o n e.

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Me levanto cansado de la cama, casi como si no hubiera dormido ni veinte minutos. Probablemente, y sólo probablemente, haberme quedado jugando al League Of Legends toda la noche no ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. Aunque de seguro que ha sido mejor que haber ido a una de esas estúpidas fiestas que da Luke Hemmings en su casa un simple miércoles por la noche. Lo cual no tiene mucho sentido, porque al día siguiente han de ir a la universidad y la mayoría de los populares que van a esas fiestas parecen reencarnaciones de zombies andando por los pasillos, dándome más asco que de normal.

Obvservo la iluminada pantalla de mi teléfono, comprobando que no tengo ningún mensaje. Como siempre. Sinceramente sigo sin entender por qué motivo se me ocurrió gastar tal cantidad de dinero en un teléfono si luego no lo usaba para hablar con nadie y, con nadie, me refiero a absolutamente nadie. Ni siquiera con mi padre para preguntarme cómo estoy cuando él está trabajando.

Aprovechando que mis verdes ojos ya están acostumbrados a la luz del teléfono, compruebo la hora que es. Siete menos veinticuatro.

Finalmente, tras minutos decidiendo si levantarme o no, decido salir de la cama. Puedo faltar a clase, de hecho quiero hacerlo, hoy no será un día muy completo si la mayoría de los alumnos fueron de fiesta y se alcoholizaron hasta tener un coma etílico.
Rápidamente rechazo la idea de faltar a clases. Mi padre se está esforzando mucho con pagar mis estudios como para que yo vaya de sobrado y faltando. Así que con mucha fuerza de voluntad por mi parte, termino levantándome de mi mullida y caliente cama para toparme con el aire frío de mi habitación, puesto que solo llevo un par de calzoncillos puestos.

Camino descalzo hasta el armario, sintiendo el frío suelo debajo de mis pies. Al llegar al gran mueble de madera, saco unos skinny jeans que deslizo cuidadosamente por mis piernas para que suban bien.
Cuando siento mis piernas bien apretadas por la tela del pantalón, me escurro por una camisa de Iron Maiden y seguidamente tras ponerme un par de calcetines blancos, coloco mis viejas botas en mis pies.

Ando hacia la cocina sin apenas haber ido al baño para peinarme, me gusta más el toque natural que se queda cuando remuevo mi pelo con mi mano. Al llegar a mi destino me preparo mi típico tazón de leche con cereales. Sé que si pierdo mucho más tiempo llegaré tarde a clases, por lo que me apresuro en tomarlo. Pero no tanto como para que me siente mal.

Antes de salir de casa, cojo mi mochila, la cual ya la tengo preparada desde ayer tras terminar de estudiar un poco. Sin apenas olvidarme de las llaves de mi casa y de mi coche.

Gracias al cielo que ahorré lo suficiente por años como para poder comprar mi precioso coche, Herbie. Ponerle nombre a un coche es demasiado afeminado para mi, pero realmente amo a Herbie desde que lo compré en una página de segunda mano en Internet. Tiene ya bastantes años y es un modelo de Jeep bastante antiguo, aunque es jodidamente caliente para algunas chicas.
Resultó ser bastante barato y por ese motivo es mío, no quise gastarme millones de dólares en un coche que ahora uso poco.

Trato de arrancar a Herbie para emprender camino a la universidad y no llegar tarde, sin embargo mi querido coche parece no estar de mi parte.

— Vamos viejo amigo, arranca. – murmuro con la esperanza de que se termine encendiendo. Pero no lo hace.
Al parecer se ha averiado y tengo que ir andando al instituto.

Perfecto, hoy llegaré tarde a clase.

Salgo de casa maldiciendo una y mil veces al maldito Herbie y el momento en el que me ha fallado.
Justamente ha tenido que ser hoy y no cualquier otro día cuando me dirijo a hacer la compra. De todos modos tampoco debería averiarse cuando voy a hacer la compra porque sino me quedo sin comida y, definitivamente, nadie quiere un Michael Clifford hambriento en su vida.

hypocrites ؛ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora