Capítulo 9

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Entré, ya que Lissie estaba de chachara con su amiguita. Nada más poner un pie en la tienda, una chica rubia, que conste que teñida, con un enorme tatuaje de rosas en el brazo, me saludó. Caminé desganado por el primer pasillo que pillé, y me puse a mirar camisetas. Todas tenían forma para tíos cachas: pegadas, para marcar abdominales y pectorales, y la mayoría sin mangas, para lucir grandes y trabajados bíceps.

Mi cuerpo no era el más apropiado para llevar esa ropa. No estaba esquelético, pero tampoco tenía masa muscular para presumir de ella. Para que me entendáis, mis bíceps se marcaban, pero no estaban como un globo que iba a explotar por exceso de aire. Simplemente, estaban ahí, en su forma natural, como Dios me los había dado.

Cogí un par de camisetas, que más o menos me gustaban, y pasé a ojear pantalones. La primavera se estaba acabando, y dado que las temperaturas habían aumentado de golpe, ya vendían pantalones por la altura de la rodilla. Muy pocas veces en mi vida me he puesto pantalones cortos. La mayoría de ocasiones, cuando era pequeño. Conforme fui creciendo, fui tomando mayor fama y responsabilidad en Wisdom, por lo que mis vestimentas se tuvieron que refinar un poco más.

Al cabo de un rato de estar en la sección de pantalones, vi que Lissie entraba por la puerta, buscándome. Cuando sus ojos se posaron en mí, se acercó.

-Por lo que ves, no les ha hecho falta inmovilizarme ni nada -dije-. Deberías aprender a controlarte, Johnson. Aún me duelen las rodillas por la caída que me provocaste esta mañana.

Se rió.

-Y tú a morderte la lengua -me contestó-. Tienes suerte que no sea como mi padre.

-Te recuerdo que sois tal para cual.

-Sí, claro -ironizó. Inclinó su boca hacia mi oído-. Llegas a estar con él, y ya llevarías una bala en el muslo por sobrado, otra en el abdomen por bocazas y dos en la cabeza por desobediente -me guiñó un ojo-. De nada.

Vale, puede que ella aún no me las hubiera disparado, pero os puedo asegurar que ganas no le faltaban.

-En fin -dijo-. ¿Qué has cogido?

Señaló con la cabeza las camisetas y pantalones que tenía sobre el brazo.

-He cogido algo -respondí.

-Bien, pues vamos a probarte.

Me guió hasta un pasillo en el que se encontraban todos los probadores. Estos eran unos huecos en la pared de dos por dos, con una cortina que colgaba de una barra, en color granate. Entré, corrí la cortina y puse las prendas sobre los ganchos que había dentro. Me quité la camiseta que llevaba, que era del amigo de Lissie, y cogí la primera camiseta que pillé. Cuando me la puse, cogí un pantalón blanco largo que había encontrado en la zona de la temporada anterior. No me apetecía verme en pantalones cortos. Me quedé observándome en el espejo. Por mucha ropa que hubiese cogido que fuera más o menos de mi forma de vestir, ese no era mi estilo.

-Alan, ¿cómo vas? -preguntó Lissie al otro lado de la cortina.

Abrí la improvisada puerta de tela, para que me viera.

-¿Qué? -dije al ver que se quedó mirándome sin expresión alguna.

-Nada, nada... -dijo, pero al final acabó partiéndose de la risa. Con que eso era lo que estaba haciendo antes, morderse la lengua. Apreté la mandíbula-. Lo siento, pero es que... -volvió a romper otra vez en carcajadas.

¿Qué tenía de malo llevar una camiseta negra, que tenía dibujada un pajarita en plateado, y unos botones bordados?

-Estás ridículo -afirmó-, además te está grande.

Se me acercó y cogió un pellizco a un trozo de tela que me sobraba a los costados.

-Aquí toda la ropa suele quedar ajustada -añadió-. ¿Qué talla solías llevar en Wisdom?

-No sé, dependía de la tienda -respondí-. Normalmente la M, pero si la ropa venía pequeña, la L.

-Bien, pues aquí tienes una S -dijo. Fruncí el ceño-. ¿Qué? No debería sorprenderte. En Wisdom la gente no tiene la misma musculatura que aquí. Allí podrías ser un chico con una estructura ancha, pero eso en Wayward es normalillo tirando para enclenque.

Se giró y se metió por uno de los pasillos de la tienda. Finalmente, volvió a aparecer con un par de camisetas por brazo.

-Toma, pruébate estas -me las tendió-. Aparte de que esa es tu talla, son diseños más... de chicos más de Wayward. Esa no sé ni como la tienen en stock -señaló con la cabeza la camiseta que llevaba puesta. Estiré una de las camisetas que Lissie me había traído delante de mí-. Es para hoy, Alan.

Cansado de que me metiera prisas, me quité la camiseta delante de ella, sin echar la cortina, y me puse la que ella me había dado. La brusquedad con la que lo hice, hizo que se me alborotara todo el pelo.

-¿Y bien? -dije con tono ¿Está contenta la señorita?

Se quedó observándome por un momento, de arriba a abajo. Sus ojos me engullían vivo, cosa que nunca había notado en ella. Siempre que me miraba, era con miradas cortas pero calculadoras. Ver cómo se detenía para analizarme me intimidaba un poco. Negó con la cabeza y sonrió.

-Mírate tú mismo.

Me giré sobre mí mismo, quedándome frente al espejo. Lissie había escogido una camiseta de cuello de pico, en azul marino, haciendo que resaltase mi tono de piel. Me quedaba bastante pegada, lo que hacía que pareciese que tenía unos bíceps y unos abdominales muchísimo más trabajados. Tenía una especie de sopa de letras, en la que claramente de podía diferenciar F*CK. 

-Cómo no... -dije, girándome, pero Lissie no estaba.

Me asomé al pasillo, a ver si la veía, pero nada. Volví a mirarme en el espejo. Lissie había sabido dar en mis puntos fuertes. Aunque esa no era la ropa que yo solía llevar, me veía bien. ¿Me habría analizado en esas décimas de segundo en las que me cambié mi camiseta por las que ella me había recomendado? Me descubrí sonriendo frente al espejo, y negué inmediatamente con la cabeza, borrando esa idea de mi cabeza.

-¿Te ha gustado, no? -Lissie apareció detrás de mí-. Estaba en la caja, pagando. He cogido unas camisetas más como estas, y más pantalones de ese estilo. Te he comprado también un par cortos, por si pasas calor.

Lissie me pasó las bolsas con todos los artículos ya pagados, para que le diera una ojeada. Había comprado también un cinturón marrón. Hice un sonido de carcajada contenida.

-¿Y esto? -dije sacando un sombrero de la bolsa. Me lo puse y la miré con gesto divertido. Sacudió la cabeza-. ¿Qué tal estoy?

Rió, me lo quitó y lo volvió a meter en la bolsa. Seguí mirando hasta que vi unos pantalones demasiado cortos para ser de chico. Los saqué.

-Algo me da que esto no es para mí -dije-. Creo que me marcaría mucho el culo.

-Guarda eso, anda -me dijo-. Es para mí. Se supone que el dinero que me ha dado mi padre es solo para gastármelo en tí, pero veinte dólares más, veinte dólares menos, viene a ser lo mismo.

-Vaya, qué malvada -dije sarcástico.

-Cállate -saltó-. Entra y cámbiate, o llegaremos tarde a la cena.

Le hice caso, me puse la ropa que llevaba yo puesta desde el principio, y salimos a la calle, haciendo de nuevo el camino de vuelta a la urbanización.

Away for this place [Wattys 2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora