Capítulo 10

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Estamos todos reunidos en la mesa esperando que los sirvientes trajeran la comida. Mi padre se había sentado al lado de su jefe, como lo había planeado; y mi madre también a lado de la Sra. Sara, Jeremy enfrente de Rachel, y Rachel... al lado mío. Los sirvientes han llegado con los platos, al ponerlos, todos empezaron a comer y charlar.

—Entonces, Michael—dice el Sr. Edward llamando mi atención.

—Estás en el mismo salón de mi hija ¿Cierto? —.

—Sí, Señor Edward—.

—Y ¿Cómo les va? —pregunta él.

—Bien supongo—.

—Ya Edward, ve al punto—dice su esposa.

—Bueno, mi esposa, mi hijo y yo, sospechamos que tú y mi hija... son novios—.

Mis padres y yo comenzamos a toser y darnos golpes en el pecho.

—Disculpe ¿Su familia cree que yo y Rachel somos novios? —digo con dificultad.

Aunque, es lo más deseo en el mundo...

—Con todo respeto Sr. Edward, pero creo que está equivocado—le replico a él.

—Dice mi hijo que los ha visto a los dos... muy cariñosos, por así decirlo—dice el Sr. Edward.

—Sí es cierto, una vez los vi en el baño...—su hermano se vio interrumpido cuando se oye un estruendo debajo de la mesa.

—Ya cállate Jeremy. Qué tal si dejamos de hablar y empezamos a comer—sugiere Rachel.

Dejamos el tema realmente incómodo a un lado, y los adultos empezaron hablar sobre sus cosas de adultos, ya habíamos acabado de comer.

Mientras los veía conversar, siento una mano en mi muslo que comienza acariciarme, no llegando a lo vulgar... supongo.

Trago saliva difícilmente, mi mano empieza a temblar, veo a Jeremy alzando las cejas y haciéndome muecas, y al mirar al lado veo que Rachel está viendo a otro lado disimulando, pero sé que esa mano es de ella.

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—Debiste verme. Estaba a punto de volar—dice ella sin poder aguantar la risa.

Estábamos en el parque donde Rachel me había descubierto tomándole fotos. Es el mejor día de mi vida, Rachel me invitó al parque. ¡Y sin sus amigas! Tal vez, se la oportunidad de decirle lo que siento. Si no lo intento, ninguno de estos meses de estar mostrando nuestro afecto más allá de la amistad no habrá valido de nada.

—¿Te ríes de tus propias desgracias? —le pregunto.

—¿Desgracia?, claro que no, salir volando de la bicicleta cuando era niña es muy gracioso y más si lo recuerdas ahora que eres grande—dice mientras se limpia las lágrimas que le salía de tanto reírse.

—Vamos ¿Acaso no te da risa? —pregunta ella.

—No, si es algo en que te hiciste daño—digo sonando preocupado.

—Si ni siquiera es la gran cosa—me refuta.

El silencio que se forma de repente entre nosotros hace que me ponga con los pelos de punta, nos quedamos mirando directamente a los ojos sin ningún movimiento alguno. Lo único que se escucha con algunos autos y uno que otro ruido de alguna ardilla o ave.

—Michael, ¿Si te digo algo crees que aún podamos ser amigos o algo parecido? —pregunta ella.

—Depende de que sea—.

—Estos últimos meses me he dado cuenta que has sido un gran amigo, cualquier chica que estuviera contigo sería muy afortunada, eres el único que me valora y que me respeta y no te importa si tengo dinero o no. Michael... me gustas mucho—.


Obsesiva PerfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora