Capítulo Dos

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Colgaste el teléfono y como habías hecho cientos de veces, miraste la foto en blanco y negro del hombre con el que se suponía que te ibas a casar. Era muy alto y delgado y llevaba el pelo un poco largo. Estaba apoyado en una gran roca y, aunque estaba mirando directamente a la cámara, parecía como si estuviera en otro mundo. Su cara reflejaba nostalgia. No hacía falta que te dijeran que aquel hombre no se entregaba así como así. Lo sabías de sobra.

Lo sabías porque te habías visto obligada a ser así también. Ahora preferías hacerlo todo sola, sin compartir tus ideas con tus compañeros de trabajo. Una vez lo habías hecho. Habías compartido tus creativas ideas y tu vida con un compañero que había terminado por vender la idea a la competencia y por desaparecer de Seúl. No te había dejado más que deudas. Tu madre te había dejado el dinero para pagarlas y todavía no habías terminado de devolvérselo. Montañas de Felicidad era tu segunda oportunidad y no podías desperdiciarla.

Estaba claro que para Park Jung Min aquello no iba a ser más que otro trabajo. No esperabas que entendiera la gravedad de tu situación. Sin embargo, desde que habías visto la fotografía por primera vez, habías sentido que había un vínculo de unión entre ustedes. Tal vez, la soledad.

Cuando tu madre había visto la foto, se había quedado extasiada.

- Es perfecto, T/N... Y parece tan necesitado de cariño como tú. Tenemos que encontrar a este hombre.

- Mamá, solo es un modelo. Además, no necesito a ningún hombre. No sé cómo he dejado que me metieras en esto.

- Pero no es uno de esos ejecutivos con los que sales.

- Salía -le corregiste. La historia con Jae Hwa te había enseñado que no debías confiar en los hombres que hicieran lo imposible para triunfar ni en los que no fueran profesionales de éxito ya.

- Eun Hye dice que Jung Min está soltero, que es un alma errante sin hogar.

- Esa es la vida ficticia que Eun Hye ha inventado para él. Seguramente, será un vendedor de fertilizantes de algún pueblo.

No sabías por qué, pero no lo creías así. Estaba claro que estaban inventando a un hombre que correspondiera con tus fantasías, pero al que nunca tendrías. Lo decía su cara, pero no su voz. Su voz parecía llena de vida, la de un hombre que se dejaba guiar por el instinto y que era libre. No como tú. Tú morías por sentirte libre, pero debías ser responsable. Lo que tú quisieras no importaba. Debías triunfar.

El sol de Seúl que entraba por la ventana hizo brillar el anillo de pedida que tú misma habías comprado una semana después de tener la foto. Tercer error. Dejaste la foto boca abajo sobre la mesa. ¿Quién sería aquel hombre y en qué estaría pensando para tener aquella expresión tan triste? Soñabas con él todas las noches, pero no se lo habías dicho a nadie.

Cuando habías empezado a soñar con él despierta, te diste cuenta de que estabas en apuros. Jung Min se había hecho demasiado real en tu cabeza. Para colmo, tus compañeras iban a tu despacho con cualquier excusa solo para ver la foto. Así que, para seguir ganándose el favor del señor Kang Dae, habías decidido presentárselo y ahora te encontrabas con que ibas a pasar el fin de semana con él.

Te dijiste que no tenías opción, que tenías que pensar en tu madre. No solo porque tu padre te hubiera dejado una carta pidiéndotelo sino porque, además, te había nombrado administradora del dinero de N/M. Desgraciadamente, después de pagar las deudas de los negocios de tu padre, no quedó mucho dinero que administrar. De hecho, se vio obligada a pedir un crédito para mudarse. A N/M no le había importado lo más mínimo, pero a ti sí.

«Toda la vida me he sacrificado por mis hijos», te dijo tu madre. «Ahora, voy a pasármelo bien. Cuando me quede sin dinero, me buscaré otro marido. Es una pena que tú no hagas lo mismo... Tienes que relajarte, T/N. Deja de preocuparte por mí, diviértete, enamorate».

Un Novio Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora