Capítulo 8

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Se suponía que cuando llegase a la ciudad, mi cuerpo debería sentir una oleada de relajación y confort. Ya sabéis, llegar a casa, ponerme a saltar en la cama, pillar una de mis tablas, ir al apartamento de Chris e ir juntos a reencontrarnos con nuestros amigos mientras dominábamos las olas con nuestras tablas. Digamos que todo fue completamente distinto a lo que fantaseaba días antes. Sí, esos días en los que Alan estaba es su mansión de niño pijo, sin entorpecernos el camino a los miembros de la patrulla.

Me encontraba caminando por la urbanización de Wayward, con Alan junto a mí. Estábamos bajando un camino que iba cuesta abajo. Si girabas la cabeza a la izquierda, veías el recinto de la piscina, rodeada por césped y una valla baja. Ese camino daba a la puerta que comunicaba con la ciudad. No era igual de esplendorosa que la principal. Era una simple puerta de hierro pintado de blanco, con barrotes, y que se abría dándole a un botón desde dentro. Para abrirla desde fuera, sólo había que meter el código 1 2 3 #. Se suponía que el código servía para que los no residentes de la urbanización no se colaran a la piscina o al comedor, pero dada la complejidad para averiguar el pin...

Apreté el botón que tenía una llavé pintada en negro. El mecanismo de la puerte hizo una especie de Click. Avanzamos los pasos que separaban el botón de la puerta, y tiré de ella. Salimos. Bajamos la calle, y al final de esta, había una rotonda. Cruzamos por un paso de peatones, y nos adentramos en una calle más ancha. Ésta se dividió en dos, por lo que tiramos por la de la derecha. Subimos la pequeña pendiente, y dimos a parar en la calle principal. Aunque estuvieramos en el centro, esa era la calle principal, en la que se encontraban la gran mayoría de tiendas de la ciudad. Había puestos de comida, heladerías, pastelerías, etc. Los maniquies de las tiendas lucían prendas ligeras y frescas, dadas las altas temperaturas.

-Bien -dije-, ¿por dónde quieres empezar?

Alan observó las tiendas de ropa masculina que teníamos alrededor.

-Esa tiene buena pinta.

Señaló la tienda Obsession. En un principio, Obsession, era una tienda en la que solo vendían ropa para chico, pero por su alto nivel en ventas, decidieron vender ropa para chicas también. Solía ir a veces con Chris o con alguna otra amiga.

Antes de que pudiera poner un solo pie en la tienda, escuché mi nombre.

-¡Lissie!

Me giré, encontrándome con una chica morena.

-No me lo puedo creer...  -dije-. ¡Chelsea!

Me fui hacia a ella y la abracé.

-No sabía que ya estabas aquí -sonrió de oreja a oreja-. ¿Cuándo has llegado?

-Esta mañana -contesté conteniéndome por no ponerme a dar brincos-. ¡Dios, te echaba tanto de menos!

-¡Y yo, rubiales!

Me detuve un momento al darme cuenta que no veía a Alan. Me giré para buscarlo y lo encontré detrás mía, con los brazos cruzados, mirando la escenita. Quería hablar con Chelsea, así que le dije que fuese mirando qué le gustaba, que luego yo lo buscaba en la tienda.

-Está bien... -bufó.

Me quedé observando cómo entraba en la tienda y comenzaba a desplazar camisetas por la barra en la que estaban colgadas.

-Vale, creo que me he perdido algo en esas patrullas -dijo Chelsea, dándome un codacito en las costillas.

-¿A qué te refieres?

-Al pivoncito con el que estabas -contestó señalando con la cabeza la tienda.

Me mordí la lengua para evitar tirarme al suelo a reírme. Cómo se notaba que Chelsea no se mantenía informada... ¡si era un miembro de Wisdom! ¡El mismísimo hijo de la líder!

Chelsea me tenía acostumbrada a ese tipo de comentarios respecto a los chicos. En todos nuestros años de amistad, no había cambiado. La conocí cuando tenía unos seis años,  un día que le quité la tabla de surf a mi hermano y me fui a la playa sola, a escondidas, a probar por primera vez las olas. Siempre le suplicaba a mi padre que me enseñara a surfear, pero siempre decía Mañana, mañana... así que tuve que hacerlo por mi cuenta. Me metí en el agua con la tabla bajo el hombro, e hice el intento de subirme en ella para montar una ola que vino. Obviamente me caí. Ella y su padre estaban cerca de mí. Chelsea ya controlaba la tabla perfectamente. Se me acercaron y me enseñaron a surfear durante un tiempo, hasta que yo supe valerme por mí misma. Desde entonces, Chelsea y yo nos hicimos muy buenas amigas. Siempre íbamos juntas por las tardes a surfear y a tomar algo.

-Creo que te equivocas, Chelsea -le dije. Puso cara de póker-. ¿Es que no te suena lo más mínimo su cara?

-¿Es que fue a clase con nosotros? -negué con la cabeza-. ¡Ah, ya sé! ¡Es un amigo de Chris! -volví a negar-. Pues entonces no tengo ni idea, chica.

-Es Alan Presley -le dije en voz baja. No era plan que todos los residentes de Wayward se enterasen, para que le metieran una bala entre las cejas.

Frunció el ceño.

-Mm... Me suena ese apellido... Mm... Presley, Presley... -se dio toquecitos en la barbilla.

-¡El hijo de la líder de Wisdom! -grité por lo bajo.

Sus ojos eran dos enormes platos.

-¡¿Qué hace ese aquí?! Y además, ¿por qué estais liados? -susurró-. ¡Ya sé! Estais huyendo, para hacer realidad vuestro amor. ¡Qué lindo! Pero, espera Lissie, ¡sigue siendo el hijo de la líder de Wisdom! ¡Estás mal para irte con ese o qué!

-¡Chelsea! -dije cansada de escuchar su paranoia-. Uno, no estamos liados, ni mucho menos, ¿oíste? Segundo, es un preso.

-Se supone que los presos están entre rejas, y si salen, tienen esposas. Por si no lo has notado, está dando un paseo contigo y yendo de compras, ¡vaya preso!

-¿Quieres hacer el favor de no llamar tanto la atención? -le susurré, agarrándola del brazo-. Gritas un poco más y se entera hasta él.

-Perdóname, pero es que no entiendo nada.

Le expliqué todo, desde que lo capturaron a que ahora viviría conmigo temporalmente. Contar la historia parecía hasta una broma. ¿En qué pensaba mi padre para meter al niñato ese en mi casa?

-O sea... Que no estais liados, sólo es un preso que está como un tren, que vivirá contigo por tiempo indefinido y al que le estás comprando ropa para que pase desapercibido.

-Exacto -afirmé-. Espera, no he dicho en ningún momento que esté como un tren.

-Eso lo he añadido yo, y para pruebas, mis ojos -sonrió con diversión-. Yo soy tú, y ese estaba más que trillado conmigo, en el buen sentido, claramente.

Sí, claro que sí, Chelsea.

-Es un niño pijo, que sólo quiere más de lo que ya tiene. Como si se muere antes de tiempo, me da igual, no va a cambiar mi vida.

-¿Es que va a morir? -preguntó Chelsea.

-No sé que harán con él -contesté-. De momento está como rehén. El resto es cosa de mi padre y sus amigos.

Miró al interior de la tienda y suspiró.

-Un tío bueno menos, qué lástima -miró su reloj-. ¡Mi madre me va a matar! ¡Se suponía que debía recoger su chaqueta de la tintorería! ¡Y hace un cuarto de hora que han cerrado! Me voy, nena. Le diré que ha sido una excepción, que he visto a mi mejor amiga y tenía un 0121.

-¿0121? -pregunté divertida.

-Que estás en tus días y tuvimos que ir corriendo al super por compresas.

Me reí.

-Está bien -dije-. Suerte con tu madre.

Me dio dos besos.

-Y tú con ese brivón -elevó las cejas-. Te llamo luego. Procura divertirte un poco con él antes de que se lo carguen, Lissie. ¡Adiós!

Chelsea se alejó. Sacudí la cabeza por las palabras de mi amiga, y entré en la tienda, en busca de Alan.

Away for this place [Wattys 2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora