Métodos teóricos

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Toda ciencia fáctica especial elabora sus propias técnicas de verificación; entre ellas, las

técnicas de medición son típicas de la ciencia modema. Pero en todos los casos estas

técnicas, por diferentes que sean, no constituyen fines en sí mismos; todas ellas sirven para

contrastar ciertas ideas con ciertos hechos por la vía de la experiencia. O, si se prefiere, el

objetivo de las técnicas de verificación es probar enunciados referentes a hechos por vía del

examen de proposiciones referentes a la experiencia (y en particular, al experimento). Este es

el motivo por el cual los experimentadores no tienen por qué constmir cada uno de sus

aparatos e instmmentos, pero deben en cambio diseñarlosy/o usarlos a fin de poner a prueba

ciertas afirmaciones. Las técnicas especiales, por importantes que sean, no son sino etapas

de la aplicación del método experimental, que no es otra cosa que el método científico en

relación con la ciencia fáctica, y la ciencia, por fáctica que sea, no es un montón de hechos

sino un sistema de ideas.

En el párrafo anterior ejemplificamos el método experimental analizando el proceso de

verificación que requeriría el enunciado "los obesos son cardíacos"; encontramos que esta

hipótesis requería una precisión cuantitativa, y después de una investigación imaginaria

adoptamos, en su lugar, cierta generalización empírica del tipo de los enunciados estadísticos.

Ahora bien: las generalizaciones empíricas tan caras a Aristóteles y a Bacon, y aun cuando

se las formule en términos estadísticos, no son distintivas de la ciencia modema. El tipo de

hipótesis característico de la ciencia modema no es el de los enunciados descriptivos

aislados cuya función principal es resumir experiencias. Lo peculiar de la ciencia modema es

que consiste en su mayor parte en teorías explicativas, es decir, en sistemas de proposiciones

que pueden clasificarse en: principios, leyes, definiciones, etc., y que están vinculadas entre

sí mediante conectivas lógicas (tales como "y, o, si... entonces", etc.).

Las teorías dan cuenta de los hechos no sólo describiéndolos de manera más o menos exacta,

sino también proveyendo modelos conceptuales de los hechos, en cuyos términos puede

exphcarsey predecirse, al menos en principio, cada uno de los hechos de una clase. Las

posibilidades de una hipótesis científica no se advierten por entero antes de incorporarlas en

una teoría; y es sólo entonces cuando puede encontrársele varios soportes. Al sumergirse

en una teoría, el enunciado dado es apoyado —o aplastado— por toda la masa del saber

disponible; permaneciendo aislado es difícil de confirmary de refutary, sobre todo, sigue sin

ser entendido.

La conversión de las generalizaciones empíricas en leyes teóricas envuelve trascender la

esfera de los fenómenos y el lenguaje observacional: ya no se trata de hacer afirmaciones

acerca de hechos observables, sino de adivinar su "mecanismo" intemo (el que, desde luego no tiene por qué ser mecánico). Supóngase que un psicólogo desea estudiar las correlaciones

entre cierto estímulo observable S y cierta conducta observable R, que —a modo de

ensayo— considera como la respuesta al estímulo dado. Si, después de una sucesión de

experimentos, llegara a confirmar su hipótesis de trabajo y deseara trascender las fronteras

de la psicología fenomenista, intentaría elaborar, digamos, un modelo neurológico que

expHcara el nexo S-R en términos fisiológicos. No es tarea fácil: el psicólogo tiene que inventar

diversas hipótesis acerca de otros tantos canales nerviosos posibles que conecten los

hechos observables extremos, S y R. Análogamente, los físicos atómicos imaginan diversos

mecanismos ocultos que conectan los fenómenos macroscópicos con su soporte

microscópico.

Pero nuestro psicólogo no andará del todo a tientas: podrá probar si su conexión concuerda

con algunos de los esquemas pavlovianos de los reflejos, o con cualquier otro mecanismo.

Cada una de sus hipótesis —sea que consistan en suponer que interviene un reflejo innato

o condicionado— tendrá que especificar el aparato receptor, el nervio aferente, la estación

central, el nervio eferente, el órgano receptor, etc. Más aún, sus varias hipótesis de trabajo

tendrán que ser compatibles con el saber más firmemente establecido (aunque no inamovible)

y tendrán que ser puestas a prueba mediante técnicas especiales (excitación o destrucción

de nervios, registro de impulsos nerviosos, etc.) Vale la pena emprender esta difícil tarea: la

eventual confirmación de una de las hipótesis puestas a prueba no sólo explicará el nexo S-R

dado, sino que también lo ubicará en su contexto: además, apoyará la hipótesis misma de que

tal nexo no es accidental. Pues, aunque suene a paradoja, un enunciado fáctico es tanto más

fidedigno cuanto mejor está apoyado por consideraciones teóricas.

Es importante advertir, en efecto, que la experiencia dista de ser el único juez de las teorias

fácticas, o siquiera el último. L as teorías se contrastan con los hechos y con otras teorías. Por

ejemplo, una de las pruebas de la generalización de una teoría dada es averiguar si la nueva

teoría se reduce a la vieja dentro de un cierto dominio, de modo tal que cubra por lo menos

el mismo grupo de hechos. Más aún, el grado de sustentación o apoyo de las teorías no es

idéntico a su grado de confirmación. Las teorías no se constituyen ex nihilo, sino sobre

ciertas bases: éstas las sostienen antes y después de la prueba; la prueba misma, si tiene

éxito, provee los apoyos restantes de la teoría y fija su grado de confirmación. Aun así el

grado de confirmación de una teoría no basta para determinar la probabilidad de la misma.

La ciencia. Su método y su filosofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora