora, a las ocho.

- Muy bien -contestaste-. Voy a deshacer la maleta, a ver si mientras se me pasa el dolor de cabeza que tengo.

Antes de abandonar la cabaña, se había quitado la crema con agua, pero por lo visto todavía le quedaba algo.

N/M tomó aire.

- Siento mucho haberle dicho a Dae que te ibas a casar y haberte metido en esto. Ningún trabajo merece tanto la pena como para que estés tan enfadada. Si quieres, nos vamos las dos a Jeju, te enseño los gatos de Hemingway y nos tomamos un cóctel morado con sombrillita en el chiringuito de la playa. ¿Qué me dices?

- Que yo tengo tanta culpa como tú. Le podría haber dicho al señor Kang Dae la verdad, pero dejé que la ambición me arrastrara. Solo van a ser dos días. No pienso estropearle la boda a nadie -contestaste sonriendo y abrazando a tu madre.

- ¿Seguro? No me importa confesar a Dae mi mentira.

- No, mamá, no hace falta que hagas nada más -dijiste cerrando los ventanales-. Simplemente, déjame sola.

Te miró con preocupación y se fue.

Suspiraste y te tumbaste en la cama. No podías dejar de pensar en lo que había sucedido en la cabaña. Había sido como un sueño. La mujer del sueño no podía estar más excitada. Sin duda, el hombre era Jung Min. ¿Qué habría sucedido en realidad? Recordaste el sueño, aquel sueño en el que veía a una pareja haciendo el amor bajo las orquídeas. Te habías despertado a regañadientes y te habías encontrado sola. Te diste cuenta de que, sin embargo, la almohada de al lado tenía la marca de una cabeza, así que no habías estado sola todo el rato. No sabías lo que había sido sueño y lo que no.

Ya sabías por qué. La crema había sido estupenda para las quemaduras solares, pero no sabías si había sido mejor el remedio que la enfermedad.

Jung Min oyó la puerta de T/N que se cerraba y a N/M que se alejaba. Menos mal que no había ido a su habitación a pedirle explicaciones de lo sucedido. Supuso que T/N no le había contado los efectos secundarios de la crema.

Decidió llamar a Eun Hye. Tenía que preguntarle hasta qué punto aquel encuentro había sido planeado. Estaba claro que necesitaba una casa propia. Su hermana estaba demasiado metida en su vida. Marcó el número de Eun Hye.

Era viernes y su hermana cerraba a las cinco, así que le saltó el contestador. Dejó un mensaje.

«Park Eun Hye, soy tu ex hermano, Jung Min. Supongo que a estas alturas tu cómplice N/M te habrá contado que voy a ir a la boda de la nieta de Kang Dae con mi prometida, la señorita T/N. Me gustaría que me confirmaras qué has tenido que ver en esta conspiración antes de que te descoyunte públicamente. Además, espero una recompensa económica por esto. Cuando vuelva a Seúl, me pasaré a recoger el cheque, mis fotos y el resto de las cosas porque me pienso ir a una isla del Pacífico y no pienso volver nunca».

A un par de metros de distancia estaba T/N. Lo suficientemente alejada como para no perder la cabeza, pero lo suficientemente cerca como para percibir su presencia físicamente. La echaba de menos. Ojalá estuviera de nuevo en la cabaña con ella.

«Vaya, me estoy metiendo en aguas demasiado profundas», se dijo.

Encendió el televisor y vio el final de Casablanca. Al ver el rostro de Ingrid Bergman arrasado por las lágrimas, se puso en la piel de Humphrey Bogart. De repente, entendió que lo que envolvía el avión no era niebla sino humo. Su mundo estaba en llamas.

«Estás pillado y bien pillado, Park. Además de desearla, te gusta», murmuró.

Un Novio Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora