El viaje transcurrió sin ningún tipo de interferencias, salvo por las inevitables agujetas producidas por cabalgar durante casi toda la jornada.
Elric no se había equivocado, ya que al segundo día desde su partida se encontraron con una caravana de experimentados mercaderes, que, por mera coincidencia, sus intereses les hacían viajar hacia el mismo destino que a ellos, así que se engancharon durante el resto del camino.
Ellos les aceptaron sin reparos, haciendo gala de aquella extraña confianza que surgía entre aquellos que se encontraban lejos del hogar, permitiéndoles quedarse con ellos el tiempo que desearan.Llegaron a Ertil con un poco de retraso respecto a las predicciones del mestizo, cosas de viajar en grupo, por lo que su estancia en la ciudad sería más corta de lo previsto. Esa noche se permitieron el lujo de dormir en una posada tras varias noches durmiendo a raso, pese al golpe que resultó para sus ahorros.
Se despertaron temprano, cuando el cielo empezaba a clarear, y se entretuvieron durante toda la mañana en comprar comida y conseguir unos odres de agua para reponer todo lo que habían gastado en aquella primera parte del viaje.Salieron cuando el sol se estaba ocultando, tras pagar el peaje obligatorio para cruzar el puente sobre el río que habían estado siguiendo hasta entonces.
Partieron en solitario, ya sin nadie que quisiera acompañarles en su camino hacia las tierras salvajes. Ahora es donde comenzaba la verdadera aventura, y, con ella, el verdadero peligro que les esperaba oculto.
Pese a todo, el ánimo estaba bastante alto entre los viajeros. Zack no hacía más que quejarse de los elevados precios de la ciudad y de aquél desperdicio de dinero por culpa de ese absurdo peaje, sólo por cruzar un estúpido puente. Tras terminar aquella sarta de insultos, no demasiado agradables por así decirlo, y maldiciones hacia aquellas ratas de la ciudad, se tranquilizó y empezó a bromear sobre lo que pasaría si él fuera el gobernante de Ertil, el índice de ridiculez iba aumentando a cada propuesta hasta alcanzar lo imposible.
Katherine iba recibiendo cada propuesta con una sonrisa y alguna que otra risa que se le escapaba con las más inverosímiles, aunque de vez en cuando ella también aportaba ideas, e incluso el mestizo se animó a añadir alguna una o dos veces sin dejar de vigilar el territorio con atención.Entre tantas bromas y risas la noche llegó pronto, pillándolos desprevenidos. Así que tuvieron que cabalgar durante un tiempo a ciegas, guiados por Elric y su visión nocturna, hasta poder encontrar un claro en medio de los árboles.
Desmontaron de los caballos y los ataron a las ramas de un árbol bajo, les dieron un poco de agua y les dejaron pastar de las abundante hierbas que cubrían el claro.
Comieron un poco de pan con queso y carne en salazón y fueron a acostarse. Elric se ofreció para hacer guardia aquella noche, los dos aceptaron sin reparos.
Zack se tiró al suelo, a una distancia prudente del fuego que acababan de encender, y a los pocos minutos le había dado tiempo a hacerse un nudo con las mantas y sus ronquidos llenaban el claro desde hace rato.
Katherine no podía dormir, había dado varias vueltas sin poder acomodarse y había intentado distraerse con otra cosa para intentar tranquilizarse, pero sin éxito. Estaba demasiado nerviosa como para hacerlo.
Abrió un poco los ojos y vio la silueta de Elric, recortada contra el fuego.
Se preguntó si él estaría cansado también, si se había ofrecido por dejarles descansar o si era porque él no podía dormir tampoco.
"¿Qué cosa puede quitarle el sueño a alguien como él?" se preguntó en silencio. Entonces se dió cuenta de que no tenía respuestas para eso, de que no lo conocía suficiente.
¿Quién sería él en realidad?Tras una larga hora de molesto insomnio, decidió levantarse en vez de seguir intentando dormirse, algo que el tiempo había mostrado que era imposible.
Se estiró un poco y se acercó al mestizo, sentándose a su lado.
El fuego danzaba vacilante ante sus ojos, adoptando figuras temblorosas que se derrumbaban y volvían a reconstruirse. Era agradable recibir aquella calidez que emanaba. El frío otoño llegaba del norte, provocando el temblor de las hojas a su paso. Cuando volvieran, ¿sería ya otoño? ¿O quizás invierno? No lo sabía, y eso provocaba una creciente inquietud en el pecho de la chica. ¿Qué pasaría una vez hubieran llegado a su destino?

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Las sombras de Alicia
RandomAl principio las sombras eran sólo eso, sombras. Burdas imitaciones de algo que nunca podrían ser. Destinadas a ser pisadas, intangibles, olvidadas... Ahora tienen lo que querían, los cuerpos que siempre les habían quedado vedados. Cuerpos oscuros p...