Las proposiciones generales verificables: hipótesis científicas

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La descripción que antecede satisfará, probablemente, a cualquier científico contemporáneo

que reflexione sobre su propia actividad. Pero no resolverá la cuestión para el metacientífico

o epistemólogo, para quien los procedimientos, las normas y a veces hasta los resultados de

la ciencia son otros tantos problemas. En efecto, el metacientífico no puede dejar de

preguntarse cuáles son las afirmaciones verificables, cómo se llega a afirmarlas, cómo se las

comprueba, y en qué condiciones puede decirse que han sido confirmadas. Tratemos de

esbozar una respuesta a estas preguntas.

En primer lugar si hemos de tratar el problema de la verificación, debemos averiguar qué se

puede verificar, ya que no toda afirmación —ni siquiera toda afirmación significativa— es

verificable. Así, por ejemplo, las definiciones nominales —tales como "América es el

continente situado al oeste de Europa"— se aceptan o rechazan sobre la base del gusto, de

la conveniencia, etc., pero no pueden verificarse, y ello simplemente porque no son

verdaderas nifalsas. Por ejemplo, si convenimos en llamar "norte-sur" a la dirección que toma

normalmente la aguja de una brújula, semejante nombre puede gustamos o no, pero es

inverificable: no es sino un nombre, no se funda sobre elemento de prueba alguno y ninguna

operación podria confirmarlo o disconfirmarlo. En cambio lo que puede confirmarse o

disconfirmarse es una afirmación fáctica que contenga a ese término tal como "la S"" Avenida

corre de sur a norte". La verificación de esa afirmación es posible, y puede hacerse con la

ayuda de una brújula.

No sólo las definiciones nominales sino también las afirmaciones acerca de fenómenos sobrenaturales son inverificables, puesto que por definición trascienden todo cuanto está a

nuestro alcance, y no se las puede poner a prueba con ayuda de la lógica ni de la matemática.

Las afirmaciones acerca de la sobrenaturaleza son inverificables no porque no se refieran a

hechos —pues a veces pretenden hacerlo—, sino porque no se dispone de método alguno

mediante el cual se podrá decidir cuál es su valor de verdad. En cambio, muchas de ellas son

perfectamente significativas para quien se tome el trabajo de ubicarlas en su contexto sin

pretender reducirlas, por ejemplo, a conceptos científicos. La verificación toma más exacto

el significado, pero no produce significado alguno. Más bien al contrario, la posesión de un

significado determinado es una condición necesaria para que una proposición sea verificable.

Pues, ¿cómo habríamos de disponernos a comprobar lo que no entendemos?

Ahora bien, los enunciados verificables son de muchas clases. Hay proposiciones singulares

tales como "este trozo de hierro está caliente"; particulares o existenciales, tales como

"algunos trozos de hierro están calientes" (que es verificablemente falsa). Hay, además,

enunciados de leyes, tales como "todos los metales se dilatan con el calor" (o mejor, "para

todo X, si X es un trozo de metal que se calienta, entonces x se dilata"). Las proposiciones

singulares y particulares pueden verificarse a menudo de manera inmediata, con la sola ayuda

de los sentidos o eventualmente, con el auxilio de instmmentos que amplíen su alcance; pero

otras veces exigen operaciones complejas que implican enunciados de leyes y cálculos

matemáticos, como es el caso de "la distancia media entre la Tierra y el Sol es de unos 1.500

millones de kilómetros".

Cuando un enunciado verificable posee un grado de generalidad suficiente, habitualmente

se lo llama hipótesis científica. O, lo que es equivalente, cuando una proposición general

(particular o universal) puede verificarse sólo de manera indirecta —esto es, por el examen

de algunas de sus consecuencias— es conveniente llamarla "hipótesis científica". Por

ejemplo, "todos los trozos de hierro se dilatan con el calor", y a fortiori, "todos los metales

se dilatan con el calor", son hipótesis científicas: son puntos de partida de raciocinios y, por

ser generales, sólo pueden ser confirmados poniendo a prueba sus consecuencias

particulares, esto es, probando enunciados referentes a muestras específicas de metal.

Solía creerse que el discurso científico no incluye elementos hipotéticos sino tan sólo hechos,

y, sobre todo, lo que en inglés se denominan hardfacts. Ahora se comprende que el núcleo

de toda teoría científica es un conjunto de hipótesis verificables. Las hipótesis científicas son,

por una parte, remates de cadenas inferenciales no demostrativas (analógicas o inductivas)

más o menos oscuras; por otra parte, son puntos de partida de cadenas deductivas cuyos

últimos eslabones —los más próximos a los sentidos, en el caso de la ciencia fáctica—, deben

pasar la prueba de la experiencia.Más aún: habitualmente se concuerda en que debiera llamarse "hipótesis" no sólo a las

conjeturas de ensayo, sino también a las suposiciones razonablemente confirmadas o

establecidas, pues probablemente no hay enunciados fácticos generales perfectos. La

experiencia ha sugerido adoptar este sentido de la palabra "hipótesis". Considérese, por ejemplo, la ley de Newton de la gravedad, que ha sido confirmada en casi todos los casos con

una precisión asombrosa. Tenemos dos razones para llamarla hipótesis: la primera es que ha

pasado la prueba sólo un número finito de veces; la segunda, es que hemos terminado por

aprehender que incluso ese célebre enunciado de ley es tan sólo una primera aproximación

de un enunciado más exacto incluido en la teoría general de la relatividad, que tampoco es

probable que sea definitiva.

La ciencia. Su método y su filosofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora