Las gotas de agua caían lentamente por mi rostro, mientras me miraba al espejo sin saber que había pasado, solo que el beso me dejó perplejo. ¿Por qué estoy así si era lo que más deseaba en el mundo? Quizás esto se me paso de las manos y fue demasiado para mí. Agacho la cabeza para empaparla otra vez, sin detenerme hasta que alguien toca la puerta.
—Está ocupado—le digo al que está tocando la puerta.
Vuelve a tocar la puerta.
—Está ocupado—alzo un poco más la voz.
La persona insiste en tocar la puerta y esta vez me dirijo hacia la puerta.
—Que está ocu...pado—encontrándome a Rachel parada enfrente de la puerta y luego está entrando rápidamente.
—¿Puedo pasar?, bueno ya pasé—.
—¿Qué quieres?—le pregunto un poco arrogante mientras me siento en el suelo.
—Hablar sobre lo que pasó o cualquier cosa—dice ella apoyándose en el lavamanos.
Después de un silencio incómodo me digno en interrumpir, —Me siento como juguete para tu diversión, que me utilizas para... no sé, para poner celoso a tu novio...—.
—Exnovio—interrumpe.
Por un momento admito que me alegre.
—Digamos que no tuvimos una buena relación—sentándose en el suelo en frente mío.
—Y no te veo como un juguete. Como un amigo, supongo—muestra una pequeña sonrisa.
Sin darme cuenta, ella me rodea con sus brazos acercándose mucho más casi hasta el punto de chocarnos, —Me he dado cuenta de algo, creo que a ti no te gustan bruscos y desenfrenados—comenta ella.
—¿Qué? —pregunto confundido.
—Los besos. Te gustan suaves, lentos y tiernos—.
Juntando al fin nuestros labios, el beso es sencillo y delicado, incluso es mucho mejor que las anteriores. Tal vez tiene razón me gustan así. Se pueden disfrutar más.
Lentamente de aleja de mí, se acerca a mi oído y susurra, —Te lo dije...—.
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Estaba siguiendo a Rachel como siempre hasta su casa, aunque probablemente me siento cada vez más cerca de ella, pero aún quiero mantener distancia para no complicar las cosas.
Veo como ella se detiene y también me detengo, y luego se voltea.
—Ven—grita ella desde donde está.
—Estoy en problemas—susurro mientras me voy acercando.
—No soy tonta, sé que estos últimos 2 años me has estado siguiendo—dice ella cruzando los brazos.
Espera... ¿Qué?
—Al principio sentía un poco de miedo porque creí que eras algún extraño y luego supe que eras tú. Pero no vuelvas a asustarme, si quieres acompañarme hasta mi casa solo dilo—.
—Lo siento—digo avergonzado.
—Tranquilo somos amigos ¿cierto? —.
—Claro—digo delicadamente.
Un segundo... ¿Amigos?
Nos encaminamos a su mansión. Mientras íbamos hablando sobre que se acercan los exámenes finales. Ya al fin era nuestro último año y aún no me le he confesado, aprovechando que está soltera. Tal vez, después de esos besos tenga oportunidad de ser su novio. Además, soy capaz de tratarla como se merece, con cariño y con todo lo bueno que se merece.
—Ya llegamos—se sube a un escalón.
—Sí—digo algo decepcionado.
—Gracias, por acompañarme... estos dos últimos años—dice con sarcasmo y una tierna sonrisa.
Pero se borra su sonrisa y pasa su lengua por sus labios. Pone sus manos sobre mi hombro y se acerca con lentitud. Y me besa con ternura.
Dios mío... tantos besos y como no atreverme a preguntarle si quiere ser mi novia.
—Adiós Michael—.
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Obsesiva Perfección
AlteleMichael Reid es un chico de 17 años. Tímido, raro, antisocial y misterioso; es así como lo describen sus compañeros de clase. Él esta perdidamente enamorado de Rachel Mist, una porrista de 16 años. Amable, sociable, atractiva y la más popular del in...