Los magníficos salones dorados se abrían ante ellos con todo su esplendor. Las tenues luces que proyectaban las lámparas de araña que colgaban del techo iluminaban levemente la estancia, compitiendo con los tonos anaranjados que provocaba el sol con su descenso; creando una atmósfera única, incomparable a cualquier otra cosa.
Todos estos pensamientos se arremolinaban en la cabeza de Katherine, que disfrutaba del momento desde el primer instante en el que pisó el suelo pulido de la gigantesca sala.
Respiró profundamente, disfrutando el delicioso aroma que despedían los manjares colocados con pulcritud en unas mesas doradas al final de la habitación, esperando a ser degustados por los invitados que se acercasen.
Había ido varias veces a bailes como aquél cuando era más pequeña, sin embargo, no había vuelto a participar en uno desde hace dos años, como mínimo.Al girarse vio a sus compañeros observando el entorno con atención. Zack, con su traje verde oscuro con bordados plateados, empezaba a buscar alguna dama solitaria con la que poder conversar. Katherine suspiró, siendo consciente de que nunca cambiaría.
Elric, por el contrario, vestía un traje rojo sangre con toques en dorado que habían conseguido rescatar del armario de Zack, quien se lo había prestado a regañadientes, y que había sido objeto de discusiones durante todo el camino en la carroza que les había traído hasta aquí.
Él analizaba el entorno con desconfianza, como si dudara de las intenciones de la invitación.Ella bufó molesta por la actitud
cerrada que casi siempre mostraba, todavía seguía enfadada con él por haberla hecho entrenar durante las dos últimas semanas hasta poder controlar la espada familiar, eso sí, él siempre situándose a una distancia prudente. Pero lo que más le había molestado era que le había obligado a cargar con la espada en el baile, que ahora se encontraba oculta entre los numerosos pliegues del vestido rojo que llevaba.
Oh, el vestido. Ella adoraba aquél vestido. El escote era de corte corazón, rematado con pequeños volantes blanquecinos, el corpiño era de un brillante color rojo vino y estaba ajustado al cuerpo por unas tiras doradas que surcaban la cintura, sujetas por firmes lazadas a su espalda. Y desde la cintura, todo era un frenesí de tonos diferentes de rojo que se aglomeraban en volantes que caían en cascada hasta el suelo. Debajo de éstos se ocultaba la espada sujeta firmemente a su pierna en una finísima vaina. Por suerte era ligera y pronto se acostumbró a ella, porque, si no, Elric se arrepentiría de la orden impuesta.Poco después el salón estaba repleto de damas y caballeros con sus hermosos vestidos y sus flamantes trajes, deseosos de juntarse con sus amigos y compañeros y de disfrutar la velada lo máximo posible.
La música empezó a sonar suavemente, con los tañidos delicados de los violines y todos los presentes procedieron a bailar. Zack la tomó del brazo y la llevó hasta la pista donde se colocaban los que tenían intenciones de participar. Ella miró al mestizo disculpándose, aunque el le respondió con media sonrisa diciendo que no sabía bailar. Katherine apenas pudo ver como Elric les observaba unos instantes antes de desaparecer entre la multitud sin decir nada.La melodía continuó sonando y el baile comenzó. Ambos llevaban mucho tiempo sin practicar, por lo que recibieron pisotones mutuamente, siempre acompañados de disculpas y de sonrisas. Por suerte no era necesario cambiar de pareja, de lo contrario, habría sido bastante incómodo, por no decir vergonzoso.
Los bailarines cruzaban la sala en pasos delicados, trazando el ritmo que marcaban los músicos.
Entre aquel mar de ruidos y colores, él pudo identificar a sus acompañantes bailando a trompicones, rompiendo completamente la armonía y la sincronización de las demás parejas.
Elric se giró y notó como una sonrisa se le escapaba de los labios. Sacudió la cabeza, reprendiéndose por aquél cambio de actitud tan repentino que se había llevado a cabo en las últimas semanas. ¿Dónde había quedado aquel mestizo frío y calculador que le había hecho llegar tan lejos?
En el fondo admitió que prefería esa personalidad que le habían otorgado de nuevo.
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Las sombras de Alicia
RandomAl principio las sombras eran sólo eso, sombras. Burdas imitaciones de algo que nunca podrían ser. Destinadas a ser pisadas, intangibles, olvidadas... Ahora tienen lo que querían, los cuerpos que siempre les habían quedado vedados. Cuerpos oscuros p...